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Edición 381
Escrito por Jorge Guillermo Cano   
Domingo, 03 de Marzo de 2019 01:04

 38117

APUNTE

Con esas “calificadoras”

  • ¿Se justifica su influencia?
  • La especulación es el negocio
  • Conflictos de interés y colusión
  • Manipulan y venden indicadores
  • Entre demandas y pésima fama

Jorge Guillermo Cano

CULIACÁN DEL CAOS VIAL, los retenes, baches y topes, Sinaloa. Parafraseando a Marx: hay que educar a los educadores (lo que aplica para quienes ahora conducen la educación en México, lo que será motivo de otra columna) en los tiempos que corren se precisa evaluar a las “calificadoras”.

En este caso me refiero a las internacionales como Standard and Poor’s, Moody’s y Fitch Ratings, cuyas calificaciones con frecuencia se asumen (sobre todo desde los oficiales medios) como indicadores de necesaria referencia en los asuntos de la banca y las finanzas nacionales y mundiales.

Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch son “las tres grandes” entre las agencias globales. Las dos primeras son las más influyentes y la tercera tiene menor influencia, aunque no deja de ser considerada entre las principales.

De las tres, sus “calificaciones de riesgo” de países, corporaciones y, en general, entidades que manejan recursos e inversión, tanto pública como privada, se toman como indicadores influyentes en los mercados financieros.

Una descalificación puede ocasionar serios problemas a Estados nacionales, no porque corresponda a la realidad en sí, sino por las dinámicas que prevalecen en un mundo financiero regido por la especulación más rupestre.

Esas tres “calificadoras de riesgo” están controladas por accionistas vinculados al aparato financiero, de Estados Unidos, principalmente, y gestores de activos. Muchas de las empresas que son propiedad de los accionistas son usuarias de sus agencias calificadoras.

El gran negocio especulativo

Standard and Poor's, al igual que las otras dos, es proveedora de información financiera. Se le tiene por una de las más importantes del mundo y realiza sus funciones desde hace siglo y medio; sus dictámenes se asumen como indicadores válidos para la toma de decisiones.

Pertenece a The McGraw-Hill Companies, proveedor global de servicios de información que opera desde 1888 y tiene más de 280 oficinas en 40 países.

Según su propia información, Standard and Poor’s tuvo “ingresos operativos”, en 2009, de dos mil 610 millones de dólares, pero fuentes del Congreso estadounidense afirman que, en realidad, pasó de ganar poco menos de tres mil millones de dólares en 2002 a más de seis mil millones en 2007.

Para la última década, se estima que las ganancias se han duplicado. Las otras dos calificadoras también registran grandes ganancias, más Moody’s que Fitch, pero en los tres casos las ganancias son millonarias, en dólares. Las tres agencias, y otras menores, cobran muy bien por sus servicios.

Colusión y conflictos de interés

La colusión y los conflictos de interés entre las calificadoras y sus clientes (muchos son sus propios accionistas) ha sido denunciada de manera reiterada, de modo que sus “recomendaciones” deben ser tomadas con precaución.

Es el caso de la que emitió recientemente Fitch Rating, advirtiendo que quitar algunas comisiones bancarias, como es la propuesta de muchos legisladores en México, “podría ser negativo para el país y afectar la inclusión financiera”.

Según Fitch, la propuesta de morenistas en el Senado de la República, de cancelar el cobro de ciertas comisiones bancarias a los clientes, afectaría directamente a la banca (a sus desproporcionadas ganancias, en efecto) y la agencia “cree que la rentabilidad de los bancos mexicanos podría reducirse (pues) el ingreso por comisiones es una fuente importante de ganancias”.

En efecto, Fitch cita que “tan sólo el ingreso por cobro de comisiones ascendió en 2017 a más de 108 mil millones de pesos, ocho por ciento más que en 2016”. La defensa del interés bancario, leonino, deja claro a quien sirve Fitch.

Calificadoras descalificadas

La confiabilidad de las calificaciones de esas agencias siempre ha estado en cuestión y su influencia se debe únicamente a las normas no escritas que rigen al gran capital transnacional.

A fines de 2008, cuando la crisis hipotecaria en Estados Unidos, la que desencadenó la última crisis global de la que aún no salen muchos países, las agencias de calificación Moody’s, Standard and Poor’s y Fitch, fueron señaladas como “responsables de la crisis financiera” por congresistas de Estados Unidos.

Esas agencias dieron “notas altas a ciertas compañías y a sus inversiones en créditos hipotecarios de alto riesgo”, lo que trajo como consecuencia una sobrevaloración de activos que aprovecharon los especuladores y el consecuente desplome.

En esa ocasión, Henry Waxman, del Partido Demócrata y presidente del Comité de Supervisión de Asuntos de Gobierno de la Cámara de Representantes, declaró que “la historia de las firmas calificadores de riesgo son un fracaso descomunal”.

Waxman señaló que “millones de inversores confían en sus evaluaciones”, pero las calificadoras “rompieron ese vínculo de confianza y los reguladores federales ignoraron las señales de alerta y no hicieron nada para proteger a la gente”.

Vendiendo “estrellitas”

Tanto Standard and poor’s como Moody’s y Fitch, también han sido acusadas de influir interesadamente en la credibilidad financiera de los países.

Se han documentado casos en que determinada nación aparece con baja, o alta, calificación (factor para obtener fondos de la banca mundial) en concordancia con localizados intereses de la misma banca.

Tanto a nivel de empresa privada como de naciones, “las necesitadas de una valoración pagan a las calificadoras para que las evalúen”, lo que configura un evidente “conflicto de intereses”, apuntó Waxman.

Por su parte el representante demócrata, Stephen Lynch, explicó en esa ocasión que cuando las empresas calculan que podrían recibir una “mala nota”, si se atienen a su realidad, entonces no contratan a la agencia calificadora.

Estas, en respuesta, comienzan a asegurar buenas notas para no perder a sus clientes (o calificar negativamente, como puede ser el reciente caso de Pemex).

Bonos basura

Standard and Poor’s, al igual que Moody’s y Fitch, otorgó nota triple A (la más alta) a “bonos basura”, denunció la representante demócrata Diane Watson.

En general, y al contrario de lo que pasó después con quienes confiaron en sus evaluaciones, los ingresos de las calificadoras casi se duplicaron entre 2002 y 2007, durante la ola de “inversiones de riesgo” (activos vinculados a los préstamos hipotecarios) en Estados Unidos, agregó Watson.

En el resto del mercado, los analistas críticos aseguran que la forma de operar de las agencias como Standard and Poor’s, Moody’s y Fitch, se determina en dos vertientes: la simple especulación en búsqueda de ganancias, manipulando las tendencias del mercado, y la venta de evaluaciones.

A sabiendas, valoraciones infladas

Waxman citó un correo electrónico, del 16 de diciembre de 2006, en el que un funcionario de Standard and Poor’s expresaba su preocupación por la alta calificación otorgada a una inversión insegura: “esperemos ser ricos y estar jubilados para cuando este castillo de naipes se caiga”, decía.

Y en la avalancha de críticas documentadas no se olvidó que fue precisamente Standard and Poor’s la agencia calificadora que avaló a la tristemente famosa firma Enron, unos días antes de su fraudulenta debacle financiera, la que muchos ubican como el inicio del deterioro económico de Estados Unidos.

En el caso de las hipotecarias, la conclusión fue que “las calificadoras otorgaron, a sabiendas, valoraciones falsas e infladas para los títulos respaldados por préstamos problemáticos, que luego se convirtieron en una pesadilla financiera para millones de familias”.

Múltiples demandas

La agencia Reuters, en noviembre de 2013, seguida incluso por la revista Forbes, publicó que “los liquidadores de dos fondos de cobertura del quebrado banco de inversión Bear Stearns presentaron una demanda contra las tres principales agencias calificadoras de crédito, acusándolas de la asignación fraudulenta de calificaciones infladas a valores de los fondos”.

Los demandantes están exigiendo a Moody's Investors Service, Standard & Poor's y Fitch Ratings, una indemnización de mil millones de dólares por daños y perjuicios ocasionados a los propietarios de fondos. La demanda está en la Corte Suprema del Estado de Nueva York. 

En otro ámbito, abogados españoles han demandado a las agencias que acusan de “buscar el lucro propio en contra de la economía española”.

El propio Fondo Monetario Internacional (FMI) afirma en uno de sus informes que las agencias calificadoras “se sirven y abusan del poder que tienen y necesitan una supervisión más estrecha porque sus actividades tienen un impacto significativo en el coste del endeudamiento de los países, pudiendo afectar a su estabilidad financiera”.

Tamborazos

-Tiene toda la razón AMLO al calificar de “hipócrita” a la “calificadora” Fitch, siempre en el rejuego del capital transnacional, al igual que las demás. Rechazarlos sin más, es lo que procede.

-También es correcta y consecuente la postura de López Obrador en el caso de Venezuela. De esa manera, respetando la autodeterminación de los pueblos, México recupera su actoría, que había perdido, en la política exterior internacional.

-En el otro lado de la moneda, Tijuana es ya la antesala de los tribunales estadunidenses, (dispuesta por el especulador Trump) que revisan las peticiones de migrantes, no sólo de Centroamérica, sino de cualquier parte del mundo.

-Tan corruptos y delincuentes los “huachicoleros” como aquellos que les compran la gasolina robada. Ambos deben ir a la cárcel. Su correspondencia: Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla .



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