LA HISTORIA DE LAS NAVAJAS SUIZAS comenzó como un acto de patriotismo. Karl Elsener, cuchillero suizo dedicado a la fabricación de equipamiento quirúrgico, consideraba una afrenta que las navajas del ejército de su país fuesen manufacturadas en Solingen, Alemania. Quizá Elsener intuyó también la oportunidad de un gran negocio.
CON EL propósito de fabricar navajas en Suiza y generar puestos de trabajo en el Cantón de Schwyz, fundó en 1891 la Asociación Suiza de Cuchilleros. Comenzó a elaborar el diseño de una navaja que resolviese las necesidades más comunes en la vida castrense de la época, y ese mismo año patentó la denominada “Navaja del Soldado”.
Incluía, además de la cuchilla, un destornillador para el rifle, un abrelatas, y un sacabocados para perforar sillas de montar y arneses de cuero.
Elsener confiaba en el éxito comercial de su diseño, pero se equivocó. Perdió dinero en su primer contrato con el ejército, empeñó sus ahorros y se quedó sólo en la Asociación de Cuchilleros que él mismo había fundado. Sólo la ayuda económica de algunos familiares le permitió evitar la quiebra.
Su Navaja del Soldado era pesada, poco manejable y, sobre todo, no podía competir con los precios que ofrecía la fábrica alemana de Solingen. Aunque la situación era crítica, Karl Elsener seguía confiando en su idea.
Decidió desarrollar su diseño inicial hasta definir un nuevo artefacto que llamó la “Navaja del Oficial”. Era el año 1896, y el cuchillero suizo había sido capaz de fabricar una navaja más ligera, más versátil y más elegante. Esta vez, el éxito comercial fue inmediato.
Las navajas suizas son resultado de un diseño eficiente que ha trascendido su uso original gracias a su adaptabilidad y a series de TV como aquella de MacGyver. El Museo de Arte Moderno de Nueva York reconoció su condición de instrumento universal al incluirlas en su colección. Lo mismo hizo el Museo de Artes Aplicadas de Múnich.
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