Chez Cuevas, además
boda de la princesa de Zara
ENRIQUE CASTILLO—PESADO
DESDE 1946 CONOZCO a José Luis Cuevas, enfant terrible (siempre deja boquiabiertos a todos) no sólo del mundo del arte pictórico y cinéfilo, sino un ser humano vertical, amigo de sus amigos, consciente de que lo que sucede en México “es sumamente delicado”.
OTRA VEZ, esa genial mujer tan atractiva y talentosa como lo es Beatriz Bazam de Cuevas convocó a más de 100 personalidades a la residencia que los Cuevas tienen en San Ángel Inn. ¿El motivo?: homenajear a José Luis y festejarle otro “menos—cumpleaños” (cómo él los tituló desde que realizó el Mural Efímero, allá por 1967—68, en la otrora gloriosa Zona Rosa, hoy convertida en un muladar del actual gobierno perredista al frente de una Ciudad de México que sólo conserva destellos de aquella Ciudad de los Palacios que asombró al barón Alexander von Humboldt). Por supuesto, en el convivio no faltaron el escritor Carlos Fuentes (aún gozo sus textos de la Región más transparente) y su musa, Silvia Lemus, ex publicista, escritora y conductora de programas de entrevistas en la TV mexicana); la canciller Patricia Espinosa, puntualísima a la cita, conversó –largo y tendido-- con el autor de Aura y la Silla del águila; Elenita Poniatowska, quien rió y bromeó de lo lindo con el artista más discutido de México a nivel nacional e internacional (me refiero a Cuevas); Almirante Mariano Francisco Sáynez Mendoza, Secretario de Marina; el pintor surrealista Pedro Friedeberg; Elena Vela, Alejandro Ordorica y la otra gran artista plástica mexicana y excelsa chef, Martha Chapa (“en tres semanas, volverán a aparecer nuestros programas en TV Mexiquense”); Ana Lilia Zepeda, Jorge Burillo Azcárraga y Lourdes de Burillo; don Ramón Xirau, figura célebre de aquellos republicanos que llegaron a México y que recibió con cariño el general Lázaro Cárdenas, y Anita de Xirau; Andrés Holzer con su esposa; Arnaldo Coen y Lourdes Sosa; el visionario Leonardo Nierman; José García Ocejo, informándonos que junto a su casa en plena colonia Roma, su hija Mercedes rescató otro de esas bellas mansiones de estilo colonial francés; Aurora López de Ortigoza, de entrada por salida (“así me enseñó Heavy Castle”), Antonio Fritz Zozaya, Guido Agostoni Colombo, Tongolele y muchos más. A Cuevas le mostré el dummie de mi próximo libro que intitulé Logos y en el que ustedes leerán muchas anécdotas que viví con mi amigo José Luis Cuevas, desde los 70s a éstas fechas. Aún recuerdo que él, Francisco Corzas, Rafael Coronel, Leonardo Nierman y Friedeberg, entre otros, me enviaban pinturas y litografías que yo nunca podría adquirir con mi economía.
La hija de Amancio
Conozco desde hace 35 años a dos de los hombres más ricos de España: Amancio Ortega y al banquero Emilio Botín. Realicé viaje ultra rápido a Madrid para estar presente en la boda de Marta Ortega (sí, la joven princesa del imperio Zara) y el caballista Sergio Álvarez. Asistí a la capilla del Pazo de Drozo, una de las casas paternas de don Amancio. Y el evento no resultó “un cuento de hadas”. Para mí, fue el habitual de un pareja con padres de posibles (de más posibles, of course). Entre los 200 invitados, muy pocos compromisos de familia, pocos representantes de la empresa familiar, y sí varios amigos de los novios, o compañeros de afición/trabajo, del mundillo de la hípica.
De México, sólo el columnista de RSVP. Vi entre las más ricas y conocidas y únicas celebrities, a la rica heredera Athina Onassis y a la soprano Ainoa Arteta, parejas de jinetes. Amancio Ortega me saludó con el mismo cariño que cuando lo conocí hace más de tres décadas en uno de los restaurantes de Lucio Blázquez (hoy, mandamás de Casa Lucio, Los Huevos de Lucio y el célebre Landó). Dijo a RSVP: “Enrique, estoy feliz y nada nervioso. Antes de que empezaran a llegar los invitados a bordo de furgonetas, el tráfico fue regulado en la estrecha pista que bordea parte del Pazo y es parte del Camino Inglés a Compostela. Por supuesto, la novia marta Ortega llegó con su padre, Amancio Ortega. Ella, ataviada con vestido hecho (y no de) Zara. Álvarez lució un traje más homologado de Máximo Tutti. Y ni qué decir del remo que fue inspirado en la primitiva pintura flamenca, confeccionado por el francés Thierry Boutemy, a tono con la decoración floral. La ceremonia, totalmente tradicional. Y la salvedad de que en la pequeñísima capilla prácticamente sólo se ubicaron los protagonistas. El resto de los invitados (incluido yo) seguimos el “sí quiero” en unas pantallas de plasma encastradas. Al terminar la ceremonia, Ainoa Arteta interpretó el Ave María de Charles Gounod (ese fue su obsequio de boda). En vez de carpa para la recepción, colocaron una hermosa estructura que englobaba a varias, que a última hora se revistió de un muro imitando piedra. La conexión de la capilla (tip para las huestes de Sussana Palazuelos, Eduardo Kohlman y Mayita) se hizo mediante un pasillo con bancos como si fuese la nave de una iglesia, en donde los asistentes siguieron la retransmisión de la boda. Al finalizar, los invitados pasaron a un salón de casi 1.000 metros cuadrados, decorado por Fernando Sotomayor, pintor costumbrista de la burguesía gallega. El menú, de Tejedor, chef de casa Marcelo (estrella Michelin), con entrantes y postre de Nacho Manzano. Y sí, la cubertería, de Zara Home. El viaje de boda: a Canarias y luego a Santo Domingo. Y hasta la próxima, ¡abur!
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