La invasión a Panamá
ecos, mensajes y lecciones de la operación
“causa justa”
Hugo Sergio Gómez S.
En fecha reciente, Estados Unidos firmó un gran acuerdo para combatir al crimen organizado que amenaza a su país autorizando el uso de todos los medios a su alcance.
MILES DE JÓVENES norteamericanos mueren cada año a consecuencia de la adicción a los opiáceos que, según datos de la Agencia para el Esfuerzo Antidrogas (DEA por sus siglas en inglés), vienen de México.
Hay un reclamo generalizado de que este tráfico es ya una amenaza a su seguridad nacional. Una solicitud de que se usen todos recursos tecnológicos, militares hasta financieros para su detención. Dentro de estas acciones le puso precio a la cabeza de algunos capos y líderes del narcotráfico en México.
¿Será esta oferta en estas fechas un mensaje para hacerle saber a nuestro país que para detener a los delincuentes no importa la injerencia territorial? Si no cree, revise la historia, solo para recordar que cuando ese país se decide a emplear la fuerza contra aquello que pone en riesgo sus intereses, no mide el alcance de sus acciones.
Usa su poder militar en casos extremos o quizá sea pretexto para ejecutar estrategias políticas encubiertas. Ese fue el caso tal vez de la invasión a Panamá en diciembre de 1989, cuando desembarcaron 25 mil soldados en busca del general Manuel Antonio Noriega, acusado de ser aliado de los carteles colombianos de las drogas y su alta permisividad al lavado de dinero.
Sería una de las más amargas navidades que ha pasado ese pequeño país centroamericano, ubicado en uno de los puntos más estratégicos del Planeta, donde está la estrecha vía interoceánica que conecta al Océano Pacífico y al Atlántico.
Este caso, a juicio de los historiadores, no fue más que el último intento soslayado por parte de Estados Unidos por mantener la hegemonía sobre este Canal, que es por donde han cruzado submarinos, destructores y tropas a ejecutar acciones militares inéditas: donde tenía emplazados más de 15,000 soldados en diversos fuertes y bases aéreas para su control, la cuales según el Tratado-Torrijos Carter, debían ser entregados al mediodía del 31 de diciembre de 1999.
A decir de muchos analistas, el vecino país no estaba dispuesto a entregar sin lucha su último enclave extraterritorial, que en las postrimerías del siglo XX ya era visto como una anacrónica forma de colonialismo.
La invasión en 1989 fue solo un pretexto para analizar la posibilidad de mantener el control del Canal de Panamá. He aquí una revisión de la efervescencia de hechos que como espiral se fueron elevando desde los años sesenta hasta desembocar en acciones militares.
Salida de Estados Unidos de la zona del Canal
La lucha de la juventud panameña. Y es que, si nos remitimos a la historia contada por la crónica de los hechos, sabremos que esta operación no fue una acción en contra del narcotráfico, sino tal vez los estertores de una forma de control armado que agonizaba a la luz de una juventud cada vez más ilustrada e inconforme por vivir en un país que era suyo a medias.
Pero estas protestas ya habían iniciado desde los años sesenta, cuando el 9 de enero de 1964 un joven de 17 años, Guillermo Guevara Paz organizó entre 150 a 200 estudiantes del Instituto Nacional hacia la Secundaria de Balboa, con la bandera panameña de su escuela; y proclamando la soberanía de Panamá sobre la Zona del Canal con pancartas y con su voz.
La intención de los estudiantes era izar la bandera de Panamá en la asta de la Secundaria de Balboa en donde los estadounidenses habían izado la suya. El desencuentro entre jóvenes desembocó en la presencia de las fuerzas armadas resultando varios jóvenes muertos.
Paulatinamente, Panamá fue ganando terreno. Después de nueve años de aquellos violentos enfrentamientos, se llevaron a cabo negociaciones para revertir el leonino acuerdo de 1903 que le daba a Estados Unidos hegemonía a perpetuidad, además del Canal, sobre una franja territorial de 8 kilómetros por cada lado que se conocía como la “Zona del Canal” sin que hubiera fecha de caducidad.
Así, a instancias de Juan Antonio Tack canciller de Panamá, se firmarían los acuerdos Tack- Kissinger que daban algunas ventajas y cancelaban algunas acciones militares para sujetarse únicamente a la protección del Canal.
Pero no sería sino hasta julio de 1977, durante la administración de Jimmy Carter en EE.UU. y Omar Torrijos en Panamá, que se consolidaría el gran acuerdo que le daría al país centroamericano, el control total del Canal con la firma de los tratados gestionados por el doctor Nicolás Ardito Barletta y su homólogo Arístides Royo, así como el administrador del Canal Alberto Alemán Zubieta. Así con una base ya pactada el Canal fue entregado a los panameños el 31 de diciembre de 1999.
El ascenso de Noriega al poder
Sin embargo, no todo sería miel sobre hojuelas, cuatro años después de la muerte de Torrijos en 1981, en un supuesto accidente aéreo ascendió al poder de la cúpula militar Manuel Antonio Noriega, en medio de la duda de haber asesinado a Omar Torrijos e inició una serie de acciones para convertirse en quien realmente ejercía el poder en Panamá.
De entrada, obligó a renunciar al presidente en turno Nicolás Ardito Barletta y se convirtió en un auténtico dictador. A partir de ahí el repudio popular se hizo patente por su abierto involucramiento en el tráfico de drogas aliándose con Pablo Escobar y los carteles colombianos. Pero su más grave error sería declararse en estado de guerra en contra de los EE.UU. el 15 de diciembre de 1989.
Sin miramientos, Panamá sería invadido en una operación que duró entre el 20 de diciembre de 1989 y el 30 de enero de 1990. Las calles del pequeño país se vieron ensangrentadas e invadidas por tanquetas y de marines norteamericanos que disparaban sin piedad.
La condena mundial por estos actos fue generalizada: desde la OEA hasta la Unión Europea y la ONU que se pronunciaron exigiendo la salida de EE.UU. de Panamá. Al capturar a Noriega el ejército americano ya no encontró más pretextos para quedarse nuevamente en tierras centroamericanas y tuvo que salir llevando a Noriega preso a una cárcel de vecino país.
Pero estas acciones dejan lecciones al mundo: cuando los intereses internos se oponen a la política norteamericana, las consecuencias saltan a la vista. ¿Qué tanto puede hacer un mandatario cuya popularidad está en picada y con elecciones intermedias en las puertas? ¿Qué más veremos, si con el pretexto del narcotráfico y el alto consumo de drogas se ejercen acciones militares? La historia, decía Borges es la madre de la verdad. Ahí están sus lecciones para quien quiera oírlas.
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