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Edición 213
Escrito por Héctor Chavarría   
Lunes, 06 de Julio de 2009 17:34

HÉCTOR CHAVARRÍA
(Exclusivo para Voces del Periodista)

   UNA VEZ ANDÁBAMOS EN TEPITO... en nuestras andanzas en tianguis y, bueno esas cosas que luego salen a relucir.
El naco en turno aventó el albur...
   Bueno, no importa cuál albur, pero se trataba como ya imaginarán de fornicar al otro naco vecino, ya saben los machos que necesitan probarlo -que son machos, no se confundan-, lo cual es ya de por sí patético, suelen ser los dominantes, bueno eso creen los pobres pero…
   Resultaba en este caso que quien deseaba fornicarse al otro era un dizque machín. O sea, obvio ¿no...?
   El decirle al otro: Te ensarte güey, el machito mexicano se sentía muy machooooooote. Una chida expresión de hombría, pero bueno, le dije a Karla; “es obvio esos dos son jotos, o sea, ¿no?, si un hombre le tira esa onda a otro hombre, bueno deben ser homosexuales, lo cual está muy bien, ni quien se enoje, es su rollo, entre más homosexuales haya, mejor para quienes gustamos de las mujeres... Pero el albur mexicatl es otra cosa porque comienza con un equívoco.”

                                                                         Y la jotería nacional
Karla es una bella niña (algo ruda, pero muy chida, y yo me siento muy bien andando con ella en sitios espesos, aunque esa es otra historia); ella respondió al respecto: “que eran chingaderas (sin miedo a la palabra, lean a Paz), que los machos aquí (en esta especie de país) critiquen a los jotos mientras de paso se quieran acostar con otros machos, y no para dormir...”
   Los jotos, por cierto una palabra, más bien adjetivo, que en México indica afeminamiento, pensamos que por la jota de la baraja, el joker (guasón) que indica al comodín y suele ser presentado muy coqueto, pero seguimos buscando; saben muy bien lo que quieren pero los machos parecen andar un poco confundidos en cuanto a preferencias, lo cual no es noticia; si dejara a la dulce Karla decir todo lo que piensa... Bueno la antifeminista censura panista estaría en problemas.

Pero neta ¿analizamos brevemente el albur mexicatl?
   Hace algunos años tuve a bien relatar en la radio la historia del ataque atómico a Hiroshima por el bombardero B.29 Enola Gay el 6 de agosto de 1945, casi de inmediato el sargento segundo Pérez (no es su apellido, and who cares?) de la H. Policía Militar, del Ejérmex llamó muy indignado al programa para mentarle la madre al “maricón de Enola” que había lanzado la bomba… Traté de explicarle al ínclito sargento segundo de la policía militar del Ejérmex, que Enola era el nombre de la mamá del piloto del B.29 y que gay en inglés significa alegre, pero pienso que mi explicación sobrepasó la solitaria neurona del eximio sargento segundo de la policía militar del Ejérmex y sólo hizo crecer su furia y santa indignación pues interrumpiéndome me dijo; ¡pinche puto!

   Incidentalmente eso de gay es un término auto impuesto por la comunidad homosexual de los Estados Unidos: The Gay People, aquí en Mexiquin algunos periodistas hemos “castellanizado” el término a guei…, aunque algunos idiotas  ignaros pretendan que suena a güey, que en la lengua de Cervantes pervertida aquí es buey (toro castrado), mal escrito y peor hablado…
   Pero regresando al tema; nosotros decimos que los albureros traen un rollo homosexual (homo=mismo. sexual=¿necesita definición?), porque la premisa básica del, albur es de un juego de “ingenio” en el cual una persona “somete” a otra en lo que se supone sería una suerte de dominación sexual, una “violación simbólica” y sin daño físico; mientras el asunto se haga como un juego, entre parejas con roles definidos puede resultar divertido y hasta ingenioso —aunque las mujeres no pueden ser albureras por razones obvias—, lo patético del juego es cuando se hace entre dos hombres supuestamente heteros, bugas, machines...
Que es lo que se acostumbra en Mexiquin. Eso es lo ridículo de la situación.
   Se supone que los heteros se especializan en las personas del otro sexo, eso es obvio, pero si arremeten contra una persona de su mismo sexo, aunque sea como un simple juego entonces la cosa cambia.
   El macho alburero buscará ser el penetrador, de otro igual (?) de macho que él, y si gana el juego se sentirá muy satisfecho, dominador. Nomás que en la realidad estará mostrándose tan jotito como el que más.

Del cine a la vida cotidiana
Y es que el mero macho mexicano tiene tantos elementos de jotería que uno ya no sabe por dónde comenzar. Ya no hay manera de saber si se trata de una cuestión involuntaria o de un oculto deseo que surge cuando menos se lo espera.
   Miremos un ejemplo o más bien dos, del tan aclamado cine mexicano aquel en blanco y negro de años atrás, además con un par de actores machos machotes: Luís Aguilar y Pedro Infante, en sendas películas que se consideran clásicas; A toda máquina y ¿Qué te ha dado esa mujer?, posiblemente las más excelsas muestras del amor gay involuntario en todo su esplendor..., dentro de la más pura tradición del cine machista nacional.

   Amén de que uno se ríe con ganas al verlas, porque (sobre todo la primera es muy chistosa), se tendrá la ocasión de ver a dos de los galanes del cine, cantores ambos y con bigotito, gorjeándose su amor mutuo y lanzando reproches al amigo que anda de traidor con mujeres, además de que el excelso par interpreta en ambas cintas, a rudos policías de tránsito, más exactamente del batallón de motociclistas: ¡A’í nomássssss!, como hubiera dicho el cómico de las manotas, Clavillazo. Lo único que les faltó a Infante y Aguilar fue darse un beso en close up... Aunque eso si de plano ¡¡uyuyuyy!!  Hubiera sido demasiado para aquella púdica época.
   Lo más obvio es que se trató de un asunto involuntario; en las cintas se buscaba exaltar los valores de la amistad masculina, ni el director más audaz de entonces se hubiera atrevido a insinuar que Infante y Aguilar pudieran ser maricones... y, aquellos dos, seguramente le hubieran roto la boca y otras cosas a cualquier director o guionista que lo sugiriera, tan siquiera en broma. Pero como tantas veces ha ocurrido en el cine nacional, el resultado fue involuntario, humorístico, orolesco. Lo mismo ocurre con el albur y los albureros.
   Y los machos, inconmovibles; por más que uno se los trate de explicar (lo del albur), ellos seguirán insistiendo en que son muy machos e ingeniosos, que es un juego, aunque entre más nacos son, más se apasionan, y claro transitan por la existencia sin darse cuenta de que han hecho del albur una forma de vida, en su escaso vocabulario cotidiano usan el doble sentido de implicación sexual, no tanto con las mujeres sino más bien con otros hombres: La jotería nacional en todos los sitios imaginables.
Imaginamos que a los machos neo mexicatl el dolor de la conquista española, representado en sus mentes resentidas como una penetración sexual, ha dejado huellas indelebles y hay por su parte una búsqueda de desquite con otros machos; en un muy pobre y lamentable intento de establecer un dominio y una supremacía.
   El albur es un rasgo popular que nos habla de miedos, represiones y muchas cosas más, ninguna de ellas bonita, firmemente arraigadas enmalahora en la mente de los mexicanos...

Del lila al rojo sangre
Es una dicotomía que se repite, es un error que muchos se empeñan en perpetuar: El error, que la gente gay es “delicada”, “tímida”, “de mírame y no me toques”, “afeminada”. La dicotomía consiste en que los extremos se tocan. Bueno, algunos bugas se desgarrarían las vestiduras si conocieran un poco de historia.

   Por ejemplo que algunos de los militares más renombrados, conquistadores viriles de la antigüedad eran del gremio guei... y, que tal “detalle” no tuvo nada que ver con el hecho de que hayan realizado grandes conquistas.
   En el caso de algunos, que hayan creado la grandeza de imperios, o los hayan perpetuado, esto en especial fue notorio en el mundo grecolatino clásico y un poco más allá. Y la razón es simple, antes de que las gazmoñerías judeocristianas llegaran a “dominar” el mundo, la gente era hedonista, esto es tenía la sana y agradable costumbre de pasársela bien... y, nadie objetaba tal cosa. Simplemente era lo más natural y por lo tanto se aceptaba como algo inherente a la vida.

¿Gallinas o gallos de pelea?
Así personajes como Alejandro Magno, conquistador del imperio más grande de su época, Julio Cesar, creador de la fortaleza romana, conquistador, dictador, estratega, Adriano, emperador, regulador del vasto imperio romano, constructor y artista; todos ellos y muchos otros fueron homosexuales.

   Todos ellos prefirieron a su propio sexo para las relaciones más profundas y duraderas e incluso inmortalizaron a sus compañeros dándoles su nombre a ciudades, tal es el caso de Adriano que hizo construir la ciudad de Antioquia como un recuerdo imperecedero a la muerte de su joven amante Antioco...
   Alejandro Magno, pequeño de cuerpo y enorme en empuje, prefería a su cuerpo de élite los compañeros a cualquier otro placer que pudiera ofrecerle sus conquistas y vasallos.
   Julio César (quien nunca fue rey de Roma, pero cuyo nombre fue tomado por los siguientes “reyes”, llamados efumísticamente emperadores –triunfadores-, como un símbolo de grandeza), tuvo varios amantes, entre ellos el famoso Marco Antonio, el mismo que murió luego con Cleopatra, la cual por cierto, también fue amante de Cesar y le dio un hijo de destino trágico: Cesarion.
La razón para estas preferencias era simple: En el mundo clásico grecorromano, las mujeres eran poco más que objetos tolerados para la reproducción y el manejo de la casa, las labores domésticas y esas cosas más propias de esclavos que de seres libres y pensantes, aunque algunas de ellas hicieron cosas realmente grandes. Entonces los hombres de cierta cultura o poder, si deseaban tener una comunicación más estrecha y profunda, intercambiar ideas, hablar de otras cosas que no fueran domésticas, buscaban a otros hombres. Las mujeres, salvo contadas excepciones no recibían ningún tipo de educación, los hombres de entonces no lo consideraban necesario, los panistas son de la  misma idea…
   En este marco la homosexualidad era no sólo natural sino necesaria. Todos los hombres famosos o poderosos, filósofos, legisladores, militares, políticos comerciantes, estrellas de la escena; tuvieron a otros hombres como amantes, y no era necesario fueran sus iguales: Entrenaban y hacían educar a bellos efebos para ese fin.
   Emperadores como Tiberio son famosos hasta la fecha por sus orgías con efebos en la Isla de Capri, pero esto es así porque recibió mala prensa, en el momento que ese mundo mucho más libre fue contaminado por el cristianismo y sus gazmoñerías.
Nerón, Calígula, Heliogábalo, fueron famosos por sus “excesos homosexuales” pero la verdad es que estas “hazañas” fueron muy exageradas por los moralistas opositores al imperio y luego por los “cristianos” católico-romanos que consideraban en su hipócrita doble moral a la homosexualidad como un “pecado nefando”, mientras la practicaban ellos y la condenaban en otros.
   Es posible que una de las imágenes más viriles y “machas” sea aquella de los soldados romanos, los legionarios que conquistaron un imperio de dos mil años, pero pocos saben que una de las bases del ejército de entonces, el romano y los anteriores, era que los soldados fueran amantes, la decuria, la unidad básica de La Legión, estaba formada por diez hombres, los cuales vivían juntos, comían juntos, dormían juntos y amaban juntos, eran de hecho cinco parejas. La razón es simple y práctica; esas parejas de amantes se defendían mejor unos a los otros por el fuerte vínculo existente. A fin de cuentas camaradería viene de cama, de compartir la cama.
   Así que la próxima vez que vean una película de recios romanos de La Legión, no olviden que todos esos “machotes” eran amantes, y que como tales conquistaron el mundo, su mundo ideal, libres de “pecado” o culpa...

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