Hace décadas, en una de varias ocasiones que se me inflamó la garganta, recuerdo haberle preguntado a mi padre para que servían las anginas, él contestó la verdad para el conocimiento médico científico de entonces, no sabía. Años más tarde, y después de que a cientos de miles de niños les fueran removidas, resultó que las amígdalas o “anginas” de marras, son muy importantes para el sistema inmune y no deben extirparse a menos que sea indispensable. Algo parecido está pasando con una estructura corporal conocida desde hace ya muchos años (Mencionada primero por Leonardo Da Vinci en sus dibujos de anatomía humana a principios del siglo XVI), cuya función parecía ser mecánica y simple, hay quien habla de que el cuerpo tiene un “nuevo órgano”: El mesenterio.
La noticia reverberó en los medios a principios de enero, después de que el portal digital Science Alert hiciera hincapié en una publicación de noviembre 2016 en The Lancet por científicos de la Universidad de Limerick (Irlanda), que plantea la reclasificación del mesenterio como un órgano. El Dr. J. Calvin Coffey, autor líder del trabajo, lo sugiere ofreciendo evidencia que lo apoya, pero no por primera vez, él lo había propuesto ya en artículos anteriores en 2014 y 2015.
La forma del mesenterio es difícil de explicar: simplificando mucho digamos que, si la columna vertebral y la parte trasera del abdomen fueran una tabla vertical, y el intestino un tubo recto del mismo tamaño y paralelo a ella, el mesenterio sería una pieza de tela gruesa tendida entre ambas, colgando desde la tabla para aferrarse a la cara interna del intestino y sostenerlo. Dicho no tan simple: Es una capa de tejido fibroso rellena de grasa, amarillenta, difícil de explorar por estar plegado y adosado a casi todo el sinuoso tubo digestivo acompañándolo para darle soporte, es un lugar de paso desde el intestino (nuestro punto de contacto con el alimento del exterior), hacia el resto del sistema a través de vasos circulatorios y linfáticos. Los autores plantean que su estructura es continua desde la parte alta del estómago hasta el colon, y más sencilla de lo que parecía al disponerse siguiendo una espiral ininterrumpida. Como el mesenterio sólo puede ser explorado por vía quirúrgica y es difícil estudiarlo, es un gran desconocido para la medicina, al igual que ocurre con otros depósitos de grasa en el cuerpo humano, y podría haberse menospreciado su importancia, porque lo que hasta ahora parecían depósitos inertes (la grasa abdominal o la “celulitis”), se sabe que cumplen muchas funciones, como auxiliares metabólicos en el control del azúcar en diversas patologías, juegan un rol a nivel inmunológico y tienen un papel en la regulación vascular, las funciones específicas del mesenterio en estudios con modelos animales, aún no son claras, aunque también se esboza su actividad en el metabolismo de carbohidratos, grasas, coagulación de la sangre y funciones inmunológicas, entre otras.
En los últimos años, además de su hipotético rol, se ha señalado que puede ser clave en el desarrollo de trastornos como la enfermedad de Crohn (un tipo de colon irritable severo crónico). Las enfermedades mesentéricas han sido ignoradas o no explicadas, son poco frecuentes como la paniculitis y la epiploitis, problemas vasculares como la temida y mortal necrosis mesentérica postquirúrgica y aunque más raro: tumores -sarcomas o linfomas.
El estudio en The Lancet abre la puerta a la "ciencia del mesenterio" para saber -lo mismo que con los otros depósitos grasos- qué papel juega en la aparición de patologías como hipertensión, obesidad, diabetes o arterioesclerosis; esperemos que esta nueva ciencia no la acaparen charlatanes.
Aunque no se conocen unidades funcionales (células especializadas) del mesenterio, ni a qué sistema pertenecería -dos aspectos fundamentales para reconocer un órgano-, algunos especialistas del ramo opinan que sería útil manejarlo así para entender mejor su función, reiterando que los datos médico-científicos de Coffey sí apoyan esta clasificación. Y podría denominársele órgano, de la misma forma que es posible hacerlo con la piel, las pleuras o las meninges, pero no como algo nuevo, sólo reclasificado. Hoy por hoy, la estructura no tiene reconocimiento oficial como "nuevo órgano", la Federación Internacional de Asociaciones de Anatomía, encargada de la nueva nomenclatura científica en este campo, sostiene que una vez más “la prensa ha exagerado".
Como pasa aún con otras partes del cuerpo, la importancia del mesenterio debe estudiarse más, sin que esto suponga que el ser humano tenga en su panza un nuevo órgano, éstos han sido definidos por anatomistas y fisiólogos a lo largo de los siglos; para el mesenterio, investigación a fondo, el tiempo y su uso habitual en la literatura científica, dictarán si en el futuro nos organizaremos para llamarlo así (o no).
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