EDITORIAL
¡Pobre Presidente!
ANTES DE QUE FELIPE CALDERÓN terminara el primer trienio de su sexenio, esas quince compasivas palabras fueron pronunciadas por un prominente patriarca de la iniciativa privada que participó financieramente en el patrocinio de la campaña presidencial del michoacano.
Con independencia de los ingredientes negativos que impulsaron al dicente conmiserativo, ninguno de los presidentes de México que antecedieron al panista había recibido una tipificación de esa naturaleza. Unos fueron satanizados y otros enaltecidos, según como a los empresarios les hubiera ido en la feria del sistema métrico sexenal.
En abono de los gobiernos alternantes del Partido Acción Nacional, es pertinente reconocer que el México que recibieron de manos del Partido Revolucionario Institucional había pasado ya por dos décadas perdidas. Algunos críticos del modelo neoliberal las llamaron décadas podridas. Otros han catalogado las presidencias del PAN como Docena trágica, en revire al santo y seña con el que los panistas identificaron las administraciones de Luis Echeverría y José López Portillo. No es aconsejable escupir para arriba.
Una de las razones de juicio, valorativo, por las que se ha descalificado al PAN-Gobierno, incluso por sinodales tan carentes de escrúpulos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), es el despilfarro de los colosales excedentes dinerarios generados por el disparo de los precios petroleros y, sotto voce, los provenientes del tráfico de droga y similares. Carentes de escrúpulos el FMI y el BM, porque son las agencias multinacionales que, desde la década de los ochenta del siglo pasado, han dictado el mandato depredador a los dóciles presidentes mexicanos.
Lengua de madera como pocos, Vicente Fox llegó a blasonar que a México le faltaban unos dólares para estar en el octavo sitio entre las economías mundiales. “Primero como Japón y luego como Alemania”, pregonó en otra ocasión el irracional guanajuatense.
Pues bien: El FMI -que tantas medallas de cuero ha colgado al pecho de los lacayos tecnoburócratas mexicanos-, ha lanzado su pronóstico sobre el comportamiento de las economías del mundo hacia 2017. En síntesis, prefigura otra década perdida. En una gráfica premonitoria, el FMI baja a México, en 2017, del sitio 15 al 16. Por supuesto, muy por debajo de sus socios comerciales los Estados Unidos y Canadá. Ese es el México que Calderón entregará a su relevo priista Enrique Peña Nieto.
En el primer periodo del salinato transexenal, los infalibles tecnoburócratas simularon que, para atenuar las ataduras a la economía de los Estados Unidos, explorarían opciones en el entonces fascinante modelo de los Tigres asiáticos, entre los cuales no consideraban a China. Falacias: Ya maquinaban la inserción de México en el subyugante trilateral Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Como en la negra noche de la dictadura porfirista, Peña Nieto se ha lanzado a un periplo por la Europa neoliberal, anunciando la búsqueda de nuevos horizontes para la economía mexicana. Mal momento: Las dominantes economías del norte europeo, para salvar el imperio del Euro, están avasallando a las economías mediterráneas mediante golpes de Estado que han desplazado regímenes emanados del voto popular, sin compadecerse de las devastadoras consecuencias para los pueblos litorales.
En política, siempre queda espacio a la sociedad para otorgar el beneficio de la duda a los gobernantes en turno. Lo que resulta deseable es que, como en el caso de Calderón, los plutócratas mexicanos, reacios a contribuir al desarrollo nacional, no se sientan tan cristianamente condescendientes para repetir aquellas lastimosas dos palabras: ¡Pobre presidente!
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