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El cavernario
acecha el 3 de julio
A partir de que los resultados de las elecciones de 2009 en el Estado de México imprimieron un cambio de tonalidades en el mapa político de la entidad, en el que la densidad tricolor opacó los destellos blanquiazules y amarillos en corredores que parecían endosados de de una vez y para siempre a la oposición, se dio por descontado que el Partido Revolucionario Institucional y el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto -en vuelo supersónico televisivo hacia Los Pinos en 2012- no requerirían vejigas para nadar en los comicios para gobernador el próximo 3 de julio. Desde antes incluso de los procesos de hace dos años no había y no la habido después una sola encuesta que no coloque a Peña Nieto en los cuernos de la luna y al PRI como el invencible de antaño.
Sin embargo, desde enero de 2010 aparecieron signos que nublaron aquella idílica imagen cuando abortó un acuerdo cupular -díjose que consultado con el presidente de la República- en el que se permutaban votos priistas en el Congreso de la Unión a favor del interés de Los Pinos, a cambio de que el Partido Acción Nacional no cayera en la tentación de alianzas partidistas con otras formaciones en Edomex, como ya se perfilaban sobre todo en Oaxaca y por extensión a Puebla y Sinaloa, donde finalmente esas alianzas probaron su éxito. ¿A qué le temían los tricolores, tan triunfalistas meses antes?
No dejó de ser un tanto impúdico que ciertos intelectuales orgánicos y medios que simplemente por tirria contra Manuel Andrés López Obrador le daban masajes en las meninges a la corriente “políticamente correcta” dentro del Partido de la Revolución Democrática -encarnada por la contemporizadora facción de los llamados chuchos-, de pronto dieron un viraje para denunciar como un aberración satánica el ayuntamiento de las sedicentes izquierdas con la derecha, subrayando la traición a principios y programas en ambos bandos y bandas.
En días previos a la consulta abierta en Edomex, acordada por la alta burocracia del PRD y el PAN, se contrataron ridículas encuestas para concluir a priori que la alianza era reprobada por la “mayoría” de los mexiquenses, aunque al rechazarse en los consejos estatal y nacional del PRD el maridaje con el PAN, se volvió a la carga contra López Obrador, acusándolo de cacique que mantiene secuestrado al perredismo, sometiéndolo a sus tropicales caprichos. Otros, en esa dispersa emulsión de bilis, cargaron por anticipado a la cuenta del tabasqueño el “inminente” triunfo del PRI el próximo 3 de julio en el vecino estado, y por supuesto el de Peña Nieto en 2012.
De maridaje, amasiato, adulterio, uniones contra natura hablaron los que no quieren alianzas opositoras contra Peña Nieto en el Estado de México. Cada quien su elección. La cuestión es que, el aparentemente poderoso PRI parece corvearse y busca muletas en el impresentable Partido Verde Ecologista Mexicano (hoy con el PRI, mañana con el PAN y pasado mañana de regreso al PRI) y en el Partido Nueva Alianza (Panal). Que se acepten los devaneos verdes no es, ciertamente, un juego para jugarlo frente a los niños. Cosa peor es el pacto con la franquicia de la maestra Elba Esther Gordillo Morales (el Panal), expulsada por el PRI, acusada de deslealtad y traición -desde Vicente Fox hasta Felipe Calderón-, y convertida en veleta electoral según sople el viento. Su más visible reciente arrimo fue con el PAN en Puebla. Más que pornografía, lo que ese espectáculo exhibe es que el león tricolor mexiquense no es como lo pintan, sobre todo después de que los restos del Grupo Atlacomulco recibieron cristiana sepultura.
Por encima de esos arreglos y desarreglos partidocráticos, lo que tendremos en el Estado de México no será un “laboratorio de la democracia”. Acaso rounds de sombra para ensayar la violencia que viene en 2012. Esta es, en todo caso, la verdadera preocupación de la sociedad civil: Que la sociedad “política” siga aferrada a su vocación cavernaria.
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