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PRD, ¿Por quién
doblan las campanas?
CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ
En 1912, en su profundo estudio sobre los partidos políticos, el alemán Robert Michels llegó a una conclusión racional: en los partidos prevalece la ley de hierro de la oligarquía. Es decir, que los liderazgos partidistas se fortalecen por el voto de la sociedad, pero las élites dirigentes funcionan estrictamente como oligarquías; es decir, a favor del interés de unos pocos.
La crisis en el seno del Partido de la Revolución Democrática, en efecto, es una crisis de la izquierda mexicana. Pero no porque el PRD sea el partido de la izquierda, sino porque se ha convertido en una franquicia en nombre de una inexistente izquierda. Nacido de la mezcla del Partido Comunista Mexicano, la izquierda socialista y el neocardenismo priIsta, ahora el PRD ha caído bajo el influjo, el dominio y los intereses de los (ex) priístas y (ex) salinistas Manuel Camacho y Marcelo Ebrard.
Las tres características de un partido de izquierda son muy claras: Idea socialista, vanguardia de organizaciones sociales revolucionarias y definición de una propuesta de gobierno orientado a la igualdad social. Basta contrastar los últimos documentos oficiales del PCM con las declaraciones de Jesús Ortega, Camacho, Ebrard, Cárdenas y López Obrador para concluir que el PRD no es un partido de izquierda sino una organización dominada por los caudillismos y oportunismos y colaboracionismos.
Más que darse a la tarea de organizar a los movimientos sociales de masas -los obreros, los campesinos y las clases medias-, el PRD ha derivado en un partido agitado en su seno por un lumpenproletariado de marginados y desclasados dependientes del subsidio. Los sindicatos en el PRD son una mala copia del sindicalismo de la CTM y del PRI: los universitarios que han liquidado el potencial educativo de las universidades públicas y el de telefonistas vive postrado al poder de Carlos Slim.
En sus poco más de veinte años de existencia, el PRD ha padecido una arterioesclerosis ideológica. De la propuesta neocardenista de rescatar el proyecto de la Revolución Mexicana de Lázaro Cárdenas, ahora el PRD se ha reducido a la auto definición de Ebrard y Camacho de que son los líderes de la izquierda mexicana. Pero en escritos y declaraciones, Camacho y Ebrard han privilegiado el discurso del botepronto y no han emitido ninguna idea política de definición.
La alianza del PRD con el PAN no ha sido en función de alguna propuesta de alternativa de gobierno al modelo priista, sino que, peor aún, han tenido que echar mano a priístas posicionados en encuestas para ofrecerles candidaturas que revelan el fracaso perredista en la conformación de cuadros políticos. No es nada nuevo: el viejo Partido Comunista Mexicano llevó como candidatos presidenciales, entre otros, a Alvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Manuel Avila Camacho y Miguel Alemán Valdés y no a Lázaro Cárdenas.
La única característica que define a un partido como de izquierda es su papel como vanguardia del movimiento revolucionario. Y no se trata de lucha de clases o de dictadura del proletariado sino algo mucho más sencillo: el bienestar social como producto de una transformación de las estructuras de producción, distribución y apropiación de la riqueza social y la organización de las masas para defender proyectos. Y ahí el PRD es más panista que el PAN. Por eso Ortega, Camacho y Ebrard han decidido colocar al PRD a la derecha del centro-derecha y por eso el PAN ha salido ganando con las alianzas PAN-PRD con (ex) priístas.
Al final, las campanas ya están doblando por el PRD.
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