PARTIDOCRACIA
El Ciudadano Cero El IFE chapotea en el fango
Desde que algunos rastacueros ilustrados se enamoraron
perdidamente en los años 70 del eurocomunismo, y en la siguiente
hornada los tecnócratas cayeron rendidos a los pies de los profetas del neoliberalismo,
los nativos ideólogos de queso de soya
que abrazaron el pragmatismo, y las nomenclaturas partidistas activaron las bandas
y buscaron afanosamente el Centro de la geometría política.
La marrana y la mazorca
En ese centro del oportunismo acrítico, acomodaticio y
rapaz se engendró la nueva ultraderecha mexicana, que no distingue más entre
siglas ni colores: Lo mismo da si unos militan en la secta de El
Yunque azulado, otros se incrustan en las tribus amarillas y aquellos
blanden raídos banderines tricolores.
Del sórdido recorrido de medio siglo, la síntesis de ese
proceso degradante puede plantearse en estos términos: Los grupos dominantes en
el poder público arribaron a la burocracia sin pasar por la política.
La política la hace el Ciudadano Cero, reducido
a esa condición porque, después de votar, ni el Instituto Federal Electoral ni
el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le reconocen
personalidad jurídica para litigar, desde el civismo individual, en
controversias electorales. El votante deviene incómoda abstracción.
Los cuentachiles que computan el costo de esos dos corruptos
paquidermos desde su nacimiento, calculan que le han costado al contribuyente
mexicano más de 500 mil millones de pesos. Un solo peso no vale esa cosa que
algunos llaman democracia mexicana.
Cuidado con las
aguas mansas
El Ciudadano Cero actúa en remotas
comunidades indígenas y ejidos, defendiendo su amenazado patrimonio y
supervivencia. Se acerca desde sus agrestes e ignoradas soledades a las
cabeceras municipales a plantear sus legítimos reclamos.
Lleva sus ambulantes demandas a las capitales de sus
estados hasta que, sin respuestas, se desplaza a la Ciudad de México
pretendiendo hacer escuchar su voz. Según las pantallas televisivas y las
cabinas de radio, su presencia se siente sólo porque provoca caos vial, que
tanto irrita a los animales en cuatro llantas. Es para esos medios, el Ciudadano
Cero, un vándalo ignorante y apestoso. Todavía hay clases.
De la periferia
al centro
Es, desde el seminal pequeño movimiento comunitario
espontáneo, en que se inicia la lucha social que, en última lectura, sirve como
fertilizante a la verdadera política en permanente efervescencia. (El clásico
le llamo plebiscito de todos los días.
Plebiscito viene de plebe). Cuando existían verdaderos partidos políticos, se
escuchó decir que la democracia transita De la periferia al centro. Pero hoy,
ya en el centro, el clamor le saca la vuelta a los actuales remedos de partido.
Va de frente a la autoridad, como flecha al blanco. La autentica
representación, la intermediación política, no pasa ya por los partidos.
Nada aprendieron las arribistas y acerdadas burocracia y
tecnoburocracia de los charrazos de los años 40, ni de El Vallejazo, ni del
68, ni de los terremotos del 85 en el Valle de México, que devinieron
en 1988 en terremoto político, según lo describió el difunto Miguel de la Madrid. Nada aprendieron de los
Amigos
de Fox ni del Pemexgate. Nada, de la usurpación haiga sido como haiga sido de 2006.
Operación de
delincuencia organizada
Cuando la todavía legisladora priista decente María de
los Ángeles Moreno Iruegas -refiriéndose a una no lejana elección interna del
PRI-, dijo que el desenlace de ese proceso fue una putrefacta operación de delincuencia
organizada, acuñó el santo y seña de la actual politiquería que se
enmascara en la democracia demacrada. Ya ni se le puede llamar política de cabotaje, como la definió en
su momento don Jesús Reyes Heroles, el verdadero, para diferenciarla de la
política de altura.
¿En dónde estamos en este momento? Estamos en que, sigilosamente,
el Tribunal Electoral de la
Federación acaba de podar sus salas regionales con los
magistrados a sabor de los que habitan el bunker
central del PJF en la ciudad de México. El Ciudadano Cero ni se enteró de esos
movimientos, ni espera nada de la nueva comalada burocrática de toga y birrete.
Ha convocado la
Cámara de Diputados al toma
y daca para repartirse cinco
asientos vacantes en el IFE. El Ciudadano
Cero ni suda ni se abochorna por esa envilecida concertacesión. Los que
parecen despertar de su placentera modorra son uno que otro de los relevados
que se sublevan ahora con la amenaza de la cesárea para presentar un nuevo Frankenstein: El Instituto Nacional
Electoral, potencial superestructura para centralizar el gran botín del
subsidio público.
Fábula de la
marrana y la mazorca
Nuestra exclamación favorita, en voz de ultratumba de
Manuel de Jesús El Maquío Clouthier del Rincón: ¿Cuándo has visto que la puerca
suelte la mazorca que trae en el hocico? Ni a palos. Es lo que sucede
en el PAN y el PRD, donde ni Gustavo Madero Muñoz ni Jesús El Tragabalas Zambrano
Grijalva quieren dejar de exprimir la jugosa teta de sus respectivas tesorerías
y practican todo cochupo a su alcance
para burlar el régimen estatutario, a fin seguir chupando como pelones de
hospicio el delicioso maná.
Se pretende o pretenden, que el poder de firma bancaria
en las tesorerías azul y amarilla se delegue en dos frustrados candidatos
presidenciales: Josefina Vázquez Mota, que ya practica su cuchi cuchi, y el llamado líder
moral Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Como los placeres vicarios no se satisfacen en cualquier Nirvana, legiones de aquellos que ya
probaron el fruto prohibido -con otros que lo apetecen- quieren volver al
fecundo y exquisito manzano, peleando fieramente por el favor del registro
legal firmado por el sigue siendo IFE. Esas patentes
de Corso no se otorgan a cualquier persona honrada, lo sabe bien el Ciudadano
Cero.
Remate trágico: A algunos consejeros
electorales, que le agarraron sabor a las amañadas licitaciones o asignaciones
contractuales, al cuarto para las doce se les ocurre que en la credencial de
elector se oculte digitalmente el domicilio del titular de ese documento. ¿A
dónde llegaran entonces las tarjetas Monex y Soriana? No le quieren
dejar ni la morralla ni la despensa al elector cautivo. No hay derecho. (Abraham
García Ibarra.)
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