VOCES DEL DIRECTOR MOURIS SALLOUM GOERGE
FMI: Lamiendo el yugo
DADA LA VOCACIÓN de las administraciones federales del Partido Acción Nacional (PAN) de remitir a reserva; esto es, a la condición de secreto de Estado, diversos contenidos de información gubernamental que debiera ser pública -según el interés de diversas instituciones o de ciudadanos de a pie que demandan trasparencia-, resulta imposible precisar qué porcentaje de la colosal reserva de divisas extranjeras bajo custodia del Banco de México ha pasado al activo de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed).
Es común, sin embargo, la autocomplacencia con la que voceros del sector público se refieren a ese fenómeno de acumulación, derivado del control de la banca central sobre el flujo dinerario procedente del extranjero, según se dice para blindar el peso frente al vaivén del tipo de cambio y garantizar el crédito de la nación en el exterior. A expertos en el análisis de la balanza de pagos mexicana, incluso, les resulta difícil desagregar los componentes de las reservas cuando tratan de localizar, por ejemplo, en qué columna se registran los excedentes procedentes del tráfico de drogas. Como sea, siempre se anuncia un nuevo record histórico y el volumen se tasa ya para 2012 en casi 150 mil millones de dólares.
No con la energía que se esperaría para el caso, pero al menos como un globo de sonda, de cuando en vez desde el Senado se alza alguna voz para demandar que parte de las reservas se aplique al desarrollo de un mercado interno productivo, pero antes de que algún ejecutivo del Banco de México intente alguna respuesta, es el presidente de la República el primero en salir al paso para objetar esa iniciativa. ¿Por qué sí se concede, en cambio, que se meta mano a esos recursos -en buena medida incrementados con el sacrificio de nuestros trabajadores transterrados que envían al país las remesas destinadas al sostenimiento de sus familias- para enviarlos a la Fed, que en todo caso utiliza su inventario para fondear corporativos quebrados por su frenesí especulativo?
En diciembre de 2011, el Ejecutivo solicitó la autorización del Senado para elevar de ocho mil millones a 14 mil millones de dólares (175 mil millones de pesos) la aportación de México al Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿De dónde, si no es de las reservas internacionales, de donde se dispondrá de esa diferencia para cumplir con la exigencia del FMI, que anda tratando de salvar de la crisis al sistema económico europeo y, en el fondo, al resquebrajado sistema capitalista? Con honrosas excepciones, el Senado obsequió recientemente el pedido presidencial.
En la sesión senatorial que trató el asunto, los legisladores panistas José Isabel Trejo y Juan Bueno Torio, al defender el dictamen, argumentaron que con la ampliación de la suscripción, México tendrá una mayor participación en la toma de decisiones del FMI. No puede haber alegato más deleznable: Desde que en la década de los setenta del siglo pasado México acudió como prestatario del FMI, quedó atado a la tiranía de este organismo, que ha reducido al gobierno mexicano a la condición de súbdito incondicional. ¿Cuándo se ha visto que los lacayos sean consultados por sus amos para la toma de decisiones? Ya ni la burla perdonan los obsecuentes senadores.
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