México en la Zona cero
Al transitar el gobierno de Enrique Peña Nieto el primer
tramo de su sexenio, podría describirse el cuadrante de México como Zona
cero: El panismo se resiste a morir. Y el neopriismo no logra
encontrarle la cuadratura al círculo.
Una explicación empírica de ese desconcertante fenómeno,
puede aventurarse desde dos hipótesis:
1) La
naturaleza fáctica del Pacto por México -según la tipificó el coordinador de la
bancada del PRI en la Cámara
de Diputados, Manlio Fabio Beltrones Rivera-, al privilegiar a las tres
primeras minorías partidistas emanadas de las elecciones generales de 2012 en
busca de consenso, excluyó a formaciones políticas con registros electorales
aún más precarios, y a las representaciones de fuerzas sociales ausentes en las
urnas, pero activas en el espectro político, y
2) Si
bien el Pacto por México ha operado exitosamente como correa de trasmisión de
la agenda legislativa del Ejecutivo federal, el paquete de reformas
constitucionales en las que se fundan las ofertas transformadoras del
neopriismo adolece de insuficiencia e ineficiencia, en la medida en que algunos
cambios fundamentales a la
Constitución carecen aún de leyes secundarias y su respectiva
reglamentación para poner a caballo objetivos y metas del catálogo negociado la
mesa del propio Pacto, y los enunciados en el Plan Nacional de Desarrollo.
Si se trata de poner las cosas en su justa dimensión, hay
que empezar por reconocer que la segunda alternancia en el poder presidencial
en el lapso de doce años, carga como rezagante lastre con los déficits que le
endosó el panismo calderoniano, que puso a México en el umbral de Estado
fallido. En sociología política, suele hablarse de poliarquía, entendida ésta como poder de muchos que, sin embargo, por carecer
de construcción orgánica en términos de institucionalidad, debilitan la unidad
de mando del poder constitucional. En situación tal, decía el sabio don Jesús
Reyes Heroles, quien pretenda gobernar satisfaciendo ideas ajenas, termina por
quedarse sin ideas propias.
Una arrogante pero eficaz convicción del viejo PRI,
consistía en la regla de que “el poder no se comparte”. No le faltaba razón.
Después de todo, el propio texto constitucional establece que el Poder
Ejecutivo se deposita en un solo individuo:
El Presidente de la
República. La necesidad
de difundir una vocación democratista, ha hecho que el PRI ceda poder ante
adversarios que, como el PAN, porfían en un continuismo irracional.
Si el Pacto por México se diseñó de por sí como una mesa
de tres patas, al ser marginado o marginarse el PRD de este mecanismo de
concertación y optar de nuevo por el asalto a las tribunas parlamentarias y la
movilización en las calles, el pretendido gobierno de coalición -figura
inexistente en el formato constitucional- ha quedado en condición de
voluntarista sueño guajiro.
Es evidente, que Peña Nieto está conciente de la
inconsistencia de los resultados de la operación política, cuando recientemente
ha anunciado que -una vez avanzado en el proceso legislativo y en el acto
administrativo- 2014 debe ser el año la eficacia.
De la prueba en que resultan el acierto y el error, en
efecto, se encuentra la fórmula para establecer el equilibrio y alcanzar lo
posible de entre lo deseable.
En orden de prioridades, Peña Nieto postuló en su toma de
posesión un México en paz. Conspiran contra este imperativo, dos calamidades
heredadas del PAN hecho gobierno: a) el subyacente estado de violencia
atribuible al crimen organizado, y b) la falta de crecimiento económico,
que prolonga la prevalencia de las estructuras de la desigualdad socioeconómica
que incitan al México bronco.
Hace veinte, el Año Nuevo nos despertó con la irrupción
en Chiapas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Hace unas semanas,
apareció en Guerrero la proclama de un nuevo espectro guerrillero.
Sin hacer concesiones al tremendismo, hacemos votos
porque la lucidez política prevalezca sobre falsos triunfalismos, Reconocer los
problemas, es el primer paso para resolverlos. No puede haber tranquilidad en las
conciencias, si no existe paz en el llano.
Si la
Academia de Ginebra coloca a México entre Siria y Afganistán
con el mayor número de muertes violentas en 2012. Si la Comisión Económica
(de la ONU) para
América Latina y el Caribe, en su evaluación 2013, encuentra que México es el
único país del área en el que se incrementó la pobreza, resulta obvio que algo no se está haciendo bien. Tales debieran
ser los dos primeros retos de la
Agenda 2014. Vale.
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