EDITORIAL
Ofendidos y humillados
EN FORMATO DE CARTA, dirigida a un “querido amigo” cuyos biógrafos no aciertan a identificar plenamente, don Manuel Gómez Morín -a la postre fundador del Partido Acción Nacional-, al enterarse el 2 de octubre de 1927 del asesinato en Huitzilac, Morelos, del candidato a la Presidencia de México general Francisco Serrano, escribió en Londres un demoledor texto en el que hace uno de los más crudos retratos de la dictadura porfiriana y de la bárbara degradación del movimiento revolucionario de 1910.
EN LAS LÍNEAS QUE NOS INTERESAN, Gómez Morín presentó a México y China como países en donde no hay política sino escatología o teratología: No el noble entendimiento o la pugna de hombres por afanes humanos, sino enfangamiento de corrupción, de ignorancia y de pasiones; o manifestación de monstruosos y disformes fenómenos colectivos.
En Voces del Periodistas, al recordar los asesinatos del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo (1993); los políticos Luis Donaldo Colosio Murrieta y Juan Francisco Ruiz Massieu (1994), o la ensombrecida muerte de Manuel de Jesús Clouthier del Rincón (1989), y repasar los sangrientos saldos de la actual guerra contra el crimen organizado, en cuyo marco se inscriben los sospechosos accidentes aéreos en que perecieron más recientemente los ex secretarios de Gobernación Juan Camilo Mouriño y Francisco Blake Mora; o las ejecuciones de candidatos de diversos partidos a distintos cargos de elección popular en los estados; sin olvidar las numerosas víctimas en el ejercicio periodístico, hemos hecho cita de dantesco cuadro que, desde el fondo de sus pesares morales, nos pintó don Manuel.
Al hacerlo, no nos mueven instintos necrológicos. Pretendemos -sencilla y dolorosamente- subrayar el contrapunto al discurso público sobre la postmodernidad, en el que algunos exégetas dan por sentada una nueva fase de la política mexicana, frecuentemente codificada como transición democrática, regida por vocaciones humanistas y civilizatorias. Esto es, por valores y principios éticos, primados por el respeto y la elevación al ser colectivo: El pueblo.
Escatología, término empleado por don Manuel, en una de sus acepciones se define como “tratado de los excrementos”. Teratología, el segundo uso del que fuera uno de los siete sabios de México, se describe como parte de la historia natural “que estudia anomalías y las monstruosidades del organismo”.
La sedicente clase política mexicana ingresó al proceso de sucesión presidencial de 2012 a la vista de un organismo social enfermo, a cuyos traumas y atrofias ha contribuido aviesamente el grupo dominante, articulado en espantosa ósmosis por los intereses bastardos de hombres públicos, que lo son lo mismo si actúan en el seno de la administración gubernamental que si lo hacen desde los territorios de la iniciativa privada. La síntesis la hacen los politólogos y sociólogos con el concepto de kakistocracia: El gobierno de los peores.
Desde las entrañas de la ambición indecente y de la voluntaria y bien calculada insensatez, los protagonistas centrales de la lucha de los contrarios han colocado a la sociedad mexicana en un trance de desesperanzada postración, factor rezagante del sentimiento cívico, en el menos malo de los casos; o, en el peor, ante la tentación de tomar la opción violenta. La que implica apagar el fuego con gasolina.
La responsabilidad institucional, encarnada por los tres poderes de la Unión está fracturada; la responsabilidad de los órganos administrativo y jurisdiccional de arbitraje y sentencia del proceso electoral, pasa por una desconfianza galopante; la responsabilidad de los beligerantes de primera, segunda y tercera líneas, ha sido entregada a la impudicia.
La Nación, con mayúsculas, ha sido de nuevo ofendida y humillada.
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