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Edición 253

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Tecnoburócratas suicidas

Sostienen los clásicos que, cuando un Estado muere -un gobierno, dicho con mayor propiedad-, no se precisa autopsia: Murió de suicidio.

 

Invariablemente, a ese fatal desenlace conducen la ineptitud de los políticos, combinada con su prepotencia y su insensatez. Pero los tecnoburócratas han añadido a esas rémoras tres agravantes: La insensibilidad social, la arrogancia y su pretendida infalibilidad. Frente a la opinión discordante, pero sobre todo frente al clamor popular, en un breve lapso se ha vuelto clásica también la expresión: Ni los veo ni los oigo.

El gobierno de Felipe Calderón, de controvertida legalidad electoral, en un primer rapto en busca de legitimidad arrancó su sexenio en diciembre de 2006 anunciando un programa de austeridad. Más adelante, encomendó a la Secretaría de la Función Pública la confección de un Programa de Ahorro y Racionalización del Gasto Gobierno Federal, cuya meta sería una economía presupuestal  de 20 por ciento.

 

Pues bien: En las conclusiones de la revisión de la Cuenta Pública de 2009, la Auditoría Superior de la Federación de la Cámara de Diputados encontró que, sólo de 2007 a 2009, el gasto público federal en los ramos de servicios personales, materiales y generales, que se engloban en el genérico “gasto corriente”, se incrementó de 694 mil 505 mil millones de pesos a un billón 110 mil 825 millones de pesos; esto es, un aumento de 59.9 por ciento.

 

En estas páginas, repetidamente, hemos señalado que, contra la inflexible política del gobierno federal de frenar los salarios de obreros, jornaleros y empleados (el salario mínimo diario apenas rebasa los 50 pesos), so capa de mantener controlada la inflación; el propio gobierno privilegia a una burocracia parasitaria -en cuya escala más alta alcanzó 314 mil 720 plazas laborales-, a la que se favorece con ingresos de entre 200 mil y más de medio millón de pesos mensuales en salarios y prestaciones para el segmento más favorecido. A los diputados federales hasta las multas de tránsito les pagan con cargo al erario público. A qué seguir.

 

Haciendo abstracción de esa monstruosidad, el secretario de Hacienda y Crédito Público, Ernesto Cordero, después de haber participado en la reciente reunión anual del G-20 (el club de los ricos más algunos arrimados), ofreció una conferencia de prensa en París, en la que declaró, quién sabe si bajo los efectos de una Viuda de Clicquot, que -primera mentira deliberada- los mexicanos disfrutan ya de un producto per cápita de 14 mil dólares anuales. Y que -segunda mentira descarada-, que una familia mexicana, con seis mil pesos de ingreso mensual, además de su manutención ordinaria, sufraga créditos para vivienda y automóvil, y le sobra para pagar  colegiaturas de sus hijos en escuelas privadas.

 

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Ernesto Cordero es nombrado entre los potenciales candidatos del PAN a la Presidencia de México. Sabe por supuesto, o debe saberlo, que en el selecto grupo con el que se reunió días antes, participan personajes con talla de estadista que están al tanto de la situación de los mexicanos, porque tienen observación directa o leen los informes de las agencias de la ONU en materia de Desarrollo Humano. Si el discurso fuera para consumo interno, apenas si puede tomarse en serio por aquellas legiones que resienten en carne propia el impacto de la miseria. ¿Qué objeto tienen, pues, las mentiras del funcionario?

 

En noviembre de 2002, el cosmopolita Vicente Fox también estuvo en Paris; él para hablar ante el Consejo de Representantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En este foro, se confesó arrepentido de haberse comprometido en campaña electoral a lograr un crecimiento de la economía a razón de de siete por ciento anual (42 por ciento en el sexenio). Luego dijo que no dijo lo que dijo: Fue un error de traducción. Y así no se quiere que los franceses vean a los mexicanos con plumas en la cabeza.

 

Parece obvio, sin embargo, que Ernesto Cordero fue a París simplemente a hacer su paseíllo por la pasarela, porque no escuchó al presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, cuando, al prevenir una potencial crisis alimentaria, les dijo a los ministros de finanza y gobernadores de los bancos centrales que esa crisis podría provocar en los próximos dos años disturbios, caídas e gobierno y sociedades inclinadas hacia el desorden. Oírlo bien: En los próximos dos años.

 

 

 

 

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