Cuando El poder mágico de la palabra se ha agotado a fuerza de su abuso demagógico, es imperativo administrar juiciosamente la retórica pública para evitar que su lectura tenga intérpretes oficiosos que puedan trasladarla a formas de acción directa contra la Libertad de Expresión.
Es cuestión de sentido común: El poder político y sus derivados poderes fácticos, tienen facultades discrecionales e impredecibles que dejan en la absoluta indefensión a los destinatarios de sus mensajes, sean crípticos o descarados, lo mismo da para efectos …………………………………….prácticos.
México está envuelto hoy en una atmósfera crispada por una cerril intolerancia que no se recuerda desde 1968, que desembocó en una tragedia que pudo cobrar la misma magnitud en 1988, a no ser por la ecuanimidad del presidente Miguel de la Madrid.
En mucho, ese enrarecimiento salvaje de la lucha de los contrarios proviene de una subcultura autoritaria que pretende que los problemas políticos y sociales se pudran antes que buscarles cauces institucionales para contener los riesgos de ingobernabilidad.
Una respetable y atendible escuela sociológica (Seymour Martin Lipset: El hombre político) sostiene que la democracia no constituye solamente, ni siquiera principalmente, un medio por el cual diferentes grupos pueden conseguir sus fines o aspirar a una sociedad justa: Es, precisamente, “la sociedad justa en acción”.
“Tan solo el toma y daca de las luchas internas de una sociedad libre ofrece algunas garantías de que los productos de ella no se acumularán entre las manos de los pocos que detentan el poder, y de que los hombres pueden evolucionar y educar a sus hijos sin temor a persecuciones”. Además -seguimos al autor citado-, la democracia requiere instituciones que respalden el conflicto y el desacuerdo, así como otras que mantengan la legitimidad y el consenso.
De ello se colige que la estabilidad del Estado no depende de la existencia del conflicto, sino de la capacidad de los líderes en pugna para encontrarle puntos de convergencia que equilibren lo deseable con lo posible.
En sus tiempos de secretario de Gobernación, don Jesús Reyes Heroles -quien advertía contra el despertar el México bronco- solía sostener que “lo que resiste, apoya”. En horas sombrías, recomendaba, en la Política de Altura se debe transitar con sonda en mano. La de cabotaje no da rendimientos a la aspiración democrática.
Un imperativo de la democracia, es tener una visión radical del estado de cosas. Esto es, explorar hasta su raíz el origen de los problemas, que no surgen por generación espontánea, sino del prolongado cultivo de situaciones adversas generadas por la arrogancia del poder.
La raíz de todos los males
¿Por qué no reconocer que la densa conflictividad de nuestros días tiene su causa en el cambio de modelo socioeconómico que, al estimular la acumulación de la riqueza en manos de los pocos, ha profundizado las estructuras de la desigualdad?
En abono del actual grupo dominante, puede decirse que no tuvo responsabilidad en el diseño y ejecución originales de aquel modelo depredador. En su cargo pesa, en cambio, la insensibilidad y la falta de voluntad política para acometer rectificaciones.
Especialistas mexicanos y extranjeros que estudian las debilidades del Estado Mexicano actual encuentran, por ejemplo, que las fuentes principales de la desenfrenada criminalidad son la corrupción y la impunidad, antecedidas por la injusta distribución del ingreso nacional y la deliberada exclusión de las sociedades rural y semiurbana.
Como lo aseguran funcionarios reacios al diálogo con el magisterio en resistencia contra la Reforma Educativa, los activistas podrían ser una minoría que tiene, sin embargo, el derecho a ser escuchada y en verdad atendida. No es ese el punto.
Medios de comunicación, aves de mal agüero
El punto es que la imposición a rajatablas del proyecto neoliberal canceló conquistas históricas de la clase obrera, despojó de su patrimonio a los campesinos e indígenas y los expulsó de sus lugares de arraigo y supervivencia; las clases medias fueron proletarizadas y tenemos una juventud sin esperanzas.
A propósito de los años noventa, la ONU empezó a codificar las décadas perdidas en materia de desarrollo humano. En la oscura noche neoliberal mexicana, ya contamos al menos tres generaciones perdidas.
A lo largo de ese aciago periodo, a la bomba social se le fue acortando la mecha. Faltaba el audaz que la encendiera y el cúmulo de agravios concurrió a la expansión de una crisis que pudo ser atajada en su ámbito gremial. No se hizo.
Con torpe sentido metropolitano, durante ese periodo se pretendió ignorar en la Ciudad de México las cotidianas movilizaciones masivas en las capitales y principales ciudades de los estados. A modo de lo que hace la mano, hace la tras, los gobernadores dieron a las demandas populares la callada por respuesta.
Es hasta que “el mal humor social” toca las puertas de Palacio Nacional cuando las autoridades emplazadas levantan las antenas. ¿Para escuchar el colérico clamor y darle las respuestas políticas demandadas? No: Para buscar conspiradores remisos al entendimiento de que todo es miel sobre hojuelas. Todo es color de rosa.
Ahora -asunto que nos incumbe- se implica en la imaginaria conjura a los medios de comunicación, describiéndolos como aves de mal agüero. Si el mensaje sesgado a los oficiantes del periodismo libre pasa a la acción directa, mal asunto para la democracia cuando hasta el derecho de indagar, pensar, escuchar y decir se criminaliza. No es por ahí, señores.
More articles by this author
|