VOCES DEL DIRECTOR
Guardia Nacional
civil o militar
Mouris Salloum George
EL TEMOR de militarizar a México está en la base de la inconformidad ciudadana contra la propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) de que la Guardia Nacional (GN) —con sus 120 mil integrantes hasta hoy— se convierta en una dependencia de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
Para inclinarse a favor o en contra de la propuesta del presidente, debe tomarse en consideración que algunos organismos del más alto nivel internacional, como la Organización de Naciones Unidas (ONU), se han pronunciaron ya para que esa manzana de la discordia —que es la Guardia Nacional desde su creación— continué subordinada a la autoridad civil.
Si bien, el mandatario federal ante las impugnaciones ya aceptó que será el Poder Judicial, sobre todo la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la instancia que determine el destino del organismo de seguridad pública federal, el siguiente punto estratégico que el presidente debería resolver —y que está en voz de todos— es que la Guardia Nacional se encuentra rebasada para atender el problema para el que fue creada, el resguardo de la seguridad pública.
Como es sabido, la contra parte, la inseguridad pública en todas sus manifestaciones en el país se ha generalizado y empeorado porque crece instigada por las bandas del crimen organizado, pero sobre todo por el narcotráfico cuyas redes operan en casi todo el territorio nacional.
Reconsiderar, porqué no
Ante este enraizado problema, muchas voces ciudadanas demandan un cambio de enfoque a la política de seguridad pública. En respuesta, el presidente mexicano ha dicho que sigue vigente su política rectora: el polémico principio de “abrazos, no balazos” que estableció desde el principio de su administración.
Bajo un precepto rector: atender a los jóvenes para quitarles un elemento clave a las bandas, enrolarlos en actos delictivos y que a su vez la delincuencia vea incrementadas sus filas.
Por cierto que, no está de más recordar y al mismo tiempo reiterar al presidente de la República, que la población en muchos sitios del país se encuentra atemorizada al extremo, por la salvaje y creciente violencia generada por las distintas expresiones delincuenciales que azotan en los lugares más inesperados.
Por tanto, es urgente que el gobierno convoque a un Gran Acuerdo Nacional —pese a la insistencia de mantener la misma logística de “abrazos no balazos”—, con todas las fuerzas estatales y municipales, para que bajo la conducción federal se adopte un criterio precisamente de carácter nacional y de consenso, con las medidas alternativas y complementarias, tan necesarias como urgentes, en contra los delincuentes que siguen operando y alterando el orden público, así como generando zozobra e inseguridad para la población en todo el país.
Es de humanos reconocer cuando nuestra propuesta inicial no puede sostenerse en el tiempo, principalmente si dicha alternativa se define y decide sin la consideración del pulso de gobierno como tal; es decir, confrontada con la realidad.
Valga lo anterior como propuesta, en tanto la inseguridad avanza y porque instancias como la Guardia Nacional está mudando de piel. Nunca es tarde para reconsiderar, si de mejorar se trata. Más en un tema tan grave y delicado para efectos de la convivencia social.
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