Las firmas farmacéuticas que desarrollan un fármaco paliativo para combatir el virus que azota África reportan su investigación a Fort Detrick, un enclave del Departamento de Defensa norteamericano acusado de desarrollar armas biológicas.
Ébola. El número de afectados mortales ya alcanzó las cuatro cifras. Se registró ya el primer deceso en Europa.
En la exitosa y recién estrenada serie televisiva norteamericana Helix, un equipo de élite de biólogos del Centro de Control de Enfermedades Infecciosas, organismo perteneciente a El Pentágono, desembarca en una base militar del Ártico para impedir que el grado cero de un virus letal descubierto en ese lugar se expanda a otras zonas del orbe.
Arropados con uniformes llamativos y totalmente blindados a cualquier foco infeccioso, los especialistas comienzan una sórdida pelea con los jerarcas militares, quienes se niegan a entregar información sobre la arriesgada investigación con “mutágenos” y “transgénicos” desarrollada en la unidad castrense por orden de la Casa Blanca. Finalmente, un hombre de El Pentágono se sincera con los médicos y les espeta una orden indiscutible: “Acá mandamos nosotros”.
La medicina al servicio del poder, claro está. Ahora bien, el guión de Helix puede ponerle letra a la última noticia significativa surgida en la lucha contra el mortífero brote de ébola.
Oficialmente, los directivos de la Organización Mundial de la Salud debaten la posibilidad de utilizar en África Occidental un medicamento experimental, un fármaco antiviral denominado ZMapp, que habría dados resultados positivos en Estados Unidos en hombres infectados con el virus. Pero, el subtexto no escrito en ningún zócalo televisivo es otro.
De acuerdo con varias investigaciones periodísticas que estudian el oscuro vínculo de El Pentágono con ciertos avances medicinales, los gigantes farmacéuticos, como la firma Mapp Biopharmaceutica o la empresa canadiense Tekmira Pharmaceuticals, que trabajan en patentar la píldora mágica contra el ébola, lejos de ser filántropos humanitarios, podrían monopolizar un negocio multimillonario y, en el peor de los casos, desarrollar un arma biológica letal.
Puede sonar a teoría conspirativa pero fue un dato de la realidad, y no una ocurrencia de la serie Helix, que un vicepresidente como el halcón Dick Cheney aprovechara la crisis sanitaria disparada por la gripe A en el año 2008 para vender el patentamiento del antiviral Tamiflu, tan eficaz como un placebo, a la multinacional suiza Roche.
El virus del ébola ya no es, solamente, una problemática que aqueja al sistema de salud público africano. Diez días atrás, los directivos de la OMS declararon el máximo alerta estipulado en su protocolo y decretaron una “emergencia mundial sanitaria”. Además, con la muerte del sacerdote Miguel Pajares en el Hospital madrileño Carlos III, las actas de defunción del ébola tuvieron su primer caso en territorio europeo.
Según una fuente hospitalaria consultada por el portal electrónico español El Periódico, el deceso de Pajares fue macabro. “El paciente tenía el riñón mal, de hecho ya no orinaba, padecía también tifus, sufría problemas cardíacos y había perdido todas las defensas, con lo cual la salvación de su vida no era posible. El ébola se lo había comido por todos los lados”, advirtió una persona integrante del equipo médico que intentó salvar la vida del párroco infectado en Liberia.
Evidentemente, la muerte de Pajares precipitó el debate en la comunidad internacional sobre la necesidad de acelerar una intervención sanitaria eficaz en los países afectados del África Occidental. Por ese motivo, la cúpula de la OMS comenzó a discutir en Ginebra la posibilidad de utilizar un fármaco experimental, denominado ZMapp, que supuestamente salvó la vida de dos norteamericanos, integrantes de una ONG con trabajo territorial en Guinea, que fueron repatriados a Estados Unidos cuando los síntomas del ébola comenzaron a derribar su sistema inmunológico.
“Sabemos que la medicina les fue administrada a dos norteamericanos que contrajeron la enfermedad aquí y, por lo tanto, sería bienvenida su envío a nuestra patria”, rogó la jefa de Estado de Liberia Ellen Johson-Sirleaf.
El pedido es música para los oídos del presidente Barack Obama, quien necesita recuperar posiciones geopolíticas en África, donde la presencia china creció exponencialmente en los últimos años.
Recapitulando, un holding farmacéutico ligado al Pentágono tendría el know how necesario para desarrollar un antiviral eficaz contra el ébola. Pero, según especialistas en la complicidad del complejo militar industrial norteamericano con el desarrollo de armas biológicas, la conclusión podría ser otra: La cura del virus también puede ser decodificado como su control para reutilizarlo en la infección de poblaciones localizadas en territorios enemigos.
“Es conocido internacionalmente que desde hace muchos años el gobierno de Estados Unidos y, en especial, el Pentágono, utiliza las instalaciones existentes en Fort Detrick como laboratorio para el desarrollo de armas químicas, biológicas, el control de virus de todo tipo, los llamados patógenos exóticos y todo aquello que pueda ser utilizado contra lo que se considere un peligro al régimen establecido”, comienza advirtiendo el columnista del portal El Periódico Néstor García Iturbe en una pieza titulada “El ébola y el Pentágono”.
Otras cadenas informativas, como la canadiense Global Research o la agencia de noticias moscovita RT, coinciden es señalar a Fort Detrick como el oscuro enclave donde trabajan los investigadores farmacéuticos que intentan escudriñar la cura del ébola.
“El medicamento para curar la infección del ébola esta siendo desarrollado por una compañía biotecnológica con sede en San Diego, llamada Mapp Biopharmaceutica, cuyo equipo científico trabaja con el ejército estadounidense en el Fort Detrick. Dicha unidad es un centro de investigación biológica y de desarrollo de armas químicas que está acusada de inocular virus como el VIH, el ébola, la peste bubónica, el ántrax o el virus del Nilo Occidental. La intervención de Washington para paliar los efectos del ébola en África es preocupante. Recordemos que el gobierno de Estados Unidos ha sido denunciado por numerosos casos de bioterrorismo en Guatemala, Puerto Rico, Cuba y Corea del Norte”, sintetizó la periodista de RT Karen Méndez.
El bioterrorismo es el nuevo hit narrativo de las plumas de Hollywood pero está lejos de ser ciencia ficción. Es más, el propio presidente Barack Obama reconoció oficialmente en el año 2010 que el Servicio de Salud Pública de su país había infectado intencionalmente en la década del ’40 del siglo pasado, y sin previo aviso, a enfermos mentales y presos de Guatemala con sífilis y gonorrea para estudiar el desarrollo de las enfermedades sexuales.
Además, en un hecho mucho más reciente en el tiempo, el organismo Serpaj, de Paraguay, denunció que durante una supuesta misión humanitaria del Comando Sur en el Chaco paraguayo, transcurrida en el gobierno de Fernando Lugo, los marines utilizaron la fachada del ejercicio Medrete para esterilizar forzosamente a mujeres campesinas pobres.
“El 11 de febrero de este año una viróloga norteamericana que estaba trabajando con el virus del ébola tuvo un accidente cuando una aguja infectada le rozó un dedo, por lo que fue remitida a un área especial de aislamiento por treinta días. Al parecer, el tratamiento fue efectivo y la viróloga, cuyo nombre no han publicado, se reintegró a sus labores. Igualmente, en estos momentos, se encuentra en fase experimental un suero secreto denominado ZMapp por el Pentágono.
“Ese suero es producido por la firma farmacéutica Mapp Biopharmaceutical, con sede en San Diego, empresa casi totalmente desconocida, pero de fuerte vinculación con el Departamento de Defensa, por lo que no sorprendería que fuera una empresa fachada en la que el Pentágono y la CIA realizan experimentos que legalmente no pueden realizar y a los que el Congreso se opondría fuertemente”, esgrime, y conecta el oscuro prontuario sanitarista del Pentágono, el columnista García Iturbe.
La medicina también puede leerse como una intervención del poder sobre los cuerpos advirtió siempre en sus famosos ensayos el semiólogo francés Michel Foucault. El ébola, por ahora, parece ser un fantasma atroz e invisible. El dispositivo sanitario militar que lo doblegue podrá contar con un saber estratégico. Indudablemente, en esa carrera, el Pentágono marcha primero.
*Miradas al Sur
|