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Edición 386
Escrito por Abraham García Ibarra   
Viernes, 24 de Mayo de 2019 09:40

3864

CUARTA TRANSFORMACIÓN

Signos de la época: Escatología y teratología

Abraham García Ibarra

POR COMPULSIÓN adolescente, al iniciarnos en el oficio periodístico tuvimos predilección por el estilo de Aristófanes. La mera verdad, terminamos convencidos de que, lo que Salamanca no da… etcétera. No encontramos ahora un clon del ateniense.

Oficio y no profesión el nuestro, al pretender madurez en nuestra tarea —sin estar ceñidos al rigor académico en la investigación—, “por la libre” empezamos a tocar ciertos temas históricos a partir de la selección de ciertas biografías de personajes célebres.

Nos fascinó una contrabiografía de Napoleón por uno de sus compatriotas, que acaba por desmitificarlo. Cuestión de filias y fobias conforme militancias políticas o ideológicas.

De los nuestros: Friedrich Katz y Jean Meyer

En tratándose de acontecimientos y celebridades nuestros, entre muchos historiadores consultados nos quedamos con el austriaco-mexicanizado, Friedrich Katz, cuyo padre, judío y comunista para mayores señas, activo contra el nazismo y por la defensa la República Española, se acogió al exilio abierto por Lázaro Cárdenas.

Profesor de la Universidad de Chicago a partir de los años setenta, Katz sin embargo, no desertó del aprendizaje abrevado en la Escuela Nacional de Antropología e Historia mexicana. Por supuesto, la recomendación a jóvenes biológicos, y jóvenes de alma, es su obra La guerra secreta en México.

Jean Meyer Barth, francés él, naturalizado mexicano,nos dotó la narrativa más seria, reveladora y apasionante sobre La guerra cristera.

A historiadores extranjeros también debemos las que, para nuestro gusto, son excelentes ensayos sobre vida y obra de Benito Juárez y del propio Cárdenas.

Los historietistas de la Independencia y la Revolución

Para las disipaciones del segundo Centenario de la Independencia y primero de la Revolución mexicana en 2010, Felipe Calderón contrató a un conjunto de historietistasa quienes confió la agenda conmemorativa. Francamente, el michoacano convirtió efemérides en chunga.

Calderón ordenó irracionalmente escarbar en la base de la Columna de la Independencia para hacerle pruebas de ADN a los restos humanos ahí depositados. Con eso estaría dicho todo, a no ser…

A no ser que, entre los historietistas escogidos —denunciantes la mayoría de “la historia oficial”— aparecieron no pocos adictos al formato de vidas ilustres o repetidores –citados por nosotros, sin prejuicios ciertamente—, del científico del porfiriato Francisco Bulnes o el místico cristero Salvador Abascal Infante; apologistas y devotos algunos de Agustín Iturbide, Antonio López de Santana, Maximiliano, Porfirio Díaz y hasta de Victoriano Huerta.

A don Daniel Cosío Villegas, nuestros respetos

No faltan quienes, si bien no contratados por Calderón, tienen a título de fe la obra de Don Daniel Cosío Villegas, de quien respetamos, sinceramente, la creación del Fondo de Cultura Económica y del Colegio de México. Hay que quitarse el sombrero.

Obras de indudable mérito intelectual algunas, sus autores siempre exigieron y aún exigen a los lectores diseccionar y entender a aquellos personajes conforme a lugar, a circunstancias y tiempo históricos en que actuaron. Buena rima para dejar de lado los instintos o los dislates de los biografiados y subrayar puntos oscuros de los adversarios.

Hasta donde llevamos dicho, en la literatura consultada los detractores juzgan insidiosamente a “los de enfrente” por algún episodio ocasional o acaso concluyente, y no por su pensamiento y acción en su conjunto.

Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero…

Sobre Hidalgo y Morelos, prefieren destacar los autos de condena dictados por sus exterminadores, según las causas, delitos o pecados imputados para justificar su ejecución. No falta aquél que se gratifica con la derrota de los Insurgentes en el Monte de las Cruces.

De Juárez, han convertido en incesante muletilla el Tratado McLane-Ocampo, por lo demás contenido en El Capitolio estadunidense.

De Madero no tienen más que decir, que profesaba y practicaba el espiritismo.

Contra Álvaro Obregón se invocan incesantemente los Tratados de Bucareli. Contra Plutarco Elías Calles, la Ley de Cultos. Contra Cárdenas, la Educación socialista.

A Manuel Ávila Camacho, primer presidente católico del periodo posrevolucionario, se le acusa de apostasía.

Por Miguel Alemán Valdés, en la línea editorial asumida, habla la corrupción. De don Adolfo El viejo Ruiz Cortines se refresca su supuesto colaboracionismo en la invasión de Veracruz en 1914 y a don Adolfo El joven López Mateos no se le perdona aún la mexicanización de la industria eléctrica.

Díaz Ordaz, Echeverría, Salinas de Gortari, Zedillo…

Del periodo “populista”, sobre Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría siguen magnificándose los estigmas de La matanza de Tlatelolco y de la guerra sucia.

No hay más de José López Portillo que la expropiación bancaria y la colina del perro. De Miguel de la Madrid, la pretendida humorada de La familia feliz.

En el periodo neoliberal, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León comparten el error de diciembre de 1994.El primero, solito, la restitución de los crímenes de Estado. El segundo, el Fobaproa-IPAB

La corrupción es un fenómeno cultural

Estamos hablando de una determinada línea de “pensamiento”; por eso, los que siguen esta línea continúan exonerando a Vicente Fox de la inauguración del saqueo de la renta petroleray a Felipe Calderón del desencadenamiento en 2006 de la guerra fratricida.

Puesto que la corrupción es un fenómeno cultural similar al de Fuenteovejuna, Enrique Peña Nieto es, desde la perspectiva señalada, “víctima de linchamiento” de sucesor.

Históricamente, los periodos gubernamentales listados, no pueden darse como cosa juzgada. López de Santa Anna y Díaz se despacharon con la cuchara grande en tiempo y atrocidades en y desde el poder, no debida y definitivamente discernidos.

El gobierno de la Cuarta transformación ha cumplido apenas seis meses de ejercicio. Sus detractores claman casi por la desaparición de poderes constitucionales.

Todo se disuelve en la mera dicotomía

Tenemos, pues, que, en la construcción de la Historia de México, se nos quiere hacer tragar ruedas de molino siguiendo la escuela de Nietzsche, aquel que decía que era un escritor póstumo, al que sólo comprenderían le lectores “del futuro”.

En la recapitulación trascrita, dominan los héroes “verdaderos” sobre los “verdaderos” villanos. No hay matices entre lo blanco y lo negro: Hacemos de la relatividad, absolutismo. El bien y el mal no tienen punto de convergencia ni de reconciliación: Pura dicotomía.

 

Lo escribió en su oportunidad don Manuel Gómez Morín: En México, no hay política de noble entendimiento: Hay escatología y teratología. Por la primera, una adicción a las materias fecales; por la segunda, fascinación por las monstruosidades del organismo social y político. Es cuanto.  

CUARTA TRANSFORMACIÓN

Signos de la época: Escatología y teratología

Abraham García Ibarra

POR COMPULSIÓN adolescente, al iniciarnos en el oficio periodístico tuvimos predilección por el estilo de Aristófanes. La mera verdad, terminamos convencidos de que, lo que Salamanca no da… etcétera. No encontramos ahora un clon del ateniense.

Oficio y no profesión el nuestro, al pretender madurez en nuestra tarea —sin estar ceñidos al rigor académico en la investigación—, “por la libre” empezamos a tocar ciertos temas históricos a partir de la selección de ciertas biografías de personajes célebres.

Nos fascinó una contrabiografía de Napoleón por uno de sus compatriotas, que acaba por desmitificarlo. Cuestión de filias y fobias conforme militancias políticas o ideológicas.

 

De los nuestros: Friedrich Katz y Jean Meyer

En tratándose de acontecimientos y celebridades nuestros, entre muchos historiadores consultados nos quedamos con el austriaco-mexicanizado, Friedrich Katz, cuyo padre, judío y comunista para mayores señas, activo contra el nazismo y por la defensa la República Española, se acogió al exilio abierto por Lázaro Cárdenas.

Profesor de la Universidad de Chicago a partir de los años setenta, Katz sin embargo, no desertó del aprendizaje abrevado en la Escuela Nacional de Antropología e Historia mexicana. Por supuesto, la recomendación a jóvenes biológicos, y jóvenes de alma, es su obra La guerra secreta en México.

Jean Meyer Barth, francés él, naturalizado mexicano,nos dotó la narrativa más seria, reveladora y apasionante sobre La guerra cristera.

A historiadores extranjeros también debemos las que, para nuestro gusto, son excelentes ensayos sobre vida y obra de Benito Juárez y del propio Cárdenas.

 

Los historietistas de la Independencia y la Revolución

Para las disipaciones del segundo Centenario de la Independencia y primero de la Revolución mexicana en 2010, Felipe Calderón contrató a un conjunto de historietistasa quienes confió la agenda conmemorativa. Francamente, el michoacano convirtió efemérides en chunga.

Calderón ordenó irracionalmente escarbar en la base de la Columna de la Independencia para hacerle pruebas de ADN a los restos humanos ahí depositados. Con eso estaría dicho todo, a no ser…

A no ser que, entre los historietistas escogidos —denunciantes la mayoría de “la historia oficial”— aparecieron no pocos adictos al formato de vidas ilustres o repetidores –citados por nosotros, sin prejuicios ciertamente—, del científico del porfiriato Francisco Bulnes o el místico cristero Salvador Abascal Infante; apologistas y devotos algunos de Agustín Iturbide, Antonio López de Santana, Maximiliano, Porfirio Díaz y hasta de Victoriano Huerta.

 

A don Daniel Cosío Villegas, nuestros respetos

No faltan quienes, si bien no contratados por Calderón, tienen a título de fe la obra de Don Daniel Cosío Villegas, de quien respetamos, sinceramente, la creación del Fondo de Cultura Económica y del Colegio de México. Hay que quitarse el sombrero.

Obras de indudable mérito intelectual algunas, sus autores siempre exigieron y aún exigen a los lectores diseccionar y entender a aquellos personajes conforme a lugar, a circunstancias y tiempo históricos en que actuaron. Buena rima para dejar de lado los instintos o los dislates de los biografiados y subrayar puntos oscuros de los adversarios.

Hasta donde llevamos dicho, en la literatura consultada los detractores juzgan insidiosamente a “los de enfrente” por algún episodio ocasional o acaso concluyente, y no por su pensamiento y acción en su conjunto.

 

Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero…

Sobre Hidalgo y Morelos, prefieren destacar los autos de condena dictados por sus exterminadores, según las causas, delitos o pecados imputados para justificar su ejecución. No falta aquél que se gratifica con la derrota de los Insurgentes en el Monte de las Cruces.

De Juárez, han convertido en incesante muletilla el Tratado McLane-Ocampo, por lo demás contenido en El Capitolio estadunidense.

De Madero no tienen más que decir, que profesaba y practicaba el espiritismo.

Contra Álvaro Obregón se invocan incesantemente los Tratados de Bucareli. Contra Plutarco Elías Calles, la Ley de Cultos. Contra Cárdenas, la Educación socialista.

A Manuel Ávila Camacho, primer presidente católico del periodo posrevolucionario, se le acusa de apostasía.

Por Miguel Alemán Valdés, en la línea editorial asumida, habla la corrupción. De don Adolfo El viejo Ruiz Cortines se refresca su supuesto colaboracionismo en la invasión de Veracruz en 1914 y a don Adolfo El joven López Mateos no se le perdona aún la mexicanización de la industria eléctrica.

Díaz Ordaz, Echeverría, Salinas de Gortari, Zedillo…

Del periodo “populista”, sobre Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría siguen magnificándose los estigmas de La matanza de Tlatelolco y de la guerra sucia.

No hay más de José López Portillo que la expropiación bancaria y la colina del perro. De Miguel de la Madrid, la pretendida humorada de La familia feliz.

En el periodo neoliberal, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León comparten el error de diciembre de 1994.El primero, solito, la restitución de los crímenes de Estado. El segundo, el Fobaproa-IPAB.

 

La corrupción es un fenómeno cultural

Estamos hablando de una determinada línea de “pensamiento”; por eso, los que siguen esta línea continúan exonerando a Vicente Fox de la inauguración del saqueo de la renta petroleray a Felipe Calderón del desencadenamiento en 2006 de la guerra fratricida.

Puesto que la corrupción es un fenómeno cultural similar al de Fuenteovejuna, Enrique Peña Nieto es, desde la perspectiva señalada, “víctima de linchamiento” de sucesor.

Históricamente, los periodos gubernamentales listados, no pueden darse como cosa juzgada. López de Santa Anna y Díaz se despacharon con la cuchara grande en tiempo y atrocidades en y desde el poder, no debida y definitivamente discernidos.

El gobierno de la Cuarta transformación ha cumplido apenas seis meses de ejercicio. Sus detractores claman casi por la desaparición de poderes constitucionales.

 

Todo se disuelve en la mera dicotomía

Tenemos, pues, que, en la construcción de la Historia de México, se nos quiere hacer tragar ruedas de molino siguiendo la escuela de Nietzsche, aquel que decía que era un escritor póstumo, al que sólo comprenderían le lectores “del futuro”.

En la recapitulación trascrita, dominan los héroes “verdaderos” sobre los “verdaderos” villanos. No hay matices entre lo blanco y lo negro: Hacemos de la relatividad, absolutismo. El bien y el mal no tienen punto de convergencia ni de reconciliación: Pura dicotomía.

Lo escribió en su oportunidad don Manuel Gómez Morín: En México, no hay política de noble entendimiento: Hay escatología y teratología. Por la primera, una adicción a las materias fecales; por la segunda, fascinación por las monstruosidades del organismo social y político. Es cuanto.  

 



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