Los costos de López Obrador CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ
SI SE LEE BIEN EL SENTIDO de la separación de Andrés Manuel López Obrador para fundar su propio partido, el saldo se presenta como una mala noticia para la amplia coalición neopopulista centro-izquierda: cualquier intento de acuerdo para las reformas va a encontrar con el no recurrente del tabasqueño.
López Obrador
Pero lo que López Obrador no ha entendido hasta la fecha es el hecho de que su fraccionalismo le reduce margen de negociación a la coalición que representa casi un tercio del electorado, reduciéndola a dos posiciones de poco más de un sexto de la base política -en el mejor de los casos 15 por ciento para el PRD y 15 por ciento para el Movimiento lopezobradorista.
Como era previsible, López Obrador va a trabajar para su propia conveniencia y no para conformar un sólido frente centro-izquierda de cara a las reformas indispensables que inevitablemente el PRI de Enrique Peña Nieto tenderá que encarar para cuando menos darle un poco de impulso al crecimiento económico. Y de paso, el radicalismo neopopulista y priísta del viejo régimen de López Obrador para disminuirle movilidad al PRD para sumarse a las reformas estructurales.
El juego de tres partidos dominantes estaría conduciendo al sistema político a cuando menos tres alianzas estratégicas: PRI-PAN, PAN-PRD y PRI-PRD y a la alianza mayor PRI-PAN-PRD. La inclusión de del Movimiento de López Obrador como partido introducirá un nuevo jugador en el tablero, sólo que se trata de un jugador que no quiere jugar con los demás y que exige que se sumen a su proyecto.
Por lo pronto, el cuarto jugador no buscará definir su agenda y negociarla sino que se opondrá a las reformas que pudieran pactar los otros tres. Y lo de menos es que se ajuste a las condiciones del juego -mayorías construidas a base de entendimientos-, sino que desde su mayoría ocupará las calles para intentar frenar acuerdos de las o tras tres fuerzas o cuando menos para desprestigiarlas. Lo malo es que las propuestas de reformas de López Obrador son otra que la restauración del viejo PRI populista de los tiempos de Echeverría y López Portillo y muy lejos del PRM del general Lázaro Cárdenas.
Lo que debe venir es la definición política del PRD, aun a costa de perder afiliados: Con el modelo socialdemócrata que están impulsando Manuel Camacho y Marcelo Ebrard o seguir cargando con los radicalismos de López Obrador que alejaron al partido de las urnas y le dieron la victoria al PRI y que dejaron al PRD fuera de las negociaciones políticas durante doce años.
Lázaro Cárdenas
El PRD debe entender que López Obrador no es un jugador justo que compite para ganar o perder sino que asiste a las competencias para ganar o denunciar fraude y ensuciar los procesos e instituciones electorales. Y el PRD debe tener claro que López Obrador va a seguir siendo el centro político mientras le dure el ánimo político y será imposible hacerlo entrar en razones sobre la institucionalidad.
Pero en función del realismo político, el PRD debe buscar su propio espacio y olvidarse de complacer a López Obrador. Si no lo hace, el tabasqueño seguirá mandando en el partido aún desde fuera. De ahí que el dilema del PRD haya quedado claro: o el modelo de partido con un proyecto político claro o el cesarismo de un dirigente que impone decisiones a capricho y en función de objetivos personales.
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