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ESPAÑA HOY
Causan asco los prepotentes
REGINO DÍAZ REDONDO
Madrid.- En el Valle de los Caídos los caídos están pero no se verán. El gobierno neosocialista, por boca de su vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba, sentenció: Es imposible desenterrar los muertos allí. Mejor será dejarlos. En cuanto a Franco, sepultado en ese lugar con fosa y nombre conocidos “se pensará qué hacer con sus restos”, aclara.
Pero pidan ayuda, supliquen a sus legítimos descendientes, a quienes les sobreviven, disfrutan de sus enseñanzas en la supuesta democracia en la que vivimos. Seguro que ellos removerán los huesos. También los de Don Paco.
Y colorín colorado…el PSOE vuelve a reincidir en su estrategia insultante y se aproxima a grandes zancadas al Olimpo de los conservadores más recalcitrantes. Ha transigido en todas las exigencias neoliberales. Se ha entregado en cuerpo, alma, pensamiento y pragmatismo a la reacción más ultra. El buen talante de que presume significa ya genefluxión ante los dueños de la España negra.
Y vuelta con las dos Españas. Pues sí, vuelta con las dos Españas, porque los culpables de esta frase fueron los franquistas de antes y de ahora. Si no, el poeta no lo hubiese recogido en sus versos. El nuevo partido de José Luis Rodríguez Zapatero no llega a crecer sino que desfallece con estas triquiñuelas.
El laissez faire, laissez passé lo han convertido los socialistas en un tópico actual. La derecha, los conservadores, están de plácemes; los pocos republicanos que quedan, indignados, no tienen tribuna ni espacios (porque no los buscan) para manifestarse. A veces, aquí y allá, algunos opinan pero su presencia es folclórica, algo así como los toros, la Semana Santa de Sevilla y las castañuelas.
Da escalofrío ver a España en manos de individuos cuyos genes parecen provenir de la dictadura y sus asesinos. Treinta y cinco años después se habla de la República en voz baja y, en estos momentos y después, pocos votarían por instaurarla. Es el pasado, “un incidente” en la historia española como me dijo hace tiempo el jefe militar de la Casa Real en México durante una cena que ofreció el Presidente Salinas al rey Juan Carlos en el DF.
La gente, la que trabaja, la que sufre y reniega por las injusticias, no quiere saber de más refriegas sangrientas ni alteraciones del orden público.
Está cansada, igual que en México, de sus políticos y de la política. Sólo quiere, ni remedio, vivir en paz pero vivir con el dinero suficiente para llegar a fin de mes. Sus preocupaciones no pasan por un cambio de gobierno o la llegada de éste o aquél, sea pos falangista o filo-nazi; tampoco acepta a los demócratas de verdad, si los hay.
Para buenos y malos, para explotadores y explotados, el país está aplastado por las botas de los más fuertes y es tal la angustia de los desprotegidos que piden a los dueños del dinero que les favorezcan.
Vamos con la cabeza baja y el ánimo envenenado por la escasez de futuro para los jóvenes.
La España africana de Franco se levantó con ayuda de los moros y caminó bajo palio durante toda su hegemónica y perversa crueldad.
El dictador que se deshizo de miles y miles de ciudadanos que podían hacerle sombra o sembrar la semilla del progreso, convirtió a Hispania en un búnker donde era muy bonito vivir para los elegidos y una pesadilla para quienes cambiaban de domicilio cada mes para no ser detenidos ni torturados.
Transita uno por las calles de esta ciudad que fue mártir durante tres años con el “no pasarán” y comprueba que esa lealtad, que esa euforia, que esa inquebrantable decisión, ha quedado enterrada, por el momento.
El olvido no es cuestión de mala memoria sino de resignación y de que “aquí nos tocó vivir”, como dice Cristina Pacheco.
Cientos de miles de personas viven en la periferia de Madrid en chabolas, peor que las cuevas de los Indios Verdes, y pasan hambre. No tienen casa sino carpas o cuatro paredes en peligro de caerse sobre ellos. El hambre se mete en sus cuerpos expulsados de la sociedad. Son gitanos o drogadictos; se dedican a la prostitución o al narcotráfico dicen los actuales políticos, señoritos, chulos, comparsa y banda de atracadores.
No se confundan, lo que digo puede comprobarse en esta capital y en otras con sólo darse un “garbeo” por las afueras. Pregunte cuántos son los desempleados, quiénes están en la economía subterránea, cuántos los que roban para comer y los que suplican y hasta se arrodillan para conseguir un trabajo sea el que sea.
Mariano Rajoy.
Hay casas de acogida, es cierto, y muchas manejadas por monjas amables y dispuestas a ayudar. Pero vea cuántos famélicos acuden para engañar a sus estómagos y se encomiendan a la Virgen María.
Oiga usted, por favor oiga, a los jerarcas del clero católico meterse en política, condenar y hasta pensar en excomulgar a quiénes defienden la equidad entre los seres humanos.
Vean al presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco Varela, exigir al gobierno privilegios mayores de los que actualmente tiene, o, al menos, conservarlos.
En cualquier momento en que se cuestiona su preeminencia en la sociedad civil dice este buen señor que España tiene que ser clerical -no católica que conste- cueste lo que cueste, muera quien muera de tedio o fallezca por el abuso de sus superiores.
¿Pero qué me dicen de los miles de millones de euros que recibe la Iglesia del gobierno socialista y más que obtendrá cuando llegue Mariano Rajoy a Moncloa?. Nadie ha oído al Cardenal Primado de España censurar a la pederastia sacerdotal que invade a España y resto de Europa. ¿Cuándo ha reconocido este individuo que el estado es laico? Vaya, si no lo hace Rodríguez Zapatero por qué lo haré yo?, pensará.
El asco que producen los prepotentes amparados por leyes desiguales se generaliza. Sólo hay tiempo para buscar el pan nuestro de cada día a como dé lugar en la forma posible. Pamplinas son las ideologías. Actualmente, con razón, la clase media -media que disminuye a pasos agigantados- se conforma con futbol y circo. Se arman grandes alborotos y hasta hay violencia en los campos de juego porque se contamina a la gente para que desahogue su irritación con los enojos ficticios entre entrenadores que se insultan entre sí dentro de un escenario preconcebido.
Todo ello con la complicidad de las autoridades y de muchos partidos políticos.
Los líderes sindicales hablan mucho y hacen poco. Reciben subvención del Estado y quién sabe si de algunas partes más. Una gran mayoría de curas- no todos, no todos, por favor -recitan en los templos, en las iglesias la bienaventuranza y utilizan en falso el nombre de dios.
Sobrevive una clase pensante, respetable, pero tampoco hace grandes esfuerzos por ayudar a que cambie la situación. Protestan desde los pocos espacios que tienen en prensa, radio y televisión y se conforman con censurar verbalmente a los impresentables.
Pero todos vuelven a sus casas, al confort del calorcito y al aire acondicionado.
Así las cosas, España vive un momento arropado por su historia oscura. Y ésta se ha convertido en un referente intelectualoide ya casi risible e impracticable.
Hay que huir del clericalismo absurdo, retrógrada, y de los amos y dueños de horca y cuchillo. La Inquisición se empieza a llamar de otra manera pero es la misma aunque vestida a la moda.
Los políticos no se dan cuenta que la humillación y la pobreza producen el efecto dominó que nos llegará a todos muy pronto porque no vemos más allá de nuestras narices. Unas narices que no olfatean. Que son, vaya, de narices…
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