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Edición 228
Escrito por Mouris Salloum George   
Martes, 02 de Marzo de 2010 11:47

 

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Escrito por Mouris Salloum George

Paga el presupuesto público a

frívolos y caros merolicos

Dado el sórdido laberinto en que el calderonismo ha enfangado a la política mexicana -típico en regímenes totalitarios que sueñan con la implantación del pensamiento único o, simple y sencillamente, la proscripción del pensamiento-, hay procesos que, no por aberrantes, no dejan sorprender. Según nuestro registro reciente, se volvieron ilocalizables en la televisión de paga los canales del Congreso de la Unión y del Poder Judicial de la Federación, sin el menor aviso a los suscriptores.


Ese fenómeno se inscribe en el rango de atentado cultural, no sólo porque los televidentes que tenían contratado ese servicio forman parte de quienes satisfacían en esas frecuencias sus exigencias en disciplinas académicas y profesionales, habida cuenta la especialización de los contenidos en materia de procesos legislativos y el discernimiento sobre los procedimientos de administración de la justicia en México; sino también porque el público que no tiene esos requerimientos específicos, podía encontrar propuestas para enriquecer su cultura general con el reencuentro y estudio de la historia y expresiones de arte que no están al alcance en otras opciones audiovisuales.

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En cambio, durante 2009 -año de elecciones federales intermedias y locales en algunos estados-, también sin consulta a los suscriptores, se amplió la oferta de canales no solicitados, cuya única función, por un lado, parece ser la reproducción de boletines electrónicos del gobierno federal y, en el peor de los casos, la de saturar las pantallas con bobas, pero caras promociones mercantiles del mundial de fútbol 2010. Esto es, se desplaza a los poderes Legislativo y Judicial del interés del público, para dejar reinante al Poder Ejecutivo, y se sirve, en añadidura, al propósito de hacer de un espectáculo, presuntamente deportivo, la única alternativa de recreación del gran conglomerado social, así sea apelando a la manipulación-masificación de la nota roja en la que los protagonistas son un truhán rigurosamente estigmatizado como victimario y un futbolista licencioso, convenientemente glorificado como víctima.


En última lectura, esa perversa tendencia al  control absolutista de los medios electrónicos -sovietizados, les llama el maestro Alfredo Jalife-Rahme-, al renegar del supuesto democrático, se vuelve contra el espectro gubernamental que pretende ejercer su dominio sobre la sociedad.


El entrañable y extrañado don Eulalio Ferrer, que algo sabía en materia de sicología de las masas, primero; de comunicación social y de mercadotecnia luego,  solía analizar tiempos y contenidos de los mensajes políticos en la televisión, sobre todo en época electoral: A partir de determinado indicador de rating -cuando aún no se disponía del control electrónico de los aparatos audiovisuales- en horarios de telenovelas, decía el experto hoy difunto, la audiencia disminuye sensiblemente al iniciarse los noticiarios. El interés en los mensajes políticos introducidos en dichos noticiarios se diluye y desciende aún más el número de personas que aprehenden el sentido de dichos mensajes. De este número de personas, las que se adhieren al propósito del emisor, es todavía menor. En síntesis, en una escala de 100 puntos,  el número de personas convencidas fluctuaría entre seis y siete puntos, que no compensan el gasto del anunciante.


En ese orden de ideas, encuestas promovidas por acuerdo entre la Secretaría de Gobernación y la Universidad Nacional Autónoma de México, o las de carácter continental auspiciadas por la ONU, han revelado el decreciente interés de los mexicanos en su democracia y sus instituciones, y la creciente desconfianza en la política y en los políticos. En la Encuesta Nacional de Cultura Política y Prácticas Ciudadanas, apenas 9 por ciento expresó interés en la política y 66 por ciento consideró que las elecciones no son limpias.


El pasado 1 de febrero, en el diario Milenio, la acreditada encuestadora y analista, María de las Heras, en su sección La encuesta (con el sumario: A los medios sí, pero con reservas), escribió lo siguiente: “Si la eficiencia de los políticos o de los líderes eclesiásticos se midiera por el número de declaraciones que hacen al día, en México tendríamos la clase política más eficiente del mundo. Tres cuartas partes de lo que vemos, leemos o escuchamos todos los días en los medios de comunicación son declaraciones de algún notable con sus correspondientes contradeclaraciones. Pocos, muy pocos son los espacios informativos que se ocupan en cosas que ocurren y que pudieran considerarse noticia, los más son simples relatorías de lo que dijo aquél y le contestó ese otro en conferencias de prensa, boletines oficiales o entrevistas personales. El asunto es que los actores declaran y declaran, los medios reproducen y reproducen, y el público simplemente ya no les cree…”.


En la gráfica correspondiente, La encuesta (realizada el 30 de enero, considerando 500 personas mayores de 18 años), informa que a Felipe Calderón 36 por ciento de los consultados le escucha, pero con reservas: 39 por ciento de plano no le cree. A Enrique Peña Nieto, 35 por ciento le escucha, pero con reservas: 38 por ciento de plano no le cree. A Marcelo Ebrard, 31 por ciento le escucha, pero con reservas: 44 por ciento de plano no le cree. Al cardenal Norberto Rivera, 31 por ciento le escucha, pero con reservas: 45 por ciento de plano no le cree. A Fernando Gómez Mont, 26 por ciento le escucha, pero con reservas: 50 por ciento de plano no le cree. A Agustín Carstens, 26 por ciento le escucha, pero con reservas: 55 por ciento de plano no le cree. A Manlio Fabio Beltrones, 30 por ciento le escucha, pero con reservas: 51 por ciento de plano no le cree. A Elba Esther Gordillo, 16 por ciento le escucha, pero con reservas: 74 por ciento de plano no le cree… Hasta ahí esa fuente de evaluación.


Presidente de la República en funciones y al menos cuatro aspirantes a sucederlo, ¿cuánto dinero público se gastan en promociones publicitarias personales abiertas, o disimuladas en el cargo que ostentan y en posicionamiento mediático que les permite ese cargo? Miles, miles de millones de pesos sustraídos al erario, que debiera tener como prioridad la atención a los grandes problemas nacionales y a las ingentes demandas populares.


En conclusión, el poder mágico de la palabra, de antiguo un verdadero tesoro en la lengua de madera de los demagogos -si uno toma en cuenta los resultados de dicha encuesta- ha sido esterilizado por el abuso. Se acabó aquel hombre que, como político, conjugaba sabia y eficazmente pensamiento y acción. Ahora, sólo quedan simples merolicos. Y que conste: El sedicente y legendario “médico” Rafael Meraulyock (o Meroil-yock), que también se decía “polaco”, al menos hacia creer a sus clientes en la infalibilidad de sus milagrosos mejunjes. ¡Vuelve. Vicente, te perdonamos!

 

 

 

 

 

 



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