Maestros: lucha por el poder
CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ
POR MAS QUE A LOS CIUDADANOS nos agobien con marchas,
discursos estridentes de defensa de sus derechos y pliegos y pliegos y pliegos
petitorios magisteriales, el trasfondo de la lucha de la Coordinadora Nacional
de Trabajadores de la Educación (CNTE) se localiza en la construcción de una
nueva hegemonía política.
Heredero de Gordillo: Juan Díaz de la Torre.
La clave en la lucha magisterial disidente tiene que ver
con errores en su estrategia de lucha: si nació en 1979 para batallar por la
autonomía sindical de las secciones de Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Michoacán y
por aumentos salariales, sus metas de combate se agotaron en 1995 con la
existencia de la CNTE y los aumentos sucesivos de salarios.
De entonces a la fecha, la lucha magisterial se centró en
el mejoramiento de las condiciones de bienestar de sus agremiados, aunque a
costa de una reorganización del gasto estrecho: lo que ganaron los maestros lo
perdieron otros sectores. Y si la revisión salarial anual en el SNTE giraba en
torno al aumento inflacionario previsto del año más-menos un punto, la disputa
se dio en torno a las prestaciones sociales.
A nivel de la CNTE, la lucha se individualizó por
secciones y se olvidó la estrategia nacional. Los maestros de la Sección XXII
de Oaxaca capitalizaron a su favor la crisis de 2006 con una alianza estratégica
con los ex priístas descontentos con el PRI y apuntalaron la Alianza Popular
del Pueblo de Oaxaca (APPO) en una lucha callejera que perdieron en el largo
plazo, pero ganaron en coalición política que le ganó el gobierno del estado al
PRI.
Ahora Guerrero quiere reproducir el modelito de Oaxaca
pero en un escenario diferente: en Guerrero gobierna el PRD y no el PRI y el
PRD avaló la reforma educativa, en tanto que en Oaxaca la lucha fue contra el
PRI durante el final del gobierno de Vicente Fox y en el 2010 en el gobierno de
Felipe Calderón.
Asimismo, la APPO fue consecuencia de la represión de
junio y en Guerrero no ha habido represión. Por tanto, la lucha en Guerrero se
enfila hacia una nueva derrota de los movimientos populares antisistémicos. Y
lo mismo ocurrirá en Michoacán, donde las preocupaciones son por seguridad y no
por la crisis magisterial.
De todos modos, la estrategia de Guerrero busca construir
una nueva hegemonía política, es decir, una alianza de organizaciones populares
en un gran frente político orientado a provocar el fin del sistema de
representación política y construir -como fracasaron en Oaxaca- un gobierno de
Comuna. Los maestros de Guerrero ya entendieron que su agenda salarial no
alcanza a convencer a sectores sociales importantes y por eso se han
concentrado en organizar un gran frente político de organizaciones radicales
antisistémicas.
El otro fondo político del conflicto magisterial se
resume en el hecho de que las Sección XIV de Guerrero y la Sección XXII de
Oaxaca forman parte de la estructura del SNTE y que como secciones carecen de
personalidad jurídica para negociar algo, porque el contrato colectivo de
trabajo está suscrito por el SNTE y la SEP federal.
De ahí la urgencia de las secciones disidentes por
adherir a su causa organizaciones populares. Una hegemonía popular sería la
dirección política de un sinfín de organizaciones sociales antisistémicas, algo
que ya intentó infructuosamente el EZLN y la XXII de Oaxaca.
De ahí que en Guerrero y Oaxaca no se negocie una agenda
magisterial, sino se esté desarrollando una lucha de posiciones por el poder
político.
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