El medio NO es el mensaje
CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ
Con dificultades para ganar las grandes batallas, la estrategia política del gobierno federal se ha centrado en los pequeños combates. El secuestro de periodistas la semana pasada para chantajear con la transmisión de narcovideos dio la oportunidad para desviar la atención hacia la solicitud de moderación en los medios.
Pero el problema de fondo no se localiza en los medios de comunicación. El conflicto central se encuentra en la corrupción del poder. Es decir, en la capacidad económica del narcotráfico para comprar espacios territoriales. Como siempre ocurre, la prensa es apenas el reflejo de la realidad.
En el hipotético caso de que los medios logren ponerse de acuerdo y por algunos días no se publique ni se difunda noticia alguna sobre el narcotráfico, el problema de la criminalidad seguirá latente. Podría ser hasta infantil suponer que los capos del narcotráfico operan sólo para ganar algunos espacios en los medios de comunicación.
Por tanto, es posible concluir, al contrario de McLuhan, que el medio de comunicación no es el mensaje. El centro del conflicto del narcotráfico radica en la impunidad de la criminalidad y en la corrupción de las estructuras de poder. Como siempre, los medios son solamente… medios; es decir, intermediarios entre la sociedad y la realidad.
En todo caso, la difusión dominante de la criminalidad tiene cuando menos tres razones: el gobierno no ha sabido neutralizar los mensajes, el gobierno no ha sabido crear informaciones alternativas y el gobierno ha perdido el compromiso de los medios.
Los medios, a su vez, han perdido el foco de la información. La mayor parte del contenido informativo de prensa, radio y televisión ha insistido en criticar severamente al gobierno y al Estado y no a denunciar la criminalidad del narcotráfico. Se ha llegado al punto de que algunos medios de comunicación parecen narcomantas de los capos y no representantes de la sociedad. No se trataría de elogiar por sí solo sino de convertir la información en un instrumento social de crítica a una realidad. Ahí ha quedado el caso de Proceso, cuyo dueño, Julio Scherer García, aparece sonriente con el capo Ismael El Mayo Zambada poniendo amigablemente su brazo sobre el periodista. El sentido acrítico de esa foto dijo más que mil palabras. Los medios cumplen la tarea que señaló Stendhal en su obra cumbre Rojo y Negro: un espejo que justamente refleja el lodazal del camino. Los medios no crearon el lodazal ni patrocinan a los narcos ni venden sus espacios. Pero los medios tampoco han sabido redefinir su tarea en la difusión de las informaciones criminales.
La fragilidad de los medios se percibió la semana pasada con el secuestro de periodistas. Las bandas del crimen organizado lograron poner a los medios contra el gobierno con los secuestros, porque los medios protestaron contra la autoridad y no contra las bandas criminales. Por tanto, urge un acuerdo de comunicación entre gobierno y medios para definir la política de cobertura informativa y que los medios no resulten cómplices de las bandas. Consulte este artículo en línea en la sección de este colaborador (http://esp.mexico.org/lapalabra/index.php?method=colaborador&idcolaborador=245)
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