Apunte
JORGE GUILLERMO CANO
(Exclusivo para Voces del Periodista)
Y este era un gato…
Mientras la situación (y entiéndase por ello el todo de la nación) en México está peor ahora que antes; cuando la “guerra” contra el narcotráfico ha devenido en tragedia civil y decenas de muertes diarias ya no asombran a nadie (antes, siquiera un poco) Felipe Calderón declara que “los comicios del domingo pasado (4 de julio) representaron un mensaje claro de rechazo a la violencia y a quienes pretenden actuar al margen de la ley”.
Una relativa calma quizás explicada por treguas o acuerdos ni tan bajo cuerda (lo que pondría en evidencia el cuento de la guerra total) le sirve al ejecutivo para disfrazar la realidad trágica que sobrelleva a duras penas el país.
Y eso, tan sólo una parte del ominoso todo que se viste de oropeles impropios y hace fuegos fatuos en la víspera del “bicentenario” cariacontecido.
Alternancias y “cambios” que no son más que figuraciones en un entorno social, económico y político, donde el dinero impone las reglas.
Asegurado el mando, los amos del país se dan el gusto de jugar con la esperanza nacional inventando gestas de pacota.
Para que todo siga igual
En la danza sucesoria del pasado domingo 4 de julio (mientras en Estados Unidos tenían su festejo nacional) se dieron los reacomodos que le permiten al sistema presumir una “legitimidad democrática” fincada en la simulación, pasando por la abusiva venta de la esperanza a través de “cambios” que no resisten el menor análisis.
En el colmo, muchos que siguen sin aceptar como “legítimo” a Calderón, al menos en el discurso manido, ahora tienen que aplaudirle y apapachar a sus comisionados tipo César Nava, timonel de mentirosos consumados que tipifican la baja política mexicana.
Esto, desde luego, no hace buenos a los enemigos “históricos” del PRI que, extraña parsimonia, ven pasar los reacomodos y esperan los que vienen.
Claro que, entre ellos y los demás, quienes han tirado la hacienda en la cruzada no lo ven del mismo modo.
Pero a todos sirve la explicación que el príncipe De Salina da a su sobrino Tancredi, en “El Gatopardo”, de Lampeduza: de lo que se trata es de que parezca que todo cambia, para que todo siga igual.
Las cruzadas falaces
Los “líderes” partidarios, sobre todo los dependientes de Los Pinos y “opositores” coaligados, propiciaron, y en no pocos casos (Sinaloa entre ellos) promovieron abiertamente un clima de inestabilidad y temor. Desde la matriz curiosamente opositora, Los Pinos, se dibujó un cuadro de batalla de perfil mesiánico.
El mensaje falaz no podía prosperar más que en un ambiente descompuesto, alejado a sabiendas de la racionalidad y llevado al punto del delirio inconsecuente.
Se hizo del encono y el agravio, cierto e incierto, la “estrategia” de campañas vulgares e impropias de una democracia decente.
A como dé lugar
De la mentira a sabiendas, la farsa ideológica, resultó que quienes unos meses atrás estaban donde “el enemigo” (del PRI o del PAN según la entidad) pregonaban el “cambio” de lo que fueron, y son, claramente corresponsables.
Se buscaba, y se busca, el poder por los medios que sea, “haiga sido como haiga sido”, y se contó para ello con la casi total militancia mediática. Nada nuevo, por cierto, pero esta vez grotescamente expuesta sin recato alguno.
Se enrareció al ambiente a grados no antes vistos en la historia reciente: animosidad rampante al punto del desequilibrio, confusión y miedo, los denominadores.
Y lo dicho hasta aquí no hace bueno al PRI, el “enemigo a vencer” (por ahora, pues dada la “consecuencia” de la clase política, el día de mañana las alianzas pueden ser al revés).
Monólogos
A la luz de lo acontecido (y lo que puede venir, en el colmo de los despropósitos si dable fuera) es preciso reiterar: en nuestro medio no hay interlocución social, la participación ciudadana es de suyo limitada, parcelada e irrelevante.
Lo encomiable sería abrir el debate, evaluar la situación nacional con seriedad, sus políticas y estrategias, en una muestra precisamente de interlocución.
En tanto, desde la oficialidad no hay más que monólogos de facto que se aplauden a sí mismos.
El cínico navita
El comisionado de Los Pinos en el PAN, César Nava, no parece tener límite en su desprecio a la verdad y realidad.
Recientemente, en el rejuego de las quejas y mutuas acusaciones de la nefasta clase política, aseguró que “los triunfos electorales del PAN nunca han sido fincados en el uso de los programas federales, en cambio en Sinaloa, Oaxaca, Puebla, Tamaulipas y Veracruz el derroche de los recursos públicos es evidente para favorecer a los candidatos del PRI”.
Lo del derroche cierto ha de ser, pero la “inocencia” panista es una verdadera mafufada y una falta de respeto a la inteligencia ciudadana.
Para infortunio de los sinaloenses, el secretario de algo, Heriberto Félix Guerra, así como la casi totalidad de los delegados federales panistas, usan descaradamente sus representaciones con propósitos electoreros, como ha sido denunciado y documentado ampliamente.
Pero ¿qué se puede esperar de alguien, Nava, que negó su firma en acuerdos oscuros y luego se desdijo cuando le mostraron el documento de marras?
Tamborazos
-En Sinaloa, ya se sabe, ganó la gubernatura el hasta hace poco priísta declarado, Mario López Valdez, derrotando al priísta Jesús Vizcarra Calderón. La diferencia, al cierre del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) del Consejo Estatal Electoral (CEE) era de poco más de cinco puntos porcentuales.
López Valdez tenía 515 mil 68 votos, contra 459 mil 315 de Jesús Vizcarra; la participación ciudadana era del 57.05 por ciento, con 16 mil 930 votos anulados y 3 mil 208 por candidatos no registrados.
Es decir, López Valdez tenía el 51.79% mientras Vizcarra el 46.18 y entre anulados y no registrados poco más del dos por ciento.
-Cruciales para la victoria de López Valdez fueron los dos distritos de Los Mochis, donde ganó con una proporción mayor a cuatro-uno, mientras que Vizcarra, en los distritos de Culiacán, ganó, como se esperaba, pero con una diferencia menor de dos a uno.
Ello indica que el aparato promotor del voto le funcionó a López Valdez y le falló a Vizcarra Calderón.
-Se dio, pues, la alternancia, si acaso de personas que ciertamente se alternan en el poder, pero el “cambio”, más aún el que se presenta como radical, tiene que sustentarse en referentes evaluables.
Asegurar un cambio positivo desde ya riñe con el entendimiento de nuestra realidad política y sus actores.
Y está por verse, concediendo el beneficio de la duda, más por imperativo lógico que por convencimiento. (
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