Culiacán de los Retenes y los Topes, Sinaloa, octubre 2015. Hay quienes, en el ámbito de la partidocracia que padecemos, ante lo que está sucediendo en el país quieren quedar libres de culpa.
Es el caso de los panistas que “olvidan” los desaguisados de los dos sexenios anteriores (¿Qué 12 años es nada? ¿La eternidad, entonces?) y del PRD, pieza infaltable en los acuerdos cupulares para la aprobación de políticas y reformas cuyas bondades no se ven por parte alguna.
Es evidente la crisis del gobierno de Enrique Peña Nieto (cuya defensa, por cierto, no puede estar más alejada de nuestra intención) pero de lo que se trata es de poner en su justa dimensión la responsabilidad por lo que sucede en este país que ves y, en ese orden de ideas, es claro que los partidos políticos, de hecho todos, en modo alguno pueden ignorar su parte.
Al arribo de Vicente Fox no era dable que los priistas negaran su responsabilidad histórica en la profunda descomposición social que los alternantes no pudieron, ni supieron, enfrentar con éxito. Con el PRI, la crisis humanitaria estaba (como está) indubitablemente presente y le fue heredada a Fox, quien a su vez la pasó a Felipe Calderón que la regresó igual o peor al Jurásico tricolor, mismo que esta vez no halla la puerta.
En el contexto general, considerando a los estados y municipios como entidades políticas, tampoco otros partidos, como el PRD, están libres de culpa. Los referentes abundan.
Asoma la debacle
Y en efecto, los crímenes de Tlatlaya y Ayotzinapa (que ya casi se convierten en botones de la muestra) pintan de cuerpo entero a un sistema corrupto, ineficaz, contrario al interés general del país y exhiben los extremos a los que pueden llegar órganos de gobierno sin legitimidad y que son producto del vulgar negocio en que se ha convertido la política en México.
Hace unas semanas escribimos que México no puede seguir así, so pena de un resquebrajamiento social de proporciones imprevisibles; la política no puede seguir así, en manos de farsantes y delincuentes; los gobiernos no pueden seguir así, a espaldas del pueblo, defendiendo intereses privados, convertidos en cuevas de negociantes sin escrúpulos.
De lo que pasa tiene que derivar, como imperativo de la evidente realidad, pasando por el derrumbe de mitos defendidos por ingenuos e interesados, una recomposición nacional. De no ser así, asoma la debacle.
Es momento de abrir un debate sobre los grandes problemas nacionales, su diagnóstico realista (no las simplistas explicaciones de “los tres niveles”) y las posibles alternativas para su enfrentamiento serio y responsable. Ya veremos si la inteligencia se hace presente.
La misma gata
En las circunstancias actuales, los desplantes partidarios en la gesta electorera que ya está prácticamente encima (otra, de cara factura) con los que se trata de motivar adhesiones en las vísperas del 2018, aunque el tono está dado por los arreglos “estratégicos”, vienen a ser irrelevantes para una ciudadanía rebasada por una situación que raya en lo insostenible.
El hecho es que, como lo hemos expresado en otras ocasiones, los partidos políticos mexicanos pueden decir lo que quieran, pero las evidencias no dejan lugar a dudas.
No han cumplido, en general y en estricto, con las expectativas generadas por el apoyo directo, material, político y financiero más costoso de la historia mexicana, que siguen recibiendo casi incondicionalmente.
No superan la sospecha fundada en el mal uso de los recursos que reciben del erario, es decir, del pueblo mexicano; no han demostrado la rectitud, la honestidad y la decencia incuestionables que en asuntos de la democracia se vuelve imprescindible.
Ni a quién irle
Si bien hay grados en la descomposición partidaria, ninguno de los partidos escapa al esquema. En estricto, están convertidos en negocios electorales y de otros, incluso ilegales, como ha quedado en evidencia muchas veces.
No promueven la democracia e incluso a su interior violentan las normas más elementales de ese ejercicio, como se ha demostrado reiteradamente por los contados elementos críticos que se pueden hacer oír.
En suma, los partidos políticos mexicanos, tal y como ahora se comportan y operan, representan el más rotundo fracaso de un proceso democrático que generó grandes esperanzas.
De espaldas al pueblo
¿Por qué esta afirmación? -México está peor que antes de financiar a tanto vividor y oportunista de la política; la miseria se ha acentuado, el sindicalismo de lucha y resistencia está en franca extinción, la brecha entre pobres y ricos se ha ensanchado de manera dramática.
Ante ello, los partidos “olvidan” el interés general y, cuando de preservar sus privilegios indebidos se trata, todos, sin distingos de clase alguna, se ponen de acuerdo.
Así están las cosas y retamos a los partidos políticos mexicanos asociados con el ahora INE a demostrar que estas afirmaciones no son ciertas. La evidencia es que han fallado, han fracasado como opciones democráticas, han traicionado al pueblo de México.
En ese orden de ideas, el rejuego de candidatos, de presuntos y amarrados, es absolutamente irrelevante para la ciudadanía en términos de expectativas fundadas de cambio positivo.
Bien podrían reproducir, tal cuales, las promesas, declaraciones, poses y demás yerbas de procesos anteriores. Como igual se reproducirá, si no se cambia en serio, el mismo drama político, educativo, cultural, económico y social que parece no tener fin.
El cambio posible pasa, sin sombra de duda, por la erradicación tajante de esas prácticas que han dado al traste con las esperanzas democráticas.
Al ataque los relevos
Pero, como sea, en medio de una crisis inocultable para cuyo enfrentamiento paliativo (ya no digamos solución, que sería demasiado pedir) no están capacitadas las autoridades “de los tres niveles”, transcurrirán nuevas y onerosas elecciones que siempre han sido un jugoso negocio para políticos corruptos (que son casi todos, por no decir todos).
Todavía juega la ronda de las promesas, los discursos vacíos y la ofensiva simulación para continuar con la farsa democrática, mediada por la dilapidación de recursos que, a fin de cuentas, salen del bolsillo del pueblo trabajador.
La salud pública en cuestión
Si las declaraciones bien vestidas sustituyeran, por arte de magia, a la terca realidad, no habría problema: en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) el objetivo es enfrentar “con responsabilidad y madurez la tarea de construir la seguridad social del siglo XXI”, según se asegura en su sitio de Internet.
Cabe desde luego, el beneficio de la duda: se están enunciando propósitos ciertamente encomiables y fijando metas recuperables. Sin embargo, un requisito indispensable de la planeación responsable y seria es, de entrada, atender a las condiciones de base, a la situación de realidad de lo que se quiere corregir y superar.
¿Lo han hecho? -No hay referentes sustentables que así lo indiquen. Fuera de la palabrería y la retórica del cambio (hasta ahora meramente figurado en casi todos los rubros) nada hace suponer que hay una efectiva voluntad política para corregir lo corregible, que es muchísimo.
Mientras todo siga igual…
Negligencias, trato inapropiado al derechohabiente, falta de equipo e infraestructura básica, saturación ocasionada por burocratismo y muchos más problemas están a la orden del día. No tiene caso negarlo.
Lo que acaba de pasar con la muerte de 13 infantes en el IMSS Culiacán, al margen de “explicaciones” oficiosas, en el fondo tiene que ver con ese panorama de descuido y desatención de la problemática central.
En el IMSS, tanto a nivel nacional como local, en la mayoría de los casos la burocracia que lo controla, directivos, coordinadores, jefes de área, directores médicos y demás funcionarios, se eternizan en sus puestos o simplemente se rotan. Los problemas, junto con ellos, permanecen.
Por lo que toca a la dirección nacional y las delegaciones del IMSS, éstas se adjudican con un criterio político y es común que sus titulares no tengan especialidad ni experiencia en el área médica.
Eso es lo que está en la base de los problemas que seguirán mientras no se atienda lo medular.
Tamborazos
Quiérase o no, la extradición de los trece narcotraficantes entregados a Estados Unidos es, en la práctica, una concesión y una dimisión del gobierno mexicano que, así, reconoce su incapacidad para lidiar con la delincuencia organizada y mantener en prisión a quienes logra detener.
Como se esperaba, Jaime Rodríguez, apodado “el bronco”, gobernador “independiente” de Nuevo León, conformó su gabinete pagando las cuotas a los cuates, pero más bien de sus patrocinadores, políticos y empresarios panistas y priistas. Los reclamos han iniciado por lo que claramente se veía venir.
Un primer frente independiente, con los asegunes de cada caso, estaría conformado por el propio Rodríguez; por Enrique Alfaro, presidente municipal de Guadalajara, aunque fue postulado por Movimiento Ciudadano; Alfonso Martínez, alcalde de Morelia, y Manuel J. Clouthier, diputado federal.
-En circulación nuestro nuevo libro: Por el Foro de Trajano.
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Apunte
¿Qué tan ajenas son esas culpas?
JORGE GUILLERMO CANO
Culiacán de los Retenes y los Topes, Sinaloa, octubre 2015. Hay quienes, en el ámbito de la partidocracia que padecemos, ante lo que está sucediendo en el país quieren quedar libres de culpa.
Es el caso de los panistas que “olvidan” los desaguisados de los dos sexenios anteriores (¿Qué 12 años es nada? ¿La eternidad, entonces?) y del PRD, pieza infaltable en los acuerdos cupulares para la aprobación de políticas y reformas cuyas bondades no se ven por parte alguna.
Es evidente la crisis del gobierno de Enrique Peña Nieto (cuya defensa, por cierto, no puede estar más alejada de nuestra intención) pero de lo que se trata es de poner en su justa dimensión la responsabilidad por lo que sucede en este país que ves y, en ese orden de ideas, es claro que los partidos políticos, de hecho todos, en modo alguno pueden ignorar su parte.
Al arribo de Vicente Fox no era dable que los priistas negaran su responsabilidad histórica en la profunda descomposición social que los alternantes no pudieron, ni supieron, enfrentar con éxito. Con el PRI, la crisis humanitaria estaba (como está) indubitablemente presente y le fue heredada a Fox, quien a su vez la pasó a Felipe Calderón que la regresó igual o peor al Jurásico tricolor, mismo que esta vez no halla la puerta.
En el contexto general, considerando a los estados y municipios como entidades políticas, tampoco otros partidos, como el PRD, están libres de culpa. Los referentes abundan.
Asoma la debacle
Y en efecto, los crímenes de Tlatlaya y Ayotzinapa (que ya casi se convierten en botones de la muestra) pintan de cuerpo entero a un sistema corrupto, ineficaz, contrario al interés general del país y exhiben los extremos a los que pueden llegar órganos de gobierno sin legitimidad y que son producto del vulgar negocio en que se ha convertido la política en México.
Hace unas semanas escribimos que México no puede seguir así, so pena de un resquebrajamiento social de proporciones imprevisibles; la política no puede seguir así, en manos de farsantes y delincuentes; los gobiernos no pueden seguir así, a espaldas del pueblo, defendiendo intereses privados, convertidos en cuevas de negociantes sin escrúpulos.
De lo que pasa tiene que derivar, como imperativo de la evidente realidad, pasando por el derrumbe de mitos defendidos por ingenuos e interesados, una recomposición nacional. De no ser así, asoma la debacle.
Es momento de abrir un debate sobre los grandes problemas nacionales, su diagnóstico realista (no las simplistas explicaciones de “los tres niveles”) y las posibles alternativas para su enfrentamiento serio y responsable. Ya veremos si la inteligencia se hace presente.
La misma gata
En las circunstancias actuales, los desplantes partidarios en la gesta electorera que ya está prácticamente encima (otra, de cara factura) con los que se trata de motivar adhesiones en las vísperas del 2018, aunque el tono está dado por los arreglos “estratégicos”, vienen a ser irrelevantes para una ciudadanía rebasada por una situación que raya en lo insostenible.
El hecho es que, como lo hemos expresado en otras ocasiones, los partidos políticos mexicanos pueden decir lo que quieran, pero las evidencias no dejan lugar a dudas.
No han cumplido, en general y en estricto, con las expectativas generadas por el apoyo directo, material, político y financiero más costoso de la historia mexicana, que siguen recibiendo casi incondicionalmente.
No superan la sospecha fundada en el mal uso de los recursos que reciben del erario, es decir, del pueblo mexicano; no han demostrado la rectitud, la honestidad y la decencia incuestionables que en asuntos de la democracia se vuelve imprescindible.
Ni a quién irle
Si bien hay grados en la descomposición partidaria, ninguno de los partidos escapa al esquema. En estricto, están convertidos en negocios electorales y de otros, incluso ilegales, como ha quedado en evidencia muchas veces.
No promueven la democracia e incluso a su interior violentan las normas más elementales de ese ejercicio, como se ha demostrado reiteradamente por los contados elementos críticos que se pueden hacer oír.
En suma, los partidos políticos mexicanos, tal y como ahora se comportan y operan, representan el más rotundo fracaso de un proceso democrático que generó grandes esperanzas.
De espaldas al pueblo
¿Por qué esta afirmación? -México está peor que antes de financiar a tanto vividor y oportunista de la política; la miseria se ha acentuado, el sindicalismo de lucha y resistencia está en franca extinción, la brecha entre pobres y ricos se ha ensanchado de manera dramática.
Ante ello, los partidos “olvidan” el interés general y, cuando de preservar sus privilegios indebidos se trata, todos, sin distingos de clase alguna, se ponen de acuerdo.
Así están las cosas y retamos a los partidos políticos mexicanos asociados con el ahora INE a demostrar que estas afirmaciones no son ciertas. La evidencia es que han fallado, han fracasado como opciones democráticas, han traicionado al pueblo de México.
En ese orden de ideas, el rejuego de candidatos, de presuntos y amarrados, es absolutamente irrelevante para la ciudadanía en términos de expectativas fundadas de cambio positivo.
Bien podrían reproducir, tal cuales, las promesas, declaraciones, poses y demás yerbas de procesos anteriores. Como igual se reproducirá, si no se cambia en serio, el mismo drama político, educativo, cultural, económico y social que parece no tener fin.
El cambio posible pasa, sin sombra de duda, por la erradicación tajante de esas prácticas que han dado al traste con las esperanzas democráticas.
Al ataque los relevos
Pero, como sea, en medio de una crisis inocultable para cuyo enfrentamiento paliativo (ya no digamos solución, que sería demasiado pedir) no están capacitadas las autoridades “de los tres niveles”, transcurrirán nuevas y onerosas elecciones que siempre han sido un jugoso negocio para políticos corruptos (que son casi todos, por no decir todos).
Todavía juega la ronda de las promesas, los discursos vacíos y la ofensiva simulación para continuar con la farsa democrática, mediada por la dilapidación de recursos que, a fin de cuentas, salen del bolsillo del pueblo trabajador.
La salud pública en cuestión
Si las declaraciones bien vestidas sustituyeran, por arte de magia, a la terca realidad, no habría problema: en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) el objetivo es enfrentar “con responsabilidad y madurez la tarea de construir la seguridad social del siglo XXI”, según se asegura en su sitio de Internet.
Cabe desde luego, el beneficio de la duda: se están enunciando propósitos ciertamente encomiables y fijando metas recuperables. Sin embargo, un requisito indispensable de la planeación responsable y seria es, de entrada, atender a las condiciones de base, a la situación de realidad de lo que se quiere corregir y superar.
¿Lo han hecho? -No hay referentes sustentables que así lo indiquen. Fuera de la palabrería y la retórica del cambio (hasta ahora meramente figurado en casi todos los rubros) nada hace suponer que hay una efectiva voluntad política para corregir lo corregible, que es muchísimo.
Mientras todo siga igual…
Negligencias, trato inapropiado al derechohabiente, falta de equipo e infraestructura básica, saturación ocasionada por burocratismo y muchos más problemas están a la orden del día. No tiene caso negarlo.
Lo que acaba de pasar con la muerte de 13 infantes en el IMSS Culiacán, al margen de “explicaciones” oficiosas, en el fondo tiene que ver con ese panorama de descuido y desatención de la problemática central.
En el IMSS, tanto a nivel nacional como local, en la mayoría de los casos la burocracia que lo controla, directivos, coordinadores, jefes de área, directores médicos y demás funcionarios, se eternizan en sus puestos o simplemente se rotan. Los problemas, junto con ellos, permanecen.
Por lo que toca a la dirección nacional y las delegaciones del IMSS, éstas se adjudican con un criterio político y es común que sus titulares no tengan especialidad ni experiencia en el área médica.
Eso es lo que está en la base de los problemas que seguirán mientras no se atienda lo medular.
Tamborazos
Quiérase o no, la extradición de los trece narcotraficantes entregados a Estados Unidos es, en la práctica, una concesión y una dimisión del gobierno mexicano que, así, reconoce su incapacidad para lidiar con la delincuencia organizada y mantener en prisión a quienes logra detener.
Como se esperaba, Jaime Rodríguez, apodado “el bronco”, gobernador “independiente” de Nuevo León, conformó su gabinete pagando las cuotas a los cuates, pero más bien de sus patrocinadores, políticos y empresarios panistas y priistas. Los reclamos han iniciado por lo que claramente se veía venir.
Un primer frente independiente, con los asegunes de cada caso, estaría conformado por el propio Rodríguez; por Enrique Alfaro, presidente municipal de Guadalajara, aunque fue postulado por Movimiento Ciudadano; Alfonso Martínez, alcalde de Morelia, y Manuel J. Clouthier, diputado federal.
-En circulación nuestro nuevo libro: Por el Foro de Trajano.
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