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¿Platos de lengua?
Sin mayor necesidad explicativa, analistas y comentaristas de esta realidad que ves ubican “ganadores” y “perdedores” en las cruzadas sin cruzados que han sido los escarceos electoreros de la ni tan emergente “alternancia”, con las “alianzas” otrora impensadas aunque perfectamente entendibles y terrenales.
El hecho es que ganan los mismos y casi nadie en la clica, la que se viste de “oposición” y la otra, pierde; los desplazados son los que para el caso estaban programados; la carne de cañón y los que, a sabiendas, se embarcan en las gestas de pacota a ver qué cae.
Los dueños del dinero en este país, y sus epígonos, los del poder real que no delegado como los que llenan la marquesina, son los que ganan.
Patricio Patrón Laviada.
Y mientras así sea, “alternancias” y “cambios” que se suponen subsecuentes a las alianzas, que en realidad siempre han estado, no son más que simples figuraciones.
Hemos dicho que un análisis responsable de sus derivaciones no lo es tal si se ve atrapado en preferencias que desdibujan el acercamiento a la objetividad que, como se sabe, a menos que se ignoren cuestiones básicas de la comunicación, no puede ser más que acercamiento.
Las llevadas y traídas alternancias y “cambios” del sistema político mexicano, las de antes y las de ahora, a la luz de sus resultados, no han significado más que expectativas no concretadas en un entorno social, económico, cultural y político, donde el dinero impone las reglas.
¿Dónde andas, realidad?
Nada más ver los resultados, los referentes de la evidencia, como dice J. F. Lizárraga, y no se va lejos por las respuestas.
De una alianza panrrediana llegó el panista Patricio Patrón Laviada al gobierno de Yucatán, en el 2001; en Nayarit, de 1999 a 2005, con semejante mescolanza, un ex priísta, Antonio Echevarría, despachó en el palacio de gobierno de Tepic.
Otro ex priísta, Pablo Salazar, se convirtió en gobernador de Chiapas (2000-2007) postulado por una coalición PAN-PRD y ¿qué pasó en esos estados? ¿Cuáles son los indicadores de la superación y el cambio positivo?
Y el mismo canto
Si las matrices de los grandes problemas nacionales permanecen y los alternantes son harina del mismo costal, la lógica consecuencia es su reedición. Desde luego, la exigencia electorera remitirá a las manidas declaraciones de “cambio”.
Pero los cambios prometidos por los aliados de la “diversidad”, los que se pregonan como derivación de la democracia “alternante” en los estados donde han ganado elecciones, es hora que no se ven por parte alguna.
Antonio Echeverría.
Que es pronto, dicen, para los que apenas van llegando, y se impone el beneficio de la duda, pero si vemos los resultados donde ya gobernaron, no se va lejos por la respuesta.
No hay sugerencia alguna de retornos al priato (que, por cierto, con esos “cambios” nada más le da la vuelta a la manzana).
Lo que se necesita es algo distinto, realmente diferente a las formaciones partidarias, todas, que padecemos.
Con el prometer no hay bronca
El 14 de julio del año pasado, tres gobernadores electos, que ya son constitucionales, candidateados por “alianzas opositoras” (Oaxaca, Gabino Cué; Puebla, Rafael Moreno Valle, y Sinaloa, Mario López Valdez) todos de origen priísta no negado, se reunieron para firmar el compromiso de “garantizar un pluralismo eficaz, transparente y justo”.
Acordaron 12 acciones comunes de gobierno para impulsar “la transición democrática en los estados de Sinaloa, Oaxaca y Puebla” y así “responder al reclamo del cambio por un buen gobierno, con justicia e inclusión social”.
En el primero de esos acuerdos que signaron se comprometieron a que sus gobiernos serían “plurales, pero no de reparto de cuotas entre las burocracias partidistas”.
El segundo compromiso fue que “el pluralismo” iría “acompañado de eficacia para gobernar”. Según eso, los gabinetes respectivos serían integrados “con los mejores profesionales, hombres y mujeres, que contribuyan al cumplimiento de los compromisos (hechos) ante los ciudadanos”.
Y hay qué ver cómo, por ejemplo y muestra de incongruencia, en Sinaloa Mario López conformó su gabinete.
En la retórica
También se comprometieron los emergentes de la “alianza” a “reconciliar a la sociedad, actuando con estricto apego a la ley: sin rencores ni impunidad”.
Las alianzas (cuarto) serían preservadas, dijeron; los recursos ejercidos “de manera austera, transparente y responsable” (quinto) y “se reducirán los gastos suntuarios y los privilegios de los servidores públicos”.
Además, “los gastos de publicidad y medios estarán enfocados a informar y dar a conocer acciones de gobierno”.
En el punto seis plantearon impulsar “una agenda de reformas para la transición democrática que incluya la ciudadanización de los órganos electorales, de órganos autónomos en materia de derechos humanos, de rendición de cuentas y para la orientación editorial de los medios de comunicación del estado”.
¿Cómo está eso?
Los puntos cinco y seis pueden ser problemáticos, pues hay clara diferencia (que no parece ser entendida) entre información y propaganda. Además ¿a dónde apunta esa previsión de sólo “dar a conocer acciones de gobierno”?
En el sexto punto, hemos advertido, la confusión puede venir de no distinguir entre “Estado”, el aparato rector de la vida pública, y “estado” (con minúscula) que alude a una entidad federativa.
Debe aclararse si se trata de un error o se trata de “orientar” editorialmente a los medios de sus entidades federativas.
Al cielo quiero ir
Por lo demás, los gobernadores ¿ex priístas? ahora aliancistas prometen “construir gobiernos que afiancen un pluralismo eficaz, rindan cuentas, busquen la inclusión social y estén controlados por la ley”.
Es decir, lo que ciertamente no tenemos en México, como resultado de dinámicas políticas que ellos compartieron cuando eran tricolores partidarios (y también sus nuevos aliados).
Pablo Salazar.
Que los gobiernos de las alianzas sean “de la sociedad” está por verse (algo se está viendo ya y no abona al aserto) y demasiado cuesta arriba.
¿Y ahora qué?
A otro tema que dejaremos apuntado: no hace mucho escribimos: “¿Después del Ejército qué?” cuando se festinaba su participación en labores policiacas.
Está en riesgo la credibilidad de las fuerzas armas y su presencia disuasiva, dijimos.
La cuestión se vuelve más actual que nunca antes y es hora de que el gobierno mexicano se deje de simulaciones, desplantes inocuos, y enfrente con seriedad la realidad.
Tamborazos
-Al parecer, en Sinaloa las relaciones con la prensa se regirán por la cercanía emotiva y la militancia probada junto al nuevo gobierno. Estarán los “de corazón” y los que “se la jugaron”, han dicho. La prensa de a de veras, entonces, fuera.
-Mensajes infumables, de simplona propaganda política (¿dónde andas IFE?) los del “gobernador” o virrey de Jalisco, Emilio González Márquez, el que suele responder con mentadas de madre a sus merecidas críticas. Cuantiosos recursos para promover las figuraciones, y ambiciones, del “cambiazo”.
-Ya tienen más de dos meses los nuevos diputados, la LX Legislatura de Sinaloa, y hasta ahora nada han hecho respecto del claro latrocinio que cometieron sus antecesores. Empiezan a proceder como cómplices. (
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