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El gobierno de los peores
En septiembre pasado se cumplieron 71 años de que el Partido Acción Nacional (PAN) prometió a los mexicanos una Patria ordenada y generosa. Al llegar a esa edad en 2000, un decadente y esclerótico Partido Revolucionario Institucional (PRI), hijo del Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y nieto del Partido Nacional Revolucionario (PNR), fue despojado de la Presidencia de México.
Hasta 1988, en que el usurpador Carlos Salinas de Gortari empezó a proclamar el fin del sistema de “partido casi único”, el PAN, que se asumía monopolio de la oposición político-electoral, era reputado por sus publicistas oficiales y oficiosos como la opción más ameritada para concretar la transición democrática y conducir los destinos de la nación.
En aquel macabro sexenio, voces como la del primer gobernador panista -el de Baja California- Ernesto Ruffo Appel, y de los que luego llegaron a la gobernación de sus estados, como el chihuahuense Francisco Barrio Terraza, ya blasonaban que el PAN estaba cogobernando la República. El alarde parecía el resultado lógico de la alianza estratégica PAN-salinismo, que en su momento confesó públicamente el entonces dirigente de esa formación, Luis H. Álvarez.
Digamos, pues, que durante doce años, el PAN estuvo cogobernando México, hasta que arribó formalmente a Los Pinos en 2000, donde ha despachado otros 10. Son, entonces, 25 años en los que el PAN ha ejercido la gobernación. ¿Dónde está hoy la Patria ordenada y generosa que ofreció el PAN hace 71 años, en que inició su brega de eternidad al grito de ¡Arriba corazones!?
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Para situarnos en la actual década, preciso es recordar que el ex presidente Vicente Fox era dado a publicitar su administración como el primer gobierno democrático en la historia de México. Se antojaba llegada la fase culminante del programa de acción y de los principios de doctrina que el PAN lanzó al mercado electoral en 1939, en los que ofertaba el humanismo político como premisa de buen gobierno; refrendados, esos compromisos, en cada encuentro nacional con modalidades retóricas como el Cambio democrático de las estructuras y el Solidarismo.
En cualquier sistema medianamente democrático, dos décadas y media son un periodo bastante razonable para que una alternativa de gobierno demuestre la autenticidad de su vocación; su eficiencia y su eficacia económica, política y social. Algunas de esas alternativas, en América Latina por ejemplo, en menos tiempo han llegado soberanamente a reformas constitucionales a fondo, reorientado modelos teórico-jurídicos y avanzado en el reordenamiento y el progreso socioeconómicos. Casos hay en que, de cara a la crisis financiera mundial de 2008-2009, se han mantenido relativamente a salvo las variables económicas fundamentales y profundizado la reversión de la pobreza.
En México no ha ocurrido así: La fallida gestión del poder presidencial por el PAN se ha caracterizado por coartadas como aquella de que todas las calamidades que postran y humillan a sociedad mexicana, son la fatal consecuencia de los malos gobiernos que lo antecedieron; incluso, del inmediato anterior del mismo partido. Coartada inadmisible, toda vez que, precisamente para hacer las cosas de modo diferente, se buscó el mandato. Y nada se ha hecho diferente: se refrendaron y prolongaron explícitamente los innobles pactos con los agentes políticos más corrompidos y con los rapaces grupos plutocráticos domésticos y extranjeros o extranjerizados que medran en una economía rabiosa e indiscriminadamente privatizada -lo que los estudiosos denominan economía criminal-, e implícita y selectivamente con mafias del crimen organizado.
De la Patria ordenada y generosa prometida por los padres fundadores del PAN, sólo se observa en nuestros días la sanguinaria e impune anarquía, y de la generosidad sólo dan cuenta los privilegios otorgados a los favoritos de cuello blanco de siempre, a costa de la destrucción del Estado y de la persecución de toda resistencia social, a cuyos impulsores se les criminaliza como en los viejos tiempos del priismo resurgente. No hay política, condensaba la situación de su época don Manuel Gómez Morín: Lo que padecemos es una abominable y odiosa escatología. Otros le llamaría de manera elegante e indulgente: kakistocracia. El gobierno de los peores.
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