PRI: ¡Al ladrón, al ladrón!
CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ
En esa parte kafkiana que tiene la política mexicana, el PRI arrancó el año como si hubiera comido gallo en la Navidad y no pavo. El senador Manlio Fabio Beltrones, la dirigente Beatriz Paredes y el senador Francisco Labastida regañaron al presidente Felipe Calderón por el alza en cascada de precios que fueron producto de las medidas aprobadas en diciembre... por el PRI.
El PRI no parece salir del viejo populismo que cree que la economía se maneja a contentillo. Las alzas de precios fueron producto del reacomodo automático de la economía como efecto del aumento de precios y tarifas públicos e impuestos que aprobaron los partidos en el congreso, incluyendo el PRI. Lo peor hubiera sido aumentar precios y tarifas e impuestos y romper el ritmo económico cong elando precios o prohibiendo su ajuste.
En todo caso, el alza generalizada de precios fue consecuencia de la negativa de los partidos -el PRI, sobre todo- a cambiar el modelo de desarrollo y la política económica. El aumento de un punto porcentual en el IVA generalizado -para pasar de 15 a 16 por ciento- fue un acuerdo secreto de los legisladores del PRI con el secretario de Hacienda, Agustín Carstens. El efecto lógico fue aumentar en 1 por ciento los precios al consumidor.
La estridencia priista tiene sólo una intención: deslindar su responsabilidad de la dolorosa cuesta de enero. El PRI quiere hacer parecer la carestía como el fin del mundo y como un golpe mortal al poder de compra de los consumidores. Pero si se revisa la historia económica de los últimos sexenios, varia sorpresas podrían hacer sonrojar a los priistas: la pérdida de poder adquisitivo del salario fue en el ciclo priísta 1983-2000 de 37 por ciento, en tanto que la pérdida de capacidad salarial en los diez años de panismo en la presidencia apenas llegó a 12 por ciento. En el sexenio de Miguel de la Madrid, en el que Carlos Salinas fue el arquitecto de la economía, la pérdida salarial fue de 46 por ciento, en tanto que en el cuatrienio de Calderón el poder de compra ha aumentado en 10 por ciento.
El alza generalizada de precios ha sido un nuevo aviso -por si acaso faltara- de que la política económica ya no da más, que cada revisión anual tiende a decisiones que dañan a los ciudadanos y que el fondo radica en los resabios populistas del pasado. La economía mexicana debe de transitar de una política proteccionista y asistencialista a una economía dinámica, capaz de generar riqueza para todos. Los populismos prefieren subsidios improductivos a una economía basada en la actividad productiva.
La política económica de diciembre y enero del gobierno del presidente Calderón fue típicamente priísta. Las alzas de la cuesta de enero son las mismas que ha padecido el país en los años de la crisis de 1976 al 2000. Por eso los priístas carecen de autoridad moral y política para rasgarse las vestiduras contra la carestía.
La carestía es efecto de un aparato productivo distorsionado y atado a compromisos políticos y una política económica improductiva. Por tanto, los legisladores debieran atender las causas y no las secuelas.
Si a los priístas les molesta la carestía, entonces están preparados para cambiar la política económica. A menos, claro, que se trate de una postura demagógica y que busca solamente congraciarse con las masas, pero sin resolverle los problemas. Sería una forma de comprar votos para el 2012 pero sin resolver los problemas de la crisis.
Las quejas hoy del PRI son iguales a los gritos del ladrón que grita: ¡al ladrón, al ladrón! para distraer la atención.
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