Calderón ordena maquillar la imágen de su gobierno
HACE ALGUNAS SEMANAS -entre las crónicas cotidianas del horror colectivo en México-, consignamos en este mismo espacio el hallazgo de un frasco de cristal conteniendo ojos humanos de víctimas cuya identidad hasta la fecha no se ha conocido. Hace unos días, los medios informaron sobre la aparición de un balón de fútbol forrado con la piel de un rostro de hombre, sin que se sepa a quién perteneció, pues el resto del cuerpo no había sido encontrado. Para decirlo con licencia al humor negro, si Edgar Allan Poe hubiera vivido en México, seguramente habría terminado sus días como escritor costumbrista.
No se trata ya de macabros acontecimientos aislados. Aunque la mayoría de los canales de las cadenas televisivas que trasmiten desde la Ciudad de México no divulga ese tipo de imágenes reales -aunque sí las de series que hacen apología de los crímenes más espeluznantes-, quien se dé tiempo de sintonizar las filiales de provincia en Monterrey, Guadalajara, Tampico y otras ciudades, sufre los amaneceres más espantosos con los cuadros deshumanizados que hacen aparecer a las viejas publicaciones de “nota roja” como portadoras de cuentos infantiles.
Cerrar los ojos frente a ese terrorífico espectáculo, ¿convierte a nuestros compatriotas en enemigos de México? Presentar sin rosas maquillajes esa realidad monda y lironda, ¿justifica la acusación gubernamental contra los medios informativos de haberse convertido en cómplices del crimen organizado? Todo es según el color del cristal con que se mire. El gobierno pretende que sólo se difunda en el interior y hacia el exterior el paraíso de Felipelandia, combinada con Enriquelandia.
No es por ahí, señor presidente: Que se quiera que nuestros diplomáticos asuman en sus sedes en el extranjero el papel de mercachifles, santo y bueno; aunque no es esa, en estricto rigor, la función central de la política exterior. Pero que se les dé por consigna expresa hablar bien de México, implica poner en tela de duda su lealtad, si no a la Nación, sí a quien en ellos se depositó su confianza burocrática. Sólo a modo de ilustración, ¿puede hablarse bien de México, cuando agentes del Servicio Nacional de Migración se constituyen en mafia para practicar el tráfico de personas en un país que tuvo como timbre de orgullo su vocación humanista y hospitalaria?
Recientemente, la edición reproducida en México de The New York Times reveló que la repatriación voluntaria o compulsiva desde los Estados Unidos -de migrantes mexicanos ilegales o legales-, facilita el contrabando hacia nuestro de hasta 40 mil millones de dólares anuales generados por el mercado de la droga en el vecino país. Todos los indicadores de las Cuentas Nacionales reconocen que las crisis de los precios petroleros y la financiera internacional, que ha castigado el envío de remesas de nuestros transterrados y al turismo extranjero, se han reflejado en el ingreso de divisas a la baja. A eso se agrega el incremento de los depósitos de capitales mexicanos en el exterior Sin embargo, el Banco de México informa que dispone de una reserva de más casi 91 mil millones de dólares (cifra histórica, dicen analistas especializados), no obstante haber vendido casi 32 mil millones de dólares entre octubre de 2008 y diciembre de 2009. ¿De dónde proviene ese colosal reserva, si no es del lavado del dinero producido por el narcotráfico? Y así se pide hablar bien de México.
La barbarie que asuela al país, se lleva entre las espuelas a luchadores civiles contra la represión (caso representativo el reciente de Ciudad Juárez, Chihuahua, aunque en vías de generalizarse en otros espacios del territorio nacional), sin que la autoridad que desencadenó la guerra esclarezca el origen de esos crímenes y sus culpables, por más que comisiones para la protección de los Derechos Humanos locales, nacionales e internacionales clamen por el castigo a los responsables de esos actos, bastante visibles tales autores a los ojos de la población. Con la puntual documentación de ese exterminio que prefigura genocidio, ¿puede hablarse bien de México?
El incesante combate entre maleantes, y entre éstos y los aparatos represivos se resuelve con granadas de fragmentación y otros mortales artefactos, e instituciones bancarias o comerciales son ya blanco frecuente a la alta escuela de sofisticados ingenios explosivos con saldos materiales y personales de no poca consideración. Se registran espectaculares robos de parques vehiculares de alta tracción completos, sin que se conozca a los autores. A la vista de esos electrizantes hechos, ¿se puede hablar bien de México? Secuestradores asesinos -convictos y confesos- se gratifican con benignas condenas dictadas por jueces de la causa, sin compadecerse del dolor de sus deudos, ¿puédese hablar bien de México?
Según expertos, la crisis del empleo en México se inscribe ya entre los graves problemas de Seguridad Nacional, pero el gobierno atiza tozudamente el desempleo, aun en sus propias fuentes de ocupación, ¿es esto mérito para hablar bien del país?
Se habla mal sí, de un gobierno insensible, inepto y corrupto, pero es evidente que ese “gobierno” no representa legítimamente a la República, a la Nación, a la Patria. No confundir, pues, la magnesia con la gimnasia. Es cosas de tomar conciencia de la realidad real, no de la imaginaria montada fantasías escapistas.
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