Romperlo también mata…
El perverso silencio
ANABEL HERNÁNDEZ*
- Discurso pronunciado en Xalapa, Veracruz, 7 de junio de 2012
Anabel Hernández Durante su discurso.
Hoy, en la dramática situación que vive México, el silencio mata hombres, mujeres y niños de la población civil, mata defensores de derechos humanos, mata funcionarios públicos, mata periodistas. Pero romper el silencio también mata.
La pérdida cotidiana de derechos elementales en México como el derecho a vivir o el derecho a la justicia cercenados por el poder infinito del narcotráfico hace que en México se viva una terrible encrucijada: denunciar o callar. ¿Gritar a todo pulmón o ahogar el grito de lo que aquí ocurre?
Aspectos generales de la ceremonia del siete de junio en Xalapa, Veracruz
El Observatorio Iberoamericano de Libertad de Prensa en su más reciente informe afirma que en America Latina del año 2000 al 2011 fueron asesinados 262 periodistas.
De acuerdo al indignante ranking México ocupa el primer lugar más de 90 periodistas asesinados, y 12 periodistas desaparecidos. El 80 por ciento de los casos ocurrieron en el sexenio de Felipe Calderón.
En el fondo la cifra de periodistas asesinados en México es sólo un reflejo de lo que ocurre con los otros derechos de los mexicanos.
El asesinato de periodistas en México sin que se detenga y procese a los responsables no es algo que ocurra de manera exclusiva contra los comunicadores. En los últimos cinco años sucede en toda la sociedad.
Se puede ser un rico empresario, un querido alcalde, un poeta, una joven trabajadora de las maquilas de Ciudad Juárez, o un muchacho formado en la fila para entrar a un cine. La violencia y la impunidad atacan a todos por igual. En la dramática regla los periodistas no son la excepción.
Pero quizá lo más aterrador que ocurre en México es que a pesar de las más de sesenta mil personas asesinadas en menos de seis años, ya sea acribilladas, torturadas o descuartizadas muchos de ellos niños, mujeres y hombres de bien. A pesar de los miles de desaparecidos. A pesar de los narcobloqueos que paralizan ciudades enteras en la provincia. A pesar de la corrupción en todos los niveles de gobierno. A pesar de todo, pareciera que no pasa nada.
Me ha tocado ver y platicar con periodistas de todo el mundo que han venido en los últimos tres años a México para experimentar la adrenalina del Safari de terror y muerte. Buscan las balaceras, los cadáveres, los pedazos de cuerpos, cuentan los colgados y los muertos, entrevistan a funcionarios públicos corruptos y hasta sicarios. A veces se van decepcionados por que no les tocó ver nada muy dramático qué filmar.
En el fondo no se percatan de que el Estado mexicano está al borde de lo fallido. Es explicable. Hay una parte de la sociedad mexicana que aún no lo ve, y otra que lo ve pero tiene miedo de admitir lo que ve.
Un día en Guadalajara, Jalisco, uno camina por la calle tranquilamente y al otro día estar aterrorizado por narco bloqueos. Camiones incendiados tapando las principales avenidas, balaceras, granadas estallando entre los vehículos que circulan. El narcotráfico haciendo gala de su poder.
Y una semana después pareciera que no paso nada. Vuelve la calma de la cotidianeidad sin que nadie sepa bien a bien ni cuándo ni cómo el narcotráfico se adueño de la 'tranquila' y bella ciudad, y ni cuándo ni cómo la violencia volverá.
Si alguna vez el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa dijo que en México existía la "dictadura perfecta", hoy en México hay un estado criminal perfecto. Pensar esto, decir esto, escribir esto es más peligroso que ser narcotraficante o servir al narcotráfico.
El régimen más represivo de todos los tiempos es el del poder de la delincuencia que se esconde tras un poder aparentemente legal como es el poder político y económico en México. Esto combinado con una sociedad adormecida y dividida por la indiferencia o el terror son la mezcla perfecta para que este régimen perverso se mantenga.
Hoy el poder del narcotráfico en México es un poder que cuenta con perversos beneficios que cualquier mafia en el mundo anhela. Actúan como delincuentes pero muchas veces lo hacen bajo la investidura de una figura legal llámese Presidente, Secretario de Estado, de Gobernador, general del Ejército Mexicano, jefe de Policía, juez, magistrado, connotado banquero, hotelero, o hasta sacerdotes.
El narcotráfico en México no está conformado sólo por los tristemente célebres narcotraficantes mexicanos mas buscados por la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA por sus siglas en inglés) como Joaquín Guzmán Loera alias "El Chapo Guzmán".
El narcotráfico en México también está integrado por una amplia red conformada por funcionarios públicos federales de muy alto nivel, muchos de los cuales son los responsables de combatir el crimen; por banqueros, hombres de negocios, integrantes de todos los partidos políticos sin distinción, gobernadores, presidentes municipales y legisladores. Los otros señores del narco.
La sociedad mexicana no es solo azolada por los delincuentes conocidos como "El Chapo Guzmán", sino por personas con licencia segura de total impunidad para hacerlo. No hay peor criminal que el que bajo el amparo de encarnar la ley o la legalidad comete sus fechorías.
Los periodistas en México no queremos ser ni héroes ni mártires, sólo queremos cumplir con nuestra obligación social y profesional de informar libremente la verdad de todo lo que ocurre en diferentes ámbitos de la vida mexicana.
Los carteles de la droga y el gobierno son responsables de la muerte de los periodistas. Pero hay un tercer actor: la comunidad de medios de comunicación mexicanos.
La impunidad de los asesinatos de periodistas en México se da no sólo porque hay un gobierno que no quiere ni puede esclarecer los homicidios, sino también porque los medios de comunicación están divididos. No hay empatía ni solidaridad. En muchas ocasiones no hay siquiera un reclamo público. Cuando es asesinado un periodista en México la nota ocupa breves espacios por uno o dos días, después el caso no se vuelve a mencionar como si el periodista jamás hubiera existido.
La división de los medios de comunicación en México ha sido su punto más vulnerable, el narcotráfico y el gobierno lo saben y lo aprovechan a su favor.
Pero hay un cuarto factor que permite el asesinato impune de periodistas, quizá el peor de todos: nuestra propia fractura, nuestra división como periodistas. Somos los primeros en acusar y sentenciar a nuestros pares sin prueba contundente alguna como hoy ha ocurrido aquí. Las balas o las torturas los matan primero, los rumores los asesinan otra vez.
Hay periodistas que acusan a periodistas sin pruebas, prácticamente justificando que los maten. Como periodistas, cuando hacemos una aseveración, debe ir acompañada de pruebas. Quien tenga pruebas contra algún periodista que las muestre y las publique cuando éste está en vida, que no extienda el rumor cuando está enterrado sepultándolo en el lodo.
La criminalización de los periodistas comienza desde las propias autoridades. Lo propician porque si se supone que somos criminales entonces no merecemos justicia. Esta el caso por ejemplo del periodista Ricardo Ravelo, colaborador de Proceso. Vimos en un noticiero de Televisa como un narcotraficante, El Grande, lo acusaba ante las cámaras de haber recibido dinero del narcotráfico.-¿Alguien lo cree?, yo no lo creo.
El gobierno nos criminaliza cuando resultamos incómodos, cuando no quiere resolver los homicidios. Es vergonzoso cuando sin fundamento nos criminalizamos entre nosotros.
Este gobierno corrupto incapaz de proteger la libertad de expresión genera la desconfianza. Todos los que nos rebelamos, los que criticamos, los que cuestionamos somos narcos, como en una época fueron tachados de comunistas, o en otras partes del mundo de terroristas. Se usa una problemática real para manipularlo todo.
Entonces nos callamos y no defendemos a un compañero periodista asesinado, honestamente más que por duda hacia nuestros pares, por temor de ser criminalizados. De la misma forma calla la madre cuyo hijo ha sido asesinado, o la esposa cuyo marido fue levantado. El gobierno criminaliza a victimas inocentes a propósito, para que no haya exigencia de justicia, para que la impunidad se haga perpetua.
No es posible tener una prensa libre si no es una prensa fuerte, y no es posible ser fuerte en soledad.
México no vive una prensa libre. Esa es la realidad. No hay prensa libre en el estado de Veracruz gobernado por el señor Duarte. Esa es la verdad.
Los medios de comunicación televisivos omiten temas a propósito. A veces por temor y otras por complicidad.
Importantes diarios o revistas de prestigio exhiben la falta de libertad de prensa al momento en que rasuran temas escabrosos de sus páginas o los publican sin firma del autor. La omisión del nombre del periodista no evita su muerte, solo alienta que haya mayor impunidad si esta ocurre.
Nadie puede decir que hay libertad de prensa en Veracruz cuando publicar temas sensibles conlleva una amenaza de muerte, la desaparición, o la muerte misma. No hay libertad de prensa cuando el Estado no quiere ni puede garantizar la vida de los periodistas. No hay libertad de prensa cuando el crimen que opera dentro y fuera del estado amedrenta, persigue, muerde a los periodistas hasta hacerlos callar.
Hoy quien cuestiona la llamada "guerra contra el narcotráfico" del presidente Felipe Calderón es duramente condenado por el Estado, mas que los propios criminales.
Estado y narcotraficantes nos aplican sin piedad la misma formula: "o estas conmigo o estas contra mi". Y hemos quedado entre dos fuegos intentando cumplir con nuestro deber social: informar verazmente.
En México se paga un alto precio por no callar las aberraciones de este estado criminal. Decenas de brutales asesinatos de luchadores sociales, de personas que exigían justicia para sus causas y de periodistas lo prueban.
Pero callar tiene un costo más alto.
Si los periodistas mexicanos callamos avalamos la violencia, la impunidad y la infame corrupción que como nación nos ahoga. Si callamos matamos la libertad, la justicia y la posibilidad de que con información la sociedad tenga el poder de cambiar la situación que nos ha llevado a esto.
No soy de las que vive en un lecho de rosas y viene a pedirles que levanten su voz. Yo he sido criminalizada, yo he sido perseguida, vivo pensando que este día fue el último de mi vida porque he denunciado a los otros señores del narco. Porque hay un hombre llamado Genaro García Luna que durante cinco años me ha perseguido y me acosa solo por revelar su corrupción y la de su equipo. No se que vaya a pasar mañana, pero se que yo he cumplido. La verdad se impone y espero que la justicia llegue para todos.
Este premio que hoy recibo con gratitud lo dedico a los 16 periodistas asesinados o desaparecidos en el sexenio de Fidel Herrera y del actual gobernador Javier Duarte:
¡Gabriel Huge Córdova, Guillermo Luna Varela, Esteban Rodríguez Rodríguez, Regina Martínez, Yolanda Ordaz de la Cruz, Miguel Ángel López Velasco, Misael López Solana, Noel López Olguín, Gabriel Manuel Fonseca (Desaparecido), Hugo Barragán, Raúl Giba Guerrero, Roberto Marco García, Adolfo Sánchez Guzmán, Raúl Martínez López, Luis Daniel Méndez Hernández, Evaristo Ortega Zarate (desaparecido)!
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