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Edición 258

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¿La razón y la fuerza?

 

Retraído o no, a como está actuando el Estado mexicano en su lucha (o guerra, lo mismo da) contra el narcotráfico, la delincuencia, organizada y desorganizada, la sistemática y la coyuntural que se nutren de la descomposición social, no pueden tener más licencias para matar, atropellar y llevar al punto del caos al país entero.

 

La realidad que vivimos no deja lugar a dudas y es penoso, a más de grave, que el presidente de la República no la pueda dimensionar correctamente y, en cambio, responda con terquedad y cerrazón.

 

Si el Ejército de veras inhibe al crimen desbocado, que permanezca, pues. Pero esa terca realidad que aludimos indica otra cosa muy distinta: la escalada criminal ha sido imparable y la presencia militar no ha logrado reducirla, siquiera.

Cerrazón impropia

No aceptarlo equivale, simplemente, a una negación impropia que en nada contribuye a poner en perspectiva adecuada un problema ciertamente complejo, de referentes múltiples y que atañe al conjunto nacional.

 

Felipe Calderón afirmó, el pasado 5 de mayo, al conmemorar la Batalla de Puebla, que el Ejército seguirá contra el narco, porque se tiene “la razón, la ley y la fuerza”.

 

La ley, sin duda; la fuerza, insuficiente según se ve y en lo que toca a la razón ésta no se puede adjudicar desde la sola posición de poder. Debería ser discutida democráticamente y consultada a la nación.

 

Corregir es de sabios

No es asunto de “buena o mala fe”, como lo presenta el presidente Calderón, pedir la revisión de estrategias que a todos impactan, incluido el retiro o no del Ejército; es, precisamente, una cuestión de razones, de inteligencia y disposición a escuchar y sopesar autocríticamente la realidad que se vive.

 

Por lo demás nadie, que sepamos, ha propuesto “rendirse” ni arriar banderas. Al contrario, prácticamente todas las voces críticas proponen ser más eficientes y eficaces en el combate al crimen. Para ello, la razón indica evaluar lo que se ha venido haciendo y corregir errores.

 

La decisión colectiva de “combatir y a toda costa” a los enemigos (en este caso, a la delincuencia) no está en entredicho. La ciudadanía, seguros estamos que en su enorme mayoría, avala la demanda de que los gobiernos, de los “tres niveles”, no eludan sus responsabilidades.

 

La razón “impensable”

Lo que se exige, con razón, es que la aplicación de la fuerza de la ley dé resultados y, si ello no sucede, se corrija lo conducente. Tener la fuerza no garantiza “ganar”, si es ejercida sin la preparación requerida.

 

Corregir no es “rendirse y entregar el país”, al contrario, es actuar en consecuencia.

 

Obligado acompañamiento de la postura oficial, la declaración del secretario de Seguridad Pública (SSP), Genaro García Luna, diciendo que “es impensable que se diga, desde la sociedad civil, que la estrategia o la visión o que el enfoque de ataque (al crimen) es equivocado”.

 

Lo “pensable”, según el funcionario, es decir que sí a todo, de manera acrítica, cuasi mecánica. Así, la discrepancia razonada es impensable, en efecto, cuando no se piensa.

 

De los corsarios

A otros temas: la “gran disyuntiva” que han esgrimido como argumento los promotores de las alianzas PAN-PRD, es que si se va cada quien por su lado les gana el PRI y juntos lo pueden derrotar.

 

Pero, en realidad ¿quién gana, quiénes han ganado con las alianzas panredianas? Ciertamente no la militancia de sus partidos, menos el pueblo mexicano en su conjunto.

 

Han ganado los francotiradores de siempre. En el espectro amplio, los mismos que se han ido a las candidaturas aliancistas, y sus socios panistas; de la “izquierda”, los mismos vividores del presupuesto que han hecho de su militancia “opositora” recurso vulgar para el acomodo en el carrusel.

 

Véase, si no, el caso Sinaloa. En el extremo de la desvergüenza, la Secretaría de Agricultura y Ganadería en el gobierno del “cambiazo”; también algo llamado Icatsin y otros espacios de canto parecido.

 

Manipulación descarada

López Obrador perdió la presidencia en el 2006 en buena medida por culpa de esos perredistas oportunistas, sin principios, que se han subido al carro del poder relativo; esa fauna creció gracias a AMLO, como antes lo hicieron a la sombra de Cuauhtémoc Cárdenas.

 

Cuando los avatares electoreros así les indicaron, promovieron el “voto útil” contra su propio partido; muchos de ellos fueron promotores de Carlos Salinas, del TLC, y operaron como activistas para desmantelar a los movimientos que, aunque economicistas, salían de la pauta marcada por el oficialismo.

 

Por eso y más, se trata de una falsa disyuntiva para el pueblo, de una manipulación descarada del perredismo auténtico, que lo hay, a pesar de todo.

 

Y dejar de ser un partido con vocación de comparsa, como lo es ahora el PRD, para pensar en alternativas políticas serias, creíbles, es lo que se impone. De no hacerlo, los corsarios del “cambio” seguirán medrando sin remedio a la vista.

 

De los burócratas

El término burocracia tiene varias acepciones. Se refiere, de acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, a una “organización regulada por normas que establecen un orden racional para distribuir y gestionar los asuntos que le son propios” y al conjunto de los servidores públicos.

 

Pero también se le identifica con “la influencia excesiva de los funcionarios en los asuntos públicos” y la “administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas”.

 

Lamentablemente, en nuestro país la burocracia responde más a las desviaciones: la intervención excesiva y mal planeada de la oficialidad, su ineficacia y proclividad a lo superfluo.

 

El orden racional, necesario sin duda, pasa a segundo término o sencillamente no se da y, en estricto, tenemos como país, estado y municipio, un alarmante atraso en ese campo. Gobiernos van y vienen pero siguen los vicios y la ineficacia, sin solución de continuidad.

 

Es tragicómico, pero muchos de los grandes problemas nacionales, estatales y locales, se agravan innecesariamente por la desviación burocrática que raya en la plena irresponsabilidad del poder relativo.

 

Tamborazos

-En Sinaloa, las relaciones con la prensa se están rigiendo por parámetros ajenos a la función social del periodismo, que es negada por el común de los políticos, para quienes toda la prensa es corrupta. Es decir, le endilgan sin distingos su propia condición.

 

-Lo mismo en el gobierno de Mario López que en el del alcalde de Culiacán, Melesio Cuén, ignoran lo que señalan las leyes, federal y estatal, de acceso a la información; desprecian a la prensa alternativa, su contribución a la diversidad informativa y a la democracia. Su visión se agota en sus “cuates”.

 

-Ello no quita que se gasten cientos de miles de pesos, si no es que millones, en pagar propaganda inane y portadas a todo color en revistas de sociales.

 

-Y una frase de Francisco de Quevedo les puede ilustrar: “Bien puede haber puñalada sin lisonja, mas pocas veces hay lisonja sin puñalada”.

 

 

cano

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J. M. Arredondo
mayo 18, 2011
201.164.201.105
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Fuerza y razón

¿Y qué hacer cuando la "fuerza" no entiende de razones?

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