Viernes, 28 de Agosto de 2015 20:18 | 
Author: Regino Díaz Redondo | 
| Edición 336 |
Hallan el buque Juliana de la Armada Invencible,
parte de la flota con la Felipe II intentó apoderarse
de las islas Británicas hace 400 años”
El Periódico-Cataluña.
MADRID.- Le quita Felipe VI el título de duquesa a su hermana Cristina. Pero ella sigue cargando al Erario el sueldo de sus escoltas y disfruta de unos cuantos palacios reales con servidores que paga el gobierno. Vive en Ginebra, su casa es un bello coto infranqueable; dice que no tiene dinero y sus gastos anuales llegan casi al millón de euros.
Acaba de vender su residencia en Pedralbes por 9 millones de euros y deposita la fianza que le exige la justicia como garantía por su posible complicidad en el caso Nóos que manejaba su marido Iñaki Urdangarin. Este señor tiene un proceso pendiente por malversación de fondos públicos y tráfico de influencias.
La infanta no renuncia a sus derechos dinásticos, se aferra a ellos, no escucha a razones y se enfrenta al rey en una carta en la que le recrimina su proceder y lo acusa de mentir.
Pleito familiar y perfil sobrio
La ex duquesa de Palma recuerda a su Majestad que ella es la que renuncia al ducado y no él quien se lo quita. El soberano la desmiente. Y los dimes y diretes continúan entre los miembros de la familia real, ahora muy reducida.
Felipe y Letizia mantienen un perfil sobrio, discreto, cercano a la gente. Les ha permitido recobrar parte de la confianza que les quitaron los españoles. Siguen siendo mayoría los que apoyan a la Corona.
La popularidad de los soberanos crece aunque a veces se equivoquen y condecoren a personas que han sido imputadas. Pero como están las cosas, la monarquía se fortalece y permanecerá aún mucho tiempo.
Las actividades de los reyes son bien recibidas. ¿Pero de qué sirve mantenerlos con una inversión de más de diez millones al año? Los que defienden su presencia e insisten en que el rey es el mejor embajador de España y el que más contratos millonarios consigue.
Sobre todo entre los “hermanos, tíos y sobrinos” de las monarquías absolutas del mundo árabe. Don Juan Carlos los visitaba de vez en cuando con proyectos específicos y, después del abrazo, firmaban los papeles.
¿Un diplomático con comisión?
Aparte del dinero que recibe de las arcas españolas, el rey emérito fue un buen intermediario para las grandes compañías españolas.
De estas firmas y contratos tuvo liquidez para irse de safari de vez en cuando hasta que un mal paso lo llevó al quirófano y lo apartó de su diversión favorita.
El Borbón padre –abuelo— es ahora asiduo a los juegos de tenis. En el último Halles, lo vimos departir con el tío de Rafa Nadal y el ex entrenador del Madrid, José Mourinho.
Lo merecía. Descansa ahora después de tantos años de entrega a España a la que dedicó esfuerzo, vitalidad, trabajo y dedicación ejemplares.
El hijo del Conde de Barcelona, tan lejos de doña Sofía y tan cerca de la Fórmula I, demuestra que su matrimonio está roto y sepultado. La reina griega es una dama con gran sentido común, fue siempre la que dio estabilidad a la Corona; se tragó las infidelidades de don Juan Carlos y sus devaneos por terrenos minados.
Ya como abuelo, el bello Juan Carlos, nacido en Italia, nieto de Alfonso XIII, fue siempre un seductor príncipe elegido por Alfonso XIII para sucederlo y sigue fiel a su brillante destino. Hace amigos entre la élite de la nobleza continental y despliega su carisma por el bien de la grey hispánica.
¿Hay que mantenerlo…? Que lo digan los españoles a su debido tiempo.
¿Hay transparencia?
Sin embargo, ¿practica su majestad en sus gastos la transparencia de la que tanto se vanagloria Mariano Rajoy?
La monarquía española aún no detalla, cómo emplea el dinero público. Aunque Felipe VI ganaría un plebiscito si se cuestionara en un referéndum su permanencia como jefe del Estado.
En estos momentos, la tensión política está puesta en las elecciones de fin de año. De los reyes no se habla, están como olvidados, pero ahí están, van y vienen; pasan por Honduras, llegan a La Zarzuela, protagonizan el besamanos de vez en cuando, pero todos coinciden en que su imagen ha crecido.
Los nuevos alcaldes y presidentes autonómicos juran sobre la Constitución y prometen lealtad al rey. Está escrito, es obligatorio.
El silencio sobre la conveniencia de continuar con un reinado parlamentario no está a discusión y quizá falte mucho para tomarlo en cuenta. En las redacciones, en los platós y en la radio, sus majestades ocupan un lugar en la sombra pero respaldados.
¿Es necesaria la monarquía?
Más adelante volveremos a preguntarnos si queremos seguir por el mismo camino.
¿Para qué una monarquía si tenemos un ministerio de Asuntos Exteriores?
¿Es el rey árbitro y equilibrio para España?
Si se pregunta a los líderes de la opinión pública, la gran mayoría dirá que sí. Lo llevamos en nuestros genes. Además, ¿para qué meternos en más líos?
Mientras escribo leo en el diario que tengo al lado que uno de cada tres niños españoles acude a comedores públicos para no pasar hambre o mal nutrirse, incidente menor.
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