VOCES DEL DIRECTOR MOURIS SALLOUM GEORGE
El inefable señor Obama
EL VIEJO ADAGIO POPULAR DECÍA: Padre negociante, hijo caballero, nieto pordiosero. Se trataba de ilustrar cómo la herencia es consumida por la frivolidad de la descendencia sanguínea.
En la historia contemporánea de los Estados Unidos, que empezó a escribirse a raíz de la Gran Depresión de 1929, surgió como monumental héroe nacional del Nuevo Trato, Franklin Delano Roosevelt. De su exitosa política gubernamental, quiso tomar ejemplo John F. Kennedy, quien incluso pretendió un nuevo trato para América Latina, por esa causa asesinado. Al aparecer en la escena política Bill Clinton, sus publicistas lo trataron de posicionar como el nuevo Kennedy. Barack Obama, para congraciarse con su antecesor demócrata, incorporó a la mujer de éste, Hillary, como segunda de abordo en el Departamento de Estado.
De la recuperación socioeconómica de los Estados Unidos entre las décadas de los treinta-cuarenta del siglo pasado, la llamada sociedad de la abundancia -en realidad codificada por algunos sociólogos estadunidenses como sociedad del desperdicio- pasó en la primera década del siglo XXI a la condición de tercermundismo. Es la degradación a la que se aplica la metáfora con la que iniciamos estas líneas.
Al cumplir el primer año de su gestión el actual huésped de la Casa Blanca, en tema principal de nuestra publicación cabeceamos: Obama, el gran fiasco. Por ser hombre de color, demócrata, por supuesto, se cultivaron expectativas de que Obama podría ser el consumador del sueño de Martin Luther King. En su actuar, ha encarnado la pesadilla personificada por el clan Bush.
Inmoral guerrerista como sus antecesores, en política interior Obama ha hecho todo lo contrario a lo que concibió y ejecutó Roosevelt. Verbigracia en la desgracia de la sociedad estadunidense: En la quiebra financiera del sistema, Obama invirtió las prioridades: Primero los especuladores -los banqueros- que provocaron la catástrofe, y para pasado mañana la atención al drama popular.
En el escenario internacional, particularmente en el Medio Oriente, Obama continúa la línea belicista impuesta por los halcones que dictan sus perversos designios a El Pentágono. El caso más representativo de la política estadunidense en ese campo, es hoy la ofensiva lanzada contra el pueblo sirio. Ofrecer recompensas millonarias por la cabeza del presidente Assad y emplazar a la OTAN en las inmediaciones de aquel país, decretando la ultima ratio, son obscenas iniciativas que no acreditan respeto alguno a regímenes soberanos; menos aún cuando se recurre a la coartada de la libertad y la democracia.
Lo trágico para el inefable y desinflado señor Obama -cuando busca un segundo mandato presidencial en elecciones que se realizarán el primer martes de noviembre-, es que, asumiendo como estrategia posiciones de la ultraderecha, de todas formas el candidato ultraderechista republicano Mitt Romney eventualmente puede desalojarlo del salón oval de la Casa Blanca. De lo que sigue la confirmación de que es el poder del dinero, y no del voto popular, el que resuelve quien continúa jugando el rol de pelele de los macabros designios imperiales.
Por lo que respecta a la suerte de México de cara al norte, lo mismo da Chana que Juana. El margen de maniobra frente el vecino que condensa la doctrina Monroe en la frase Los Estados Unidos no tienen amigos, tienen intereses, está estrechamente acotado por impotencia o por voluntad propia.
Lamentablemente, con el retorno de lo más abominable del PRI a Los Pinos, no está en el presupuesto de la futura política exterior volver los ojos hacia el interior, para movilizar la energía popular en defensa de la soberanía nacional.
Existen dos formas complementarias para acreditar un régimen soberano: La legalidad electoral y la legitimidad de gestión. La segunda no parece estar en la ruta de navegación del sexenio venidero, expuesto por añadidura a la amenaza de una cuarta década perdida para el pueblo mexicano. Grave asunto.
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