El pueblo armenio tiene una de las historias más interesantes del mundo, en los ámbitos de la cultura y en especial de la religión… Es uno de los más antiguos y también de los más perseguidos. Los armenios fueron los primeros en el mundo (como pueblo) que no sólo aceptaron el cristianismo sino que lo hicieron su religión oficial, años antes de que Constantino dictara en Roma sus leyes de tolerancia y, bastantes años más antes de que Teodosio convirtiera el catolicismo romano en la religión oficial del imperio.
Durante el dominio turco musulmán del Medio Oriente, los armenios fueron englobados por los otomanos y llamados “pueblo leal”, pero como eran cristianos fueron relegados a la calidad de “ciudadanos de segunda” obligados a pagar impuestos especiales para tener una muy relativa libertad y con evidentes limitaciones en todos los aspectos de su vida.
Igualmente estaban obligados a proporcionar elementos para el ejército, en muchos casos aun siendo niños para los cuerpos de élite… en los cuales se les obligaba a renegar del cristianismo y someterse al islam, además de ser sometidos desde su ingreso a toda clase de abusos, incluidos los de tipo sexual, a fin de deshumanizarlos y convertirlos en máquinas de violencia despiadada, la sodomía era parte del “entrenamiento” turco ejercida con los jóvenes reclutas y en muchas ocasiones con los prisioneros, los modernos yihadistas, con el apoyo decidido del aspirante turco a “sultán” Erdogan, continúan con esta costumbre.
Masacres sistemáticas
Ya en el siglo XX, el movimiento político de “los jóvenes turcos”, durante la Primera Guerra Mundial, puso especial empeño en exterminar a los armenios. A esto se le ha llamado “Gran Crimen” y al parecer obedeció mayormente a motivos religiosos; la vieja pugna promovida por el islam de musulmanes contra cristianos, de paso en una estrategia para apoderarse de bienes y territorio.
El crimen, en su forma más visible, fue la deportación forzosa tendiente al descarado exterminio de civiles armenios obligados a marchas interminables por el desierto sin alimentos y casi sin agua, por supuesto morían por cientos diariamente; un millón y medio de personas (posiblemente bastantes más), fueron asesinadas así desde 1915 hasta 1924, ya en el derrumbe total del para entonces decadente y antes poderoso imperio otomano, al cual le fueron arrebatados prácticamente todos sus territorios a causa del pésimo negocio que fue unirse a los “imperios centrales” Austria-Hungría, Alemania y Serbia en la Gran Guerra.
Una de las más coloridas historias de esa guerra (la primera guerra industrial) fue la de las derrotas infligidas a los turcos por las tribus árabes del desierto lideradas por un teniente inglés que llegó a altos cargos en el ejército… ese hombrecillo, literato y erudito, se convirtió en un eficaz y despiadado líder. Su nombre fue T. H. Lawrence, pero el mundo le conoció como: ‘Lawrence de Arabia’. Es otra historia para contar…
Volviendo a los armenios; este genocidio (como todos) se caracterizó por su brutalidad en las masacres, como la de los soldados regulares armenios, los cuales luego de ser desarmados fueron asesinados a balazos y a la bayoneta… así como la utilización de las ya citadas marchas forzadas de civiles en condiciones extremas, que generalmente llevaba a la muerte a muchos de los deportados, en especial ancianos, mujeres y niños.
Otras víctimas
Otros grupos étnicos también fueron masacrados por el Imperio Otomano durante este período, entre ellos los asirios, los griegos de Ponto y los serbios. Algunos autores consideran que estos actos son parte de la misma política de exterminio aplicada a los armenios.
La fecha del genocidio se conmemora el 24 de abril, el día en 1915 en el cual las autoridades otomanas detuvieron a 235 miembros de la comunidad de armenios en Estambul, este abril (2015) se cumplen 100 años del inicio del genocidio.
Ya entre 1894 y 1896 tribus kurdas motivadas por el sultán Abdul Hamid II asesinaron a unos 300.000 cristianos armenios, el modus operandi que luego se repetiría era el de aniquilar a los hombres para luego violar a mujeres y niños.
Muchas de las mujeres armenias no vendidas en el mercado como esclavas (a ‘precios módicos’), fueron obligadas a casarse con turcos musulmanes y las más desventuradas con beduinos, una manera de desarticular al pueblo armenio mediante la poligamia, mismo método que está siendo utilizado en este siglo XXI por los terroristas islámicos actuales apoyados por los turcos; miles de armenios fueron confinados en campos especiales, estos un invento inglés durante el conflicto sudafricano con los Boers a fines del siglo XIX.
Campos de concentración y muerte
Se calcula que existieron por lo menos unos 25 campos de concentración para confinar a la población armenia: (Dayr az-Zawr, Ra's al-'Ain, Bonzanti, Mamoura, Intili, Islahiye, Radjo, Katma, Karlik, Azaz, Akhterim, Mounboudji, Bab, Tefridje, Lale, Meskene, Sebil, Dipsi, Abouharar, Hamam, Sebka, Marat, Souvar, Hama, Homs y Kahdem), situados cerca de las fronteras con Siria e Irak.
Según fuentes armenias algunos de ellos pudieron haber sido únicamente lugares de emplazamiento de fosas comunes y otros lugares de confinamiento donde cientos morían de epidemias e inanición, lo cual ocurría también en las marchas de deportación ejecutadas por los militares turcos con fines de exterminio.
Como una repetición de esta infame historia de exterminio, el pretendido “sultán” Erdogan está haciendo hoy lo mismo con iraquíes y sirios… mediante el apoyo descarado a los yihadistas terroristas y asesinos de ISIS, los cuales reciben armamento y refuerzos a través de Turquía, sin que alguien abra la boca ante semejante descaro.
Y como una repetición de la historia, nuevamente los armenios están siendo asesinados por los turcos o por sus sicarios, la República de Armenia (una minúscula entidad) ha reclamado a los turcos por estas arbitrariedades, sin ser escuchada. Hace un siglo, en el caso de los armenios, el gobierno turco de entonces no contrató asesinos mercenarios o fanáticos como ahora… no hizo falta, recurrió a su propio ejército cometiendo un abierto homicidio de Estado.
Testigo de calidad de estas atrocidades fue la entonces jovencita Aurora Mardiganian quien fue apartada de su familia a los 14 años, vendida a beduinos como objeto sexual y abusada durante un lapso largo. Luego en una secuencia digna de una novela de aventuras la joven logró escapar de sus “amos” y torturadores y llegó a los Estados Unidos donde se refugió con la creciente comunidad armenia en ese país… ahí, luego de escribir un libro en el cual narró sus experiencias, fue protagonista de una cinta muda de la Metro Goldwin Mayer, en la cual se contó a los incrédulos y desinformados espectadores el calvario armenio.
En la cinta participaron multitud de armenios residentes en EU y la recaudación de la cinta fue destinada a la ayuda para los refugiados.
Éxito y escándalo
La cinta, resultó de una crudeza tal que fue prohibida en muchos países, en México fue exhibida en “funciones privadas”, así como se hizo en muchos otros lugares… las fuertes críticas a la cinta acusándola de ‘inmoral’ y el escándalo subsiguiente obligaron a los mojigatos directivos de la compañía a destruir originales y copias.
Durante muchos años se creyó que la cinta sobre el holocausto armenio estaba irremediablemente perdida pero el hallazgo de uno de los rollos (en Argentina y como parte de una colección privada de un miembro de la comunidad armenia en ese país) ha permitido ver, aunque sea de manera parcial la narración con escenas terribles como la de las mujeres crucificadas y abandonadas a los buitres, el fragmento de la cinta puede ser visto en you tube, con subtítulos en alemán.
Como dato extra, oficiales alemanes (que asesoraban a los militares turcos) se sintieron horrorizados y asqueados ante las atrocidades cometidas contra los armenios.
A ellos debemos la mayoría de los pocos testimonios gráficos que han llegado hasta nosotros, pues documentaron con sus cámaras la masacre y los turcos no pudieron impedirlo dado que los alemanes eran aliados y asesores.
Esas fotografías muestran escenas espeluznantes con cadáveres apilados, cabezas colgadas o empaladas, a niños esqueléticos y mujeres llorando junto a los cuerpos de sus seres queridos. Un aporte de la tecnología del cual se carecía en matanzas anteriores.
Etimologías del crimen
A esos procedimientos, sin ser aplicados a una etnia en especial, pero con carácter de exterminio, se les pondría más adelante además de genocidio el nombre: Holocausto con el cual es más conocido por muchos.
El término griego olokaustos (ὁλόκαυστος: de ὁλον, ‘completamente’, y καυστος, ‘quemado’) es el que traduce la palabra hebrea olah, la cual hace referencia a una ofrenda en el templo completamente consumida por el fuego, una adecuada metáfora para los cientos de cadáveres armenios abandonados en el desierto, a los cientos quemados en los hornos improvisados y puestos en fosas comunes como se hizo más adelante en otra guerra y masacre étnica-religiosa… Y, la actual atrocidad yihadista. La palabra que también se utilizaría en el futuro, aunque con menor frecuencia, para nombrar aquellos crímenes sin aludir lo religioso, es el término shoah (sho’ah), adaptación de la forma latinizada ha’shoáh, del hebreo השואה, que significa “masacre”.
La palabra forma parte de la expresión en Ivrit, Yom ha-Sho’ah, con la que hoy se nombra al día oficial en memoria del Holocausto. También se llegaría a utilizar a principios y mediados de la siguiente década la palabra yiddish churb’n, “destrucción” pero ésta es casi desconocida.
Una débil excusa
Aunque la República de Turquía, sucesora del Imperio otomano, no niega que las masacres de civiles armenios ocurrieron, no admite que se trató de un genocidio, arguyendo que las muertes no fueron el resultado de un plan de exterminio masivo, sistemático y premeditado dispuesto por el Estado Otomano, sino que se debieron a las luchas interétnicas, las enfermedades y el hambre durante el confuso periodo de la Primera Guerra Mundial. Esas luchas y hambrunas, según los negacionistas, tuvieron su origen en la suerte adversa de los turcos en el conflicto.
A pesar de esta tesis, casi todos los estudiosos —incluso algunos turcos—, opinan que los hechos de la deportación caminando centenares de kilómetros por las zonas semidesérticas de la actual Siria donde cientos, quizá miles murieron de hambre, sed y a causa del clima dio por resultado ese holocausto, encajan en la definición actual de genocidio, lo cual enoja a las actuales autoridades turcas que siguen insistiendo en que tales crímenes no fueron cometidos. Muy al estilo de otros asesinos que pregonan su inocencia.
Pero, la injerencia y culpabilidad turca ya ha sido probada, por los testigos, las víctimas y la historia y estos primeros cien años no la borrarán de la memoria y menos a causa de lo que está sucediendo hoy, impulsado por la moderna Turquía, siendo este el primer centenario de la barbarie, nuevamente el gobierno del “sultán” Erdogan se negó a reconocer el genocidio y salió con las sobadas “explicaciones”. Al mismo tiempo suspendió las relaciones diplomáticas con el Estado Vaticano a causa de la solidaridad papal con los armenios masacrados.
Mientras tanto, los yihadistas apoyados por Turquía prosiguieron masacrando personas en las zonas ocupadas y destruyendo patrimonio histórico y cultural de la humanidad al cual, como en otra época los talibanes, acusan de ser idolatría. Así es de culto, democrático y liberal el gobierno turco de Erdogan que ahora propicia un nuevo genocidio.
Historiadores como Justin A. McCarthy, profesor de la Universidad de Louisville o Ömer Turan, quienes niegan el genocidio, ofrecen una perspectiva alternativa sobre la base del estudio de los censos oficiales otomanos para concluir que los armenios que vivían en el Imperio otomano eran menos de 1,5 millones, y que las cifras publicadas relativas a la muerte de un millón y medio de armenios pueden haber sido exageradas en demasía e incluso afirmando que en ese periodo murieron tres millones de turcos.
La posición de McCarthy ha sido duramente criticada por otros historiadores tanto estadounidenses como de otros países acusándolo de negacionista. Algunos de sus conferencias tuvieron que ser canceladas por amenazas a la seguridad. Medios oficiales turcos afirman que el número de víctimas puede situarse entre 200.000 y 600.000, un burdo intento de ocultar la terrible verdad.
Los académicos turcos tratan de llamar la atención a las víctimas otomanas de la rebelión armenia como “justificación” de los crímenes. Según el Profesor Dr. Yusuf Halaçoğlu, ex presidente de la Sociedad Turca de Historia (principal institución académica oficial sobre la historia en Turquía), “518 mil turcos habrían perdido la vida en manos de los rebeldes armenios antes y durante la Primera Guerra Mundial en el Imperio Otomano, 128 mil de éstos, todos civiles, en un año, entre mayo de 1914 y mayo de 1915”, fecha en la que empezó el arresto de líderes intelectuales de los armenios en Estambul y se decidió el desplazamiento de parte de la población armenia en el país a zonas lejos de los frentes de guerra con Rusia. Halaçoğlu sostiene que los archivos turcos contienen los documentos originales de estos turcos asesinados, pero no los ha mostrado y eso indica que toda esa argumentación no es más que la absurda negación del genocidio; negar el holocausto…
El 24 de abril de 1915, cuatro días después del estallido de la revuelta armenia de Van, el gobierno de los Jóvenes Turcos consideró que afrontaba una sublevación popular de corte nacionalista dentro de los límites de su imperio siguiendo el modelo de Grecia, Serbia y Bulgaria, y optó por deportar a sectores importantes de la población armenia hacia Anatolia Suroriental. Ese mismo día se ordenó el arresto de intelectuales armenios, que fueron deportados y en su mayoría asesinados en el camino.
A esto siguieron poco después --a partir del 11 de junio de 1915, órdenes para la deportación de cientos de miles, tal vez más de un millón-- de armenios de todas las regiones de Anatolia (excepto zonas de la costa oeste) a Mesopotamia y lo que actualmente es Siria.
Muchos fueron a la ciudad siria de Dayr az Zawr y el desierto circundante. El gobierno turco no puso los medios para proteger a los armenios durante su deportación, ni en su lugar de llegada.
Tras el reclutamiento de la mayoría de los hombres y los arrestos de ciertos de intelectuales, tuvieron lugar masacres generalizadas a lo largo de todo el Imperio. En la ciudad de Van, el gobernador Cevdet Bey ordenó a tropas irregulares cometer crímenes para forzar a los armenios a rebelarse y justificar así el cerco de la ciudad por el ejército otomano, mismo pretexto que serviría para “justificar” el genocidio. Según el mercenario venezolano Rafael de Nogales, que sirvió en el ejército turco, Cevdet Bey mandó asesinar a todos los varones armenios de la ciudad. Según los autores turcos, en Van lo que aconteció no fue sino una revuelta armenia y la posterior represión de la misma por las tropas otomanas durante las mismas fechas.
Luego de finalizada la Primera Guerra Mundial la fuerza de ocupación británica estuvo implicada activamente en la creación de una contra propaganda en relación a los armenios ya que durante la guerra el Imperio Otomano luchó integrado en la coalición de las Potencias Centrales, compuesta por Austria-Hungría, Alemania y Bulgaria.
Eitan Belkind fue un espía británico y un miembro de la Nili (red de espionaje judía que apoyaba a Gran Bretaña frente al Imperio Otomano durante la guerra), quien se infiltró en el ejército turco como funcionario y fue destinado a la oficina central del campo de concentración Hamal Paşa. Él aseguró haber presenciado la incineración de 5.000 armenios en tal campo. Según fuentes armenias, entre el 24 y el 25 de abril de 1915 fueron apresados unas 650 personalidades; escritores, poetas, abogados, médicos, sacerdotes, políticos… luego fueron deportados y asesinados en los meses siguientes.
Existe asimismo un desacuerdo en cuanto al número de muertes. Las fuentes alemanas dieron las mayores estimaciones de bajas armenias durante la guerra, a pesar de que se trataba de los aliados del Imperio otomano. Es posible que el acceso de personal germano en las zonas del exterminio ofreciera mayor certeza en las cifras. Un informe alemán decía que a fecha de febrero de 1916, un millón y medio de armenios habían sido asesinados. Otro informe del 27 de mayo de 1916, proporcionado por Erzberger, director de la Inteligencia en la Oficina de Relaciones Exteriores, daba la misma cifra, al igual que un informe del embajador interino de Alemania en Turquía, Radowitz, fechado el 4 de octubre de 1916.
Parece ser que la cifra frecuentemente citada de un millón y medio se originó en esas fuentes alemanas. El comandante alemán Carl F. Endres, que sirvió en el ejército turco, estimó el número de bajas armenias en 1,2 millones. La misma cifra fue mencionada en el juicio de Yozgat, y antes de la sesión de 1984 del Tribunal Permanente de los Pueblos y se la menciona con frecuencia en cualquier situación.
El embajador de Armenia en México, Grigor Hovhannisyan, se quedó a unas horas de inaugurar un ciclo de cine en el Museo Nacional de las Culturas, que formaría parte de las actividades artísticas y culturales programadas para recordar el genocidio de cien años atrás, en aquella nación del Cáucaso Sur cuyo aniversario se cumpliría el 24 de abril.
Un día antes, según aseguran a esta columna fuentes cercanas al incidente, autoridades diplomáticas mexicanas (¿habrá sido Carlos de Icaza, subsecretario de Relaciones Exteriores?) informaron al embajador armenio que se “posponía” la exhibición de ocho películas relacionadas con el tema. Desperfectos técnicos en la sala de exhibición, se adujo.
Tan graves e irreparables han de ser esos daños que tampoco hoy (el segundo viernes en que debería continuar el ciclo de cintas) habrá un aparato proyector en buenas condiciones ni una sala cinematográfica alterna. Otras actividades conmemorativas del primer siglo de ese genocidio (al que se refirió de manera clara y abierta el papa Francisco recientemente, provoc ando una agresiva reacción del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan) se salvaron de la presión censora con la previa advertencia de que no deberían utilizar la palabra “genocidio” en los titulares de su propaganda ni permitir que se hablara de ello. Ni en un concierto musical ni en una exposición fotográfica en el Museo Memoria y Tolerancia, originalmente denominada Armenia, una herida abierta, a 100 años del genocidio armenio, a la que le dejaron sólo las cuatro primeras palabras en su marquesina oficial.
En realidad, el gobierno peñista y su Secretaría de Relaciones Exteriores pretenden quedar bien con el gobierno turco al hacer que en México se evite la caracterización como genocidio de lo sucedido entre 1915 y 1923, cuando el gobierno de los Jóvenes Turcos deportó o asesinó a un millón y medio o dos millones de civiles asentados en el imperio otomano. Los Pinos cede al deseo del gobierno turco de sentirse parte de un nuevo grupo de “democracias consolidadas”, el MIKT, acrónimo formado por las iniciales de México, Indonesia, Corea del Sur y Turquía, que serían las nuevas potencias económicas emergentes frente a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS). En esos afanes, la diplomacia mexicana sacrifica principios doctrinales, se alinea con violaciones a los derechos humanos y censura expresiones como “genocidio” en el caso armenio. Todo sea por los negocios.
La Jornada
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