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Edición 393
Escrito por Hugo Sergio Gómez S.   
Jueves, 29 de Agosto de 2019 09:05

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Amazonia en llamas, vivir al borde del precipicio

Hugo Sergio Gómez S.

Mientras la Amazonia, el enclave natural donde se genera el 25 por ciento del oxígeno del planeta, perece devorada por setenta mil incendios que mantienen en alerta a los 25 millones de pobladores que viven a su alrededor, Nueva York, uno de las mayores urbes consumidoras de recursos naturales prepara, convocado por la Organización de las Naciones Unidas, el escenario para lanzar, el próximo 23 de septiembre, uno de los últimos llamados a la humanidad con fines de contener las acciones que están provocando el cambio climático. Y es que, el panorama para el medio ambiente, no puede ser más desolador.

SE AVIZORA UNA PÉSIMAcalidad de vida para las nuevas generaciones que ya salieron a las calles en voz de la adolescente Greta Thunberg a reclamar nuestra cómoda irresponsabilidad adulta, de crear un mundo que tal vez no alcancemos a contemplar: sequías que desde hace siglos no se veían; océanos donde proliferan mares inertes que día a día son convertidos en basureros sin control, semejantes a una gran boca que recibe cada año entre diez y doce toneladas de plásticos; la aparición de tres epidemias conjuntas que se sinergizan mermando a la población en una peste que los expertos llaman sindemia global: obesidad, desnutrición y cambio climático.

En paralelo, impotentes, vemos caer a nuestro alrededor familiares, amigos, actores políticos, abatidos por el cáncer que galopante no respeta edades ni condición. La juventud en México salió solidaria a protestar frente a la embajada de Brasil ante la inminente sospecha de que esta devastación de la Amazonia obedece a fines comerciales.

Sin duda estos fenómenos de incendios gigantes y devastadores impulsan la temperatura que se eleva gradualmente potenciados por la energía térmica que reflejan hacia la tierra los gases que causan el efecto de invernadero, ha creado fenómenos entrelazados. Desde el agua, aire y suelo envenenados por los químicos fatales.

De ahí el desencanto por la falta de acción de las grandes potencias que hacen a un lado los acuerdos de París de 2015 y mantienen una lucha encarnizada por la preeminencia global en el comercio y sus armas fatales que día con día imponen imperativos ficticios de actualización en todas las esferas la vida mediante la adquisición de nuevos bienes. Un nuevo celular, nueva ropa, nueva casa, nuevos muebles etc. Y sobre todo el impulso al consumo de carne. No es más que la confirmación de la tesis de Zygmunt Bauman de que la humanidad está inmersa en un mundo líquido que impulsa el consumo desenfrenado con tal de estar siempre a la moda y vigente.

Una civilización que usa la potenciación de tecnología capaz de escarbar en los confines de planeta con tal de obtener los recursos naturales cada vez más escasos. En este contexto hay asimetría en las preocupaciones por el medio ambiente.

México ocupa el lugar 72, según los indicadores de la Universidad de Yale con solo 11 leyes protectoras de ambiente. Mientras los primeros tres lugares los ocupan, con un gran número de leyes medio ambientales, Suiza, Francia y Dinamarca. Países que rebasan las 20 legislaciones. Son naciones que gravan enormes impuestos a la minería, al petróleo y toda acción que agreda a la naturaleza.

¿Usted cree que alguno de estos hubiera permitido, sin cerrar empresas, una tragedia como la del río Bacanuchi en Sonora, o un derrame de químicos como el de Guaymas? Mientras que los países más desocupados por el ambiente son República del Congo, Bangladesh y Burundi con los lugares 178, 179 y 180. Indicadores que no son más que, la confirmación de que existe una correlación entre la pobreza y la contaminación. Veamos algunos datos importantes para confirmar los citados informes.

  

La depredación de la naturaleza, una fiesta que está por concluir

Sin embargo, la fiesta por la depredación de los recursos naturales del planeta avizora su fin. Un reciente reporte de la Organización de las Naciones Unidas señala que los daños que le hacemos a la tierra con el saqueo de recursos naturales van acortando la vida de los ecosistemas que amén del cambio climático, fortalecerá otros fenómenos, como los huracanes, las inundaciones y los tornados. Muchas especies se han extinguido mientras gran número de plantas tienden a desaparecer Será necesario en las próximas décadas incrementar la innovación, la investigación y el desarrollo de nuevas técnicas de agricultura, de transporte de producción de alimentos de pesca etc.

Simplificando: se requiere cambiar el modo de vivir. Eso si es que queremos contener el irreversible deterioro al que nos ha conducido la combinación de consumismo y expansión demográfica. Déjeme darle algunos números que saltan del citado documento para que pueda usted con más certeza evaluar estas predicciones sobre el inexorable fin de los recursos naturales. Y que, de estas próximas décadas debemos acostumbrarnos a vivir cada vez en los límites de la escasez de muchos bienes preciados como el agua, el petróleo; de frutos de mar.

En un futuro cercano los países pobres serán seducidos con enormes sumas para permitir el saqueo de sus costas como hace la Unión Europea con el norte de África ante un mar Mediterráneo agotado y plagado de basura: 36 millones de dólares anuales por pesca indiscriminada.

El reporte de la ONU, no puede ser más demoledor: más de un tercio de la superficie terrestre del mundo y casi el 75 por ciento de los recursos de agua dulce se dedican ahora a la producción agrícola o ganadera. De ahí que se sospecha que en la Amazonía hay incendios provocados con este fin. El valor de la producción agrícola ha aumentado en aproximadamente un 300 por ciento desde 1970, la extracción de madera en bruto se ha elevado en un 45 por ciento y cada año se extraen en todo el mundo aproximadamente 60.000 millones de toneladas de recursos renovables y no renovables, casi el doble desde 1980.

La degradación de la tierra ha reducido la productividad del 23por ciento de la superficie terrestre global, hasta los US$ 577 mil millones en cultivos anuales están en riesgo por la pérdida de polinizadores y entre 100 y 300 millones de personas tienen un mayor riesgo de inundaciones y huracanes debido a la pérdida de hábitats costeros y protección.

En 2015, el 33 por ciento de las poblaciones de peces marinos se estaban capturando a niveles insostenibles. El 60 por ciento se pesca de forma máxima sostenible, y solo el siete por ciento se captura en niveles inferiores a los que se pueden capturar de forma sostenible. Las áreas urbanas se han duplicado desde 1992. La contaminación plástica se ha multiplicado por diez desde 1980, 300-400 millones de toneladas de metales pesados, solventes, lodos tóxicos y otros desechos de instalaciones industriales se descargan anualmente en las aguas del mundo, y los fertilizantes que ingresan a los ecosistemas costeros han producido más de 400 "zonas muertas" en los océanos, totalizando más de 245,000 km2 un área combinada mayor que la del Reino Unido. Las tendencias negativas en la naturaleza continuarán hasta 2050.

Los urbanitas, voraces consumidores de recursos naturales

La pugna por los bienes de la tierra cada día será mayor y llevará a estos grupos a suplir a los gobiernos. De ahí que se han acuñado expresiones paralelas a gobernabilidad por otro término orientado al control privado de los recursos, la gobernanza, una receta del Banco Mundial nacida en 1992 que, si bien es cierta, aplicada correctamente, permite cierto control de los bienes naturales, también es cierto que, corrompida por algunas organizaciones no gubernamentales oficiosas, crea sus propias condiciones que les permitan seguir viviendo en la opulencia.

         Su propia educación, la cual ya no forma seres humanos sino seres competentes para el trabajo. Es decir, se educa para producir no para pensar. De ahí que en pasados gobiernos desapareciera la enseñanza de humanidades en las carreras profesionales. La muerte de la cátedra de civismo, la filosofía y la historia. Las condiciones del futuro son impredecibles como lo señala el mismo Zygmunt Bauman en su libro Vida Líquida en el que afirma la volubilidad de los tiempos y la dinámica de los cambios, tan veloces que los individuos aún no se adaptan a las condiciones presentes cuando surgen nuevas.

         En ese mismo texto también afirma que las vacas europeas viven mejor que la mitad de la población mundial pues los países de occidente gastan 350,000 millones de dólares en subvencionar su agricultura. Y da un dato estremecedor: Londres ocupa una superficie de 1500 kilómetros cuadrados, pero según cálculos del International Institute for environment and Development (Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo), debe utilizar más de la mitad del terreno de la Gran Bretaña para abastecer las ostentosas necesidades consumistas de sus habitantes y almacenar los residuos que producen. Es decir, requiere 120 veces más territorio que el que ocupa para solventar su modo de vida.

         Pero también Australia demanda siete hectáreas por persona y cada ciudadano emite una tasa de 28 toneladas de CO2 al año; pero quienes más demandan recursos de la tierra con aquellos con enorme poder adquisitivo y gran capacidad contaminante: los altamente productores de petróleo. Emiratos Árabes, Kuwait y demás del mundo árabe donde nadan en petróleo, cada ciudadano demanda 22 veces más de lo que el país puede producir. Ahora que la punta de la pirámide la tiene Qatar, un país donde los servicios son gratis, luz y agua. Pero el agua que consume viene del mar y pasa por unas máquinas desaladoras gigantes. Su consumo de energía se incrementa siete por ciento cada año. En este marco de consumidores hay un dato estremecedor. Pero veamos la paradoja sobre los alimentos, algunos informes de la ONU aseguran que un tercio de la comida es desperdiciada en los países desarrollados. "La reducción del consumo de carne y el desperdicio", rebajaría la necesidad de producción de alimentos un 50 por ciento. O sea que, sobre produce para ofertar lo que quizá un día se va a tirar

         Ahora si vamos al urbanita, llámese así a ese habitante de grandes urbes como Nueva York, Washington y Los Ángeles, necesita 4.7 hectáreas para su sustento mientras la India solo .4, su consumo energético es 16 veces superior. Vancouver, clasificada como la ciudad con el mejor estilo de vida no podría solventarlo si no ocupara un espacio de producción 180 veces mayor que ella.

         El economista John Reader señala que, si todos los habitantes de la tierra adoptásemos el mismo estilo de los norteamericanos, necesitaríamos tres planetas como la Tierra, así que los países opulentos buscan en otras naciones menos desarrollados tierra para producir y desechar los productos de su consumo. Le dejo una interrogante esperando no contrariarle si es simpatizante del consumo exagerado. ¿No sería el TPP otro intento de los grandes núcleos económicos una estrategia para expandir su modo de vida buscando más tierra en otras naciones? ¿Se busca en estas zonas económicas especiales habitadas por los desechos de la globalización los sitios ideales de mano de obra de su maquinaria productiva?

Los límites del crecimiento, las fatales predicciones del Club de Roma

Pero ¿cuál es el límite de la tierra para soportar el saqueo de los recursos naturales? Bueno déjeme decirle que la preocupación por los recursos tiene su génesis cuando se instituyó el llamado Club de Roma, a finales de los años 60, cuando un grupo de ingenieros del Massachusetts Institute of Technology (MIT), lidereado por el joven James Forrester, definió un modelo matemático (sistema de ecuaciones), cuya última versión fue denominada World3. Hizo proyecciones de la evolución dinámica de la Tierra hasta 2100, entrelazando cinco variables clave (población, capital, producción por habitante, recursos y contaminación), teniendo en cuenta la realidad empírica 1900-1970, para la que fue calibrado, así como las limitaciones en los recursos, entonces futuras. Utilizaron algoritmos complejos irresolubles hasta entones.

El Club de Roma, una organización formada por empresarios y académicos,

(http://www.clubderoma.net/cor_declaracionindex.php) que sobrevive hasta la fecha, en ese tiempo, promovió, a través de la Fundación Volkswagen, la financiación de un informe basado en los resultados del modelo. Vaticina para mediados del siglo XXI la fuerte e inexorable caída de la población. La iniciativa condujo al libro-informeLos límites del crecimiento(LLDC), del que se vendieron alrededor de 12 millones de copias en distintos idiomas y cuya primera firmante era Donella Meadows, también del MIT. En este se hace alusión a la carga contaminante y de explotación de recursos que soporta el planeta. Este estudio serviría de fundamento para la Declaración de Estocolmo de 1972 pues pone plazo fatal al saqueo de recursos naturales; 2052, fecha en que, según el estudio, colapsaría el planeta que confirma, en las sucesivas revisiones, alcanzó su máximo rendimiento en 2015.

A partir de la publicación del citado informe se han hecho diversas recalibraciones del modelo utilizando diversas modificaciones a la metodología inicial y ha habido muy poca variación, sosteniéndose las predicciones de la explotación que el planeta puede soportar. Donella Meadows desde 2004, cree que el colapso no será súbito, sino que consistirá en una sucesión de recesiones encadenadas, y que lo realmente invivible para la especie humana vendrá por la vía del desbocamiento climático, que va a producirse a partir de mitad de siglo. Otro autor, Randers, en su libro 2052: A Global Forecast for the Next Forty Years,de 2012, apenas emplea un modelo de soporte (sólo una variante de World3), y él mismo advierte que su posición es más cercana a una educated guess que a un pronóstico bien fundamentado.

El tiempo y la conducta, cada vez más errática del ser humano con respecto al ambiente, confirma que las dramáticas predicciones podrían cumplirse antes de 2052. La innovación y el desarrollo tecnológico, quizá avanza en países con altos ingresos y presupuestos enormes para la investigación, pero en países pobres como el Congo, aún carecen hasta de luz y agua.

Los nuevos apóstoles del nacional populismo como Donald Trump, difieren del cambio climático y las limitaciones ambientales. Por otra parte, movimientos de ultraderecha han tomado control de países ricos en recursos naturales como Brasil, que ocupa el lugar 69 del Indice de Yale, donde manda Jair Bolsonaro de ultraderecha, que ya retiran los apoyos a los movimientos ecologistas permitiendo incendios como el que hoy consume a la Amazonia. Mientras Estados Unidos ya avizora el mundo que ha creado con su dispendio de recursos y erige barreras y muros que reviven el guetto de Varsovia. Cada día desde los oscuros rincones de la tierra fluyen hacia países ricos, las migraciones como desechos humanos del consumo global que buscan la sobrevivir en un mundo que los evita como apestados después de haber creado fenómenos como la deslocalización de las lluvias que hunde a núcleos como Centroamérica en la miseria.

La delirante carrera por sostener modos de vida privilegiados a costa del bienestar de los demás deberá clamar por un alto definitivo en los próximos diez años, para contener la depredación ambiental. Países como México deben incrementar la fiscalización a las empresas que explotan recursos naturales como las mineras cobrando más impuestos y contraprestaciones por las utilidades. Incrementar los recursos a la investigación y adquirir poderosos herramientas para favorecer la obtención de datos y las proyecciones futuras.

Tragedias como las de la Amazonía que hoy contemplamos impávidos, no son más que el crisol donde se sintetiza nuestra inconsciencia.

Hugo Sergio Gómez Smith es autor del libro, La Economía Azul, el nuevo rumbo de la industria marítima ante el cambio climático.

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