Lenguas azules
RAMI SCHWARTZ
No serán buenos para gobernar, pero ¿qué tal para hablar y decir tonterías? Se trata de los panistas, que han demostrado hasta el cansancio su inutilidad, su ineficiencia y su incapacidad pero que siempre la aderezan de declaraciones ofensivas y estúpidas. Y cuando creíamos que Fox pasaría a la historia como el ejemplo más acabado de una lengua desconectada del cerebro y fuera de control llegó Calderón a demostrarnos que decir sandeces es una característica del panismo.
Fox no requiere de mayor introducción: sus barrabasadas son históricas y marcaron un hito y un parteaguas en la historia del país. Nunca había llegado a un puesto tan alto una persona tan ignorante como Vicente Fox y lo hizo patente en todos sus discursos. Cada vez que abría la boca, los caricaturistas y los actores de teatros como el Blanquita estaban de plácemes y en ocasiones, tenían que dejar fuera chistes y cartones de tanto material que les daba el gato con botas.
Las palabras de Fox invariablemente estaban cargadas de ignorancia, cinismo, falta de información y mal uso del lenguaje. Pero Calderón ha agregado a sus declaraciones un ingrediente adicional: el desprecio total por la ciudadanía, el menosprecio por el sufrimiento que él y sus secuaces han impuesto a la sociedad, castigada por una crisis que ya ha dejado dos generaciones perdidas y ya estamos de lleno en la tercera, un crisis que gracias a Calderón, Fox y los que les antecedieron, ha colocado a México como una nación fallida que ha perdido en tonterías cincuenta años de su historia.
En días pasados, Calderón nos regaló otra de sus joyas discursivas, en la que menospreció la muerte de lo que el llama “civiles inocentes”, víctimas de su estrategia para combatir el crimen organizado. “Son realmente los menos”, dijo Calderón ante promotores turísticos participantes en la apertura del simposio Virtuoso y sostuvo que más del 90 por ciento de las ejecuciones asociadas a la guerra contra la delincuencia obedece al choque de grupos del crimen; "ni siquiera es la gran mayoría contra las autoridades mismas, y mucho menos contra civiles; y mucho, mucho menos contra turistas".
Y aquí vale la pena estudiar a fondo esas dos palabras llenas de insensibilidad e ignorancia, al más puro estilo del PAN, “civiles inocentes”. Un muchacho de 18 años, que acaba de alcanzar su mayoría de edad y no puede entrar a la universidad porque fue pésimamente mal educado por las huestes de Elba Esther y su “gremio insaciable”, que no puede encontrar trabajo por el catarrito que devino en neumopulmonía y termina afiliado a una pandilla, es usado como carne de cañón y encontrado decapitado o torturado, como tantos miles de jóvenes en este sexenio, ¿es civil o militar?. Porque hasta donde yo me quedé, solo hay de dos, civiles y militares.
Según Calderón, este joven sería militar del ejército enemigo y por lo tanto su muerte vale pepino. Ese muchacho que hubiese preferido tener una educación o un trabajo remunerado, un coche, su casa y familia e ir de vacaciones a la playa de vez en cuando y que es obligado por las circunstancias a delinquir, se convierte en un ciudadano tan de segunda que su muerte deja de tener importancia.
Ahora, si se trata de un transeúnte en la costera Miguel Alemán que va rumbo a la playa a tomar el sol o un niño en Tamaulipas que va con sus padres a pasar unas horas en el mar, entonces sí se trata de un “civil” aunque su muerte también vale pepino porque en palabras del mismo Calderón, "son realmente los menos".
El Presidente empleó dos veces la expresión "son los menos" para resaltar el hecho de que la inmensa mayoría de las víctimas de la guerra contra el crimen organizado pertenece a las bandas delincuenciales. Y el extremo de ese discurso, que desnuda el alma presidencial, es cuando con la mano en la cintura declara desde Tokio que todo muerto es un posible sicario o pandillero, persona cuya vida no vale gran cosa. Por supuesto, ante tal soberbia y cinismo es imposible que ofrezca disculpas con toda humildad, pues no hay razones para hacerlo.
Lo realmente preocupante del caso es el uso del término civiles. El gobierno ya hizo su clasificación de la sociedad, su nueva casta de clases basada en la cercanía con uno de los dos poderes de la Unión. Está por un lado el poder del narco y del crimen organizado y por el otro el gobierno dentro del cual están militares y policías. Todos los que no estamos afiliados con uno y otro grupo de poder somos civiles inocentes, cuando la realidad es que tanto unos como otros, como todos los mexicanos somos civiles. Si no somos militares, somos civiles, hasta Beltrán Leyva era civil.
Muy peligrosos los narcos, muy peligroso el discurso oficial y el gobierno enemigo, muy peligrosa la ignorancia como forma de gobierno, pero más peligroso aún que haya en México tres castas. La de los criminales que tienen recursos para defenderse por si solos, la del gobierno que se defiende hasta los dientes con nuestros recursos y los civiles inocentes que estamos a la buena de dios, desamparados y encima despreciados por las lenguas azules que ¡ah! como son buenos para decir tonterías pero malos, pésimos, para gobernar.
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