19.09.85, UNA FECHA PARA RECORDAR
Flores naciendo entre escombros
HÉCTOR CHAVARRÍA* (Exclusivo para Voces del Periodista)
Hace 24 años, hubo una gran sacudida, nuestro mundo se tambaleó por esos instantes terribles. Después de eso, la vida ya nunca fue igual... Pero vivimos para contarlo. Y, nuestra ciudad sobrevivió.
TODOS EN LA CIUDAD de México recuerdan, dónde estaban y qué estaban haciendo, cuando una sacudida brutal nos cambió la vida a todos... para muchos, ahí terminó la vida.
Era el 19 de septiembre de 1985, a las 07:19 horas muchos relojes públicos se paralizaron en esa hora... hace ahora 24 años y parece para quienes estuvimos ahí, como si fuera apenas ayer, unas horas atrás, aunque ahora las condiciones son otras, los olores son otros.
¿A qué olía aquel jueves terrible? Olía a miedo y estupor, a humo, y a polvo... luego, al paso de las horas y después de los días nos llegó aquel otro olor: espantoso, inolvidable, dulzón, el olor de la muerte, de miles de cadáveres en descomposición entre los escombros de la ciudad más grande del mundo. Ese olor de trinchera de la gran guerra nos llegaba en todas partes, se nos impregnaba en la ropa, estaba en los alimentos y el agua, se deslizaba en nuestros sueños robados al trabajo de ayudar e informar.
Se quedó grabado en nuestras mentes y durante años formó parte de nuestras pesadillas, porque donde otros sueñan, los periodistas y los socorristas recordamos y, a veces, nos despertamos gritando...
Pero la mayor parte de nosotros sigue en la brega: informando y rescatando, los recuerdos archivados y su remanente como experiencia para el futuro... varios de los jóvenes de aquellos días, hoy ya peinando canas, son expertos en rescate y cumplen su vocación no sólo en nuestra patria, sino a lo ancho y largo del mundo.
Gerardo Rivera es uno de ellos, en 1985 era uno de los patrulleros más jóvenes del SAM (Socorro Alpino México), nuestra “mascota” decíamos al que llamábamos cariñosamente “el polluelo” y en esas jornadas terribles “el polluelo se la rifó” como todos nosotros: aquellos días de escarbar entre los escombros con las manos desnudas. Hoy el antiguo “polluelo” es ya un águila mexicatl que ha batido sus alas de misericordia en Turquía, Irán, Alemania, Japón, Indonesia, El Salvador, donde haga falta... como socorrista mexicano y como profesional del entretenimiento para niños... sus pupazzi, sus marionetas, han sido vistas en muchas partes del mundo por los niños damnificados, pues don Gerardo, además de rescatar vidas y luego del rudo y peligroso trabajo de los socorristas, se dá el tiempo para divertir a los niños... no importa que él no hable alemán, japonés, turco, farsi o indostaní, el idioma de sus marionetas no tiene fronteras nacionales, como tampoco las tiene la solidaridad.
Para nosotros, socorristas y periodistas, la solidaridad es como la noticia de un desastre: una sola, y la especie humana también es una sola, sin babosadas étnicas-idiotas.
Las “razas” son para los perros, los gatos o los caballos; nosotros pertenecemos al género homo sapiens, somos seres humanos, iguales en Israel que en Palestina, en Suiza que en África, Nueva Orleáns, o Indonesia, Japón o nuestra ciudad aquel fatídico jueves de septiembre, hace ya 20 años: el dolor y el miedo son iguales, la sangre del mismo color, la muerte tiene el mismo olor.
Homo sapiens significa “hombre sabio” y ese sentido de común sabiduría es a veces el menos común de los sentidos en nuestra especie.
Pero consideraciones “sesudas” aparte, aquel 19.09.85, entre las ruinas humeantes de nuestra ciudad, desde los escombros regados por doquier, surgieron flores. Bellas flores de todos los colores en un arco iris, de tonos azul, rojo, amarillo, verde: seres humanos arriesgando sus vidas por los demás, con cruces variopintas en las mangas del uniforme, algunos con edelweiss de plata en sus boinas verde y otros con alas, también de plata, “muy cerca del corazón”... algunos de ellos estuvieron ayer en Nueva Orleáns, mañana en cualquier lugar donde se les necesite porque rescatar vidas es su vocación, como dice el himno del SAM.
Para que otros vivan, es un lema compartido por todos los socorristas del mundo: civiles y militares, el rescate sólo tiene un símbolo salvar. No importa que la organización tenga como distintivo una swastika, una medialuna, una estrella de seis puntas o una cruz, los socorristas son iguales en todas partes: valientes, desinteresados, locos, a veces fanfarrones, bromistas siempre. Y, para el rescate y la ayuda, la gente en problemas es igual en todas partes del mundo. Ese 19.09.85 dejó una estela de caos, desesperación y muerte, pero hasta en lo feo hay bellezas y lo más bonito que nació de esa fealdad fueron algunos de los mejores reporteros, articulistas y editorialistas que, en buena medida fortalecidos por la experiencia, han dado su nueva faz al periodismo de los EUM, y de paso y no menos importante a algunos de los más recios, abnegados y valientes socorristas del orbe, hoy ya famosos y reconocidos en todo aquel ancho mundo por donde han regado su generosidad.
Y también, hay que decirlo, nos legó la solidaridad de un pueblo completo -la de verdad, no las babosadas políticas-, la cual proclamábamos entonces con orgullo y un lema: México sigue en pie.
Esos solidarios viejos -y varios nuevos- están hoy ayudando en alguna parte del mundo o en propio México.
Éramos un pueblo generoso, pero aprendimos a serlo más; éramos valientes pero entonces, nos volvimos osados hasta la locura; queríamos a la vida y aprendimos a amarla, perdimos mucho, pero ganamos más: si el 19.IX, es una fecha para recordar:
Cuando las flores crecieron desde los escombros.
Cuando, a pesar de todo o tal vez por esas flores: ¡México sigue en pie!
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* Escritor, periodista, PNP, ex rescatista de montaña boina verde del SAM, participó en la cobertura de noticias -desde adentro- y, en los rescates urbanos aquel inolvidable 19.09.85.
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