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Fort y Lovecraft
La “Foca” y el “Pez”
“Yo creo que nos pescan.
¿Y, si fuésemos un manjar exquisito para
los supergourmets de esferas superiores?
Me entusiasma pensar , que, a fin de cuentas,
yo pueda ser útil para algo.”
Charles Hoy Fort
El Libro de los Condenados
*
“Ph’nglui mglw’nafh Cthulhu R’lyeh, wgah’nagl fhtagn!”
“En su casa de R’lyeh, el desaparecido Cthulhu espera soñando.”
Howard Phillips Lovecraft
La Llamada de Cthulhu
*
A los integrantes de El©., vivos y muertos.
Si hubieran sido famosos en vida, los caricaturistas podrían haberlos caracterizado como animales.
El hombre mayor seguramente habría sido llamado una foca, pues su aspecto realmente recordaba mucho a ese mamífero; cara redonda, bigotes caídos aspecto rechoncho y una cierta torpeza al caminar, todos los días hacia la Biblioteca Pública de Nueva York.
El hombre más joven era alto y espigado, pero su rostro recordaba al de un pez y su aspecto general era más bien sombrío.
Aunque fueron más o menos contemporáneos y hasta cierto punto vecinos, el viejo vivía en Nueva York y el más joven en Rhode Island, no hay registro de que hayan tenido algún tipo de contacto, incluido el epistolar.
El eremita del Bronx
Charles H. Fort fue un hombre peculiar, dedicado a la búsqueda y recolección de hechos extraños, vivió con una sencillez más que espartana de la pensión heredada de sus padres, dedicado a llenar tarjetas con datos sacados de libros y periódicos; datos extraños como “lluvias de sangre”, “aguaceros de animales”, “ciudades retratadas en el cielo”, “desapariciones de personas”, “fenómenos aéreos inexplicables”, “extraterrestres”… todo ello consignado por periodistas y escritores a lo largo y ancho del mundo y “comprobado”… aunque esto último es obviamente relativo, tratándose de notas de este tipo y en especial de la época en la cual fueron redactadas.
Son harto conocidas las ficciones fraudulentas publicadas por periódicos del siglo XIX con el objeto de vender más ejemplares, posiblemente una de las más conocidas es la perpetrada por el periódico Sun, acerca de los “selenitas” fantásticos habitantes de la Luna y que pasó a la historia como uno de los mayores embustes perpetrados por una publicación periódica. Siendo así, existen bastantes dudas razonables acerca de la certeza de lo publicado por anónimos redactores y que Fort diligentemente copiaba e incluía en sus cuantiosas notas.
En todo caso, el señor Fort, poseedor de un archivo de más de 40,000 fichas con datos extraños, llegó a través de esto a una serie de conclusiones respecto a la vida y los fenómenos del mundo, muy diferentes a los de la corriente principal del pensamiento.
Fort.
En muchos sentidos Fort fue un iconoclasta, con una considerable dosis de cinismo y mala leche. Dedicado a criticar a lo que llamó “la religión de la ciencia”.
Fort concibió el mundo como el patio trasero de otros como una especie de granja o almacén donde inteligencias extrañas y venidas del espacio o de universos paralelos, cosechaban, guardaban o criaban sus alimentos… y cada cierto tiempo recolectaban o iban a la tienda o el gallinero para tomar los ingredientes a fin de cocinar un caldo sustancioso.
A veces los restos de estos banquetes ultraterrenos caían a la Tierra…
El buen anacoreta pergeñó una definición lapidaria: “somos propiedad”… al mismo tiempo que se definía como: “Un tábano que pica el cuero del conocimiento, para evitar que se duerma”.
La “foca neoyorquina”, luego de aburrirse coleccionando notas raras, decidió colocar todo aquello por escrito y escribió cuatro obras en las cuales vertió sus ideas sobre la naturaleza de la realidad: El libro de los condenados, en 1919; Tierras nuevas, en 1923; Lo!, en 1931 y Talentos salvajes, publicado en 1932, muy poco después de su muerte, ese mismo año.
El año anterior una serie de seguidores, varios de ellos famosos, habían fundado la Sociedad Forteana, como un homenaje al humilde anacoreta el cual, sin embargo, se negó rotundamente a presidirla, tal vez pensando lo que poco después expresaría el también repartidor de vitriolo, Groucho Marx: “Me niego a ser presidente de una organización que está tan loca como para pedírmelo”.
El señor Fort, quizá sin proponérselo, influyó en el pensamiento de varias generaciones de escritores e incluso científicos a causa de sus cuestionamientos al conocimiento científico que en sus días, era tomado casi como una religión por algunos sobrevivientes del cartesianismo decimonónico, instalados cual “vacas sagradas” en los ámbitos de la ciencia, a la cual hicieron mucho daño. Incidentalmente, los luddistas, seguidores del “Rey Ludd” el mítico enemigo jurado de la tecnología y, de las modernas modificaciones de la religión, usan los “razonamientos” de Fort para atacar al conocimiento la tecnología y el pensamiento racional.
El soñador de Providence
Howard Phillips Lovecraft también era un eremita a su manera; vivía prácticamente recluido en su casa, con las cortinas corridas como si temiera a la luz del sol, trabajando con luz eléctrica, detestando la época en la cual vivía y añorando el siglo XVII; saliendo sólo durante las noches para dar paseos solitarios, sin esposa o mascotas y perseguido por temores irracionales, racistas y de otros. H.P.L. o Eichpiel por sus iniciales en inglés, se ganaba la vida como corrector de textos y como una especie de asesor editorial free lance, actividad que hasta la fecha es una invitación a morirse de hambre.
Al parecer uno de sus escasos placeres eran los helados de crema (gusto por la crema que seguro sin saberlo compartía con Adolf Hitler, quien la degustaba en pastelillos), Eichpiel carecía de amigos, por lo menos físicos pues todos ellos -quienes por su parte lo consideraban una persona encantadora-, eran meramente epistolares.
Si hubiera vivido en el siglo XXI, al cual con seguridad habría detestado y temido más que al XX, quizá habría sido un adepto total a internet y sólo hubiera tenido amigos virtuales.
Nunca fue un hombre próspero y en gran medida su vida parece un compendio de infelicidad desde su orfandad de padre y el alcoholismo y locura de su madre; una niñez sobreprotegida por tías enclaustradas, pasando por una adolescencia atormentada por miedos irracionales, hasta una adultez solitaria.
Lovecraft habría pasado desconocido de no haber trasladado parte de sus miedos a la literatura creando el “relato materialista de horror” que sería conocido y reconocido como tal luego de la muerte de Eichpiel. Como suele ocurrir con la mayoría de los escritores innovadores.
Sus amigos epistolares, esos que lo consideraban un ser encantador, tuvieron bastante que ver con la publicación y reconocimiento póstumo de la obra lovecraftiana, en la cual son los relatos del Ciclo de Cthulhu los más representativos y conocidos.
Lovecraft.
Varias generaciones de escritores se han visto influidos por las “pesadillas” del “soñador de Providence”, aunque sus babeantes y hasta cierto punto simpáticos “otros dioses” seguramente habrían corrido a esconderse de haber conocido a los Sonderkomando de las SS, y posiblemente Eichpiel habría abandonado su admiración por Mussolini y Hitler, de no haber muerto bastante antes de que se desatara la Segunda Guerra Mundial con su cadena de horrores y crímenes.
Pobre y enfermo, Howard Phillips Lovecraft (Eichpiel, por sus iniciales en inglés), falleció en el Hospital Jane Brown Memorial, de Providence, Rhode Island; a causa de una combinación de cáncer intestinal y, la enfermedad de Bright, ignorado por todos.
Tres días después, el 15 de marzo de 1937, fue sepultado en el cementerio de Swan Point. Como colofón, y a pesar de que su nombre aparece en el índice general; no hay marca alguna sobre su tumba, aunque se sabe donde se encuentra.
Fort y Lovecraft, sin haberse conocido, crearon mitos similares y cada cual, a su manera, influyó sobre la literatura y el pensamiento de la segunda mitad del siglo XX.
Ambos fueron, cada cual a su manera, creadores de mitos, divulgadores del oscuro horror a lo desconocido, vasto e incomprensible…
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