Creo que ambos hechos son ciertos y los hemos venido argumentando en los últimos años. Sin embargo, deben ser matizados y deben incluirse otras variables para explicar la virulencia en curso de Washington.
Venezuela: Mucho más allá del petróleo
Raúl Zibechi
En primer lugar, EE.UU. se ha convertido en el primer productor mundial de petróleo, con un crecimiento sostenido de la extracción a partir del desarrollo del fracking.
POR EL CONTRARIO, uno de los países más dependientes en materia de hidrocarburos es China, que importa el 70% de su consumo. Más aún, la vulnerabilidad de China es mucho mayor que la de sus principales competidores, según el oficialista Global Times: Japón tiene reservas para 140 días y EE.UU. para 100 días, mientras el dragón sólo cuenta con reservas estratégicas para 40 a 50 días.
Más grave aún es que la producción china de petróleo viene decayendo en los tres últimos años, ya que los principales campos están al borde del agotamiento y con los precios actuales es más barato importar que extraer en China. La dependencia se agrava porque el consumo crece exponencialmente, ya que cada año se suman 28 millones de vehículos al parque automotriz del dragón.
En consecuencia, el objetivo de EE.UU. en Venezuela es negar a China el acceso al petróleo, más que apropiarse de sus reservas, cuestión que en modo alguno puede considerarse superflua. En todo caso, los acuerdos con Rusia —y con otros países— para el suministro a través de oleoductos, pueden paliar esa dependencia pero no neutralizarla.
El segundo aspecto debe ser también matizado. EE.UU. ha “convivido” con Cuba durante 60 años. A regañadientes ha debido aceptar la existencia de un régimen contrario a sus intereses en la isla. Es cierto que esa convivencia ha sido traumática y anclada en la intervención y el bloqueo, pero eso no impide señalar que la superpotencia ha debido aceptar la existencia del régimen cubano.
Por supuesto, Venezuela es un país mucho más importante desde el punto de vista geoestratégico que Cuba, contiene enormes riquezas mineras además de hidrocarburos y tiene fronteras con países tan importantes como Brasil, Colombia y, sobre todo, Guyana, donde residen riquezas que ambicionan las grandes potencias.
Sin embargo, estos dos hechos (petróleo y geoestrategia) no deben oscurecer un tercero, que se relaciona con el reposicionamiento de EEUU en la región para impedir la expansión de la presencia china.
Dominio de la tecnología
Un reciente artículo en la revista El Viejo Topo, dedicado al caso Huawei y “la guerra por el dominio de la tecnología”, destaca que el contraataque chino tiene en América Latina uno de sus objetivos centrales (El Viejo Topo, marzo 2019). Como se sabe, la expansión comercial del dragón en la región es impresionante: según la CEPAL, China invirtió 90.000 millones de dólares entre 2005 y 2016 y espera que en 2025 los intercambios comerciales con América Latina alcancen los 500.000 millones de dólares.
El sector más importante, siempre según CEPAL, sería internet, donde se está desarrollando una importante guerra comercial y por el dominio de las nuevas tecnologías. Por eso el mencionado artículo sostiene que “la guerra sucia por deponer a los gobiernos progresistas en Latinoamérica tiene mucho que ver con la necesidad de evitar la expansión comercial china en la región”.
En este punto hay dos aspectos que merecen ser atendidos. El primero es que Washington y el Pentágono han concluido que no pueden permitir que sigan existiendo regímenes adversos a sus intereses en la región. La dificultad que se les presenta, es que han llegado algo tarde para resolver este “problema”. Fracasaron en 2002 cuando el golpe de Estado contra Hugo Chávez, ya que en los años siguientes el gobierno bolivariano se consolidó con la creación de milicias y de formas de control de las Fuerzas Armadas que hacen muy difícil —si no inviable—, un nuevo golpe de Estado.
Ahora comprenden que les resulta mucho más oneroso cambiar el régimen que prevenir su consolidación, pese a que el clima regional ha virado seriamente en contra de Nicolás Maduro.
Tierras raras
EL SEGUNDO PROBLEMA que intentan abordar, que está en el meollo de la planificación estratégica estadounidense, gira en torno a los “minerales raros” o “tierras raras”. Estos minerales son decisivos en la producción de artículos de alta tecnología, como teléfonos móviles, televisores de pantalla plana, cables de fibra óptica y en la industria de guerra. Son decisivos en la fabricación de semiconductores, que son uno de los escasos rubros en los que EE.UU. mantiene la delantera, así como en microelectrónica.
El problema para el Pentágono es que China controla 84% de su producción, mientras EE.UU. consume un 15% de la producción mundial. 75% de la producción china de minerales raros se consume internamente, lo que le proporciona una enorme ventaja respecto a sus competidores. Aunque no están cuantificadas, se sabe que Venezuela posee reservas de tierras raras, además de coltán, un mineral considerado estratégico que está en la mira de las grandes multinacionales y del Pentágono.
Una situación similar es la de Bolivia, donde habría grandes reservas de indio, un mineral importante en la fabricación de pantallas de cristal líquido. Las mayores reservas de minerales o tierras raras están en China, seguida muy de lejos por Vietnam y Brasil, y luego por Rusia.
La competencia por los minerales, además de la ya tradicional guerra por los hidrocarburos, es un componente decisivo en la guerra geopolítica en curso y en el posicionamiento actual de EE.UU. hacia la región latinoamericana. Cada piedra, cada roca, pueden jugar su papel en este período de dura y exigente competencia global por la dominación del planeta. Cada contendiente va comprendiendo los puntos débiles del adversario, y en esos puntos se focalizan las acciones decisivas en cada coyuntura del conflicto global.
Raúl Zibechi: Periodista e investigador uruguayo, especialista en movimientos sociales, escribe para Brecha de Uruguay, Gara del País Vasco y La Jornada de México.
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