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Edición 253

 

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Egipto: Historia en suspenso

PABLO MOCTEZUMA BARRAGÁN

Luego del derrocamiento del dictador de Túnez, donde en quince días el pueblo tunecino se movilizó para acabar con el gobierno de Zine El Abidine Ben Ali, logrando acabar con el dominio de éste déspota con 23 años en el poder y que huyó del país el 14 de enero para refugiarse en Arabia Saudita, comenzó la lucha en Egipto.

A los pocos días, el 25 de enero se iniciaron las movilizaciones en Egipto. Decenas de manifestantes salieron a las calles de El Cairo y las principales ciudades de Egipto y fueron reprimidos brutalmente por la policía, que mató a docenas e hirió a cientos de quienes protestaban. Como reacción, del 26 al 28 de enero, cientos de miles de egipcios salieron a las calles para exigir la renuncia de Mubarak, el dictador pro yanqui y pro Israeli.

El viernes 28,   conocido como el Día de ira, se logró la movilización más importante desde 1919: Más de dos millones se manifestaron en El Cairo y cuatro millones en otras ciudades como Alejandría y Suez. El gobierno optó por bloquear las comunicaciones de celulares e Internet, encarcelar a cientos de manifestantes y asesinar a otros. Para crear el caos e impedir la escalada de protestas, el gobierno de Mubarak sacó a criminales de la cárcel para que atacara a los manifestantes, pero al no lograrlo empezó a  ceder y prometió elecciones en septiembre además de pedir la renuncia a todo su gabinete, nombrando a Omar Suleiman vicepresidente.

Del 29 al 1 de febrero millones siguieron manifestándose, ante lo cual el gobierno sacó el ejército, tanques y aviones militares -que no se veían desde 1967- para aterrorizar a los combatientes por la democracia, pero no lo logró. Estados Unidos, aterrorizado por perder a su principal aliado del mundo árabe, manda a un enviado especial  del Presidente de EU, de nombre Frank Wisner para intervenir en el conflicto.

 

 

PARAPABLO

El 30 de enero en la Plaza Tahrir, el régimen mandó decenas de vándalos armados para luchar contra los manifestantes, agrediéndoles con proyectiles y armas de fuego para aplastar las protestas, hubo cientos de muertos y miles de heridos y desaparecidos, el gobierno luchó con desesperación apoyado por sus bandas criminales y provocadores, pero no logró su objetivo y el movimiento avanzó con más fuerza y contestó a la dictadura con un plantón permanente -ya llevaba 12 días -en la Plaza Tahrir que en arábigo quiere decir  Liberación- y movilizaciones que el 5 de febrero alcanzaron los cinco millones en todo el país. Esto provoca la renuncia en masa de todos los líderes del partido del gobierno, incluido Gamal Mubarak, hijo del presidente, que muchos creían que estaba siendo preparado para suceder a su padre.

El 6 de febrero, el gobierno de cara a la opinión pública internacional, comenzó un “dialogo” con partidos opositores, para simular que escuchaba al pueblo, pero éstos no representaban ni al 10 por ciento de la población. La represión gubernamental ya había causado al menos 500 muertos y el pueblo seguía exigiendo la caída del odiado Mubarak. Cuando el ejército planeó una ofensiva con tanques para dividir a los contingentes de la plaza que tenían bloqueados a los edificios gubernamentales la población se organizó para rodear a los tanques e impedir el ataque del ejército.

El día 7, líderes religiosos cristianos y musulmanes manifestaron su apoyo al gobierno y rechazaron las protestas, como reacción millones de creyentes musulmanes y cristianos continuaron unidos y con entusiasmo  la lucha contra el gobierno; los jóvenes declararon que rechazaban el dialogo que había sido convocado por el gobierno, mientras Mubarak aparecía en la televisión dirigiendo la reunión del gabinete de ministros para demostrar que él seguía en total control del gobierno y otorga un aumento salarial  y a las pensiones para calmar a los trabajadores.

El vicepresidente Omar Suleiman, se manifiesta el 8 de febrero por el fin de las protestas e insinúa que puede haber un golpe militar. Insiste en que Hosni Mubarak seguirá en el poder hasta septiembre. Dijo que los llamados a la desobediencia civil son “muy peligrosos para la sociedad y no podemos admitir esto  en absoluto”; amenazó sutilmente: "No quiero tratar con la sociedad egipcia con instrumentos policiacos."

Ese día los manifestantes dieron un ultimátum para que Hosni Mubarak dejara el poder el 11 de febrero o de lo contrario irían en masa a tomarlo prisionero y juzgarlo por los crímenes que había cometido en 30 años en contra del pueblo. Así fracasaron las “negociaciones” y el “dialogo” abierto por el gobierno de Mubarak, su objetivo y el de Washington era dar tiempo hasta septiembre para unas elecciones en la que quedara el hombre preferido de EU, el torturador y policía Omar Suleiman. El movimiento no se dejó engañar y siguió creciendo en fuerza y tenacidad con la consigna: ¡ Fuera Mubarak ! Tampoco funcionó la idea de maniobrar para la renuncia de Mubarak y su sustitución inmediata por Suleiman. Entonces la única salida para mantener el control fue que el ejército tomara directamente el poder. Después de Israel, el ejército egipcio es el que recibe mayor financiamiento, alrededor de mil quinientos millones de dólares anuales,  y la cúpula está controlada por Washington.

Ante la presión de millones de egipcios en movimiento, el ejército citó el 10 de febrero a una reunión del Consejo Militar de Estado, que no se había reunido más que en las crisis de 1967 y 1973, pero sin la asistencia de Mubarak ni de Suleiman.

Esto mostró la intención del ejército de dar un golpe de Estado. Pero la promesa de Arabia Saudita, ese mismo día, de darle el subsidio completo al ejército y el respaldo del Rey  Abdullah, envalentonó a Mubarak, quien de manera arrogante y de espaldas a la decisión que ya había tomado Washington de que renunciara ese mismo día, declaró que permanecería en el poder hasta las elecciones de septiembre.

La reacción no se hizo esperar y de inmediato se llamó a la “Marcha de la Despedida”, calculando movilizar a 20 millones de egipcios el viernes 11 de febrero. Las masas colmaron la Plaza de la Liberación o Tahrir, rodearon el Palacio Presidencial, se desataron las protestas en Alejandría, segunda ciudad del país y también en Mansoura, Mahala, Tanta, Ismalia y en Suez. Entonces Mubarak optó por salir huyendo a  Sharm al-Shaikh, sitio de descanso en el mar rojo, mientras los militares tomaban el poder.

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Los militares prometieron levantar el “estado de Emergencia” que ya lleva 30 años “cuando se regrese a la normalidad”, llamando a la desmovilización. El nuevo hombre fuerte, Mohamed Tantaui -ministro de Defensa y jefe del Consejo Supremo Militar- ha ordenado con el apoyo del primer ministro Ahmed Shafiq disolver el Parlamento, suspender la Constitución y garantizar la convocatoria de elecciones a finales de agosto de este año, para así calmar al pueblo que exige la democracia y que en 18 días de protestas derrocaron al anciano dictador Hosni Mubarak, que hartó al pueblo con su corrupción y entreguismo a las corporaciones extranjeras, sus medidas neoliberales que sumieron al trabajador en la precariedad laboral y mantienen a millones de jóvenes en el desempleo.

Sin embargo el Consejo Supremo Militar mantiene el estado de emergencia que entró en vigor bajo orden de Mubarak en 1989; no ha liberado a los presos políticos y ha comenzado el desalojo de la Plaza de la Liberación o Tahrir. En su primera rueda de prensa tras la dimisión de Mubarak, el primer ministro egipcio, Ahmed Shafik, apuntó que “el mantenimiento de la seguridad es la tarea más importante a realizar.”

 

De modo que hoy por hoy dos fuerzas se enfrentan en Egipto: Las del ejército que quiere continuar con las políticas pro Washington e Israel, pro oligarcas y neoliberales, y que, después de efectuar un golpe de Estado, quiere dar la apariencia “democrática” al poder de la oligarquía -como hicieron en Honduras- y las fuerzas del pueblo que aspiran a la democracia, a la transformación profunda de su sociedad, su economía, sistema político y social, para que las riquezas y el trabajo sean para beneficio del pueblo.

La moneda está en el aire. Si el pueblo continúa organizado  y movilizado verá el triunfo completo, logrando un cambio de régimen e impulsando nuevas revoluciones en la región. Los imperialistas de EU, Israel y Gran Bretaña, llenos de espanto maniobran para detener el proceso de liberación popular en Egipto y mantener su dictadura bajo la máscara de la “democracia estilo americana”, que consiste en el sistema multipartidista -en la que los partidos defienden a las grandes corporaciones- que va junto al libre mercado y garantiza los intereses del gran capital. Pero el pueblo egipcio aspira a un régimen que le favorezca y ya se ha levantado para conseguirlo. Estados Unidos quiere aparentar que la renuncia de Mubarak soluciona el problema; sin embargo, tan solo significo el inicio del proceso. En esta lucha los trabajadores, con la huelga general convocada el 8 de febrero y su movilización en todos los frentes han sido un factor determinante, junto con los jóvenes para lograr éste primer triunfo.

La lucha de Túnez y Egipto, se han extendido a Yemen, Jordania, Marruecos, Argelia y hasta Albania. Los triunfos de cada pueblo son una gran aportación a la lucha internacional. Hoy el Medio Oriente ya no es el mismo y una transformación en ésta región tendrá un indudable impacto global.

 

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