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RETOBOS EMPLUMADOS
PINO PÁEZ
Hijos que se
volvieron jijos
La jijez evapora su connotación peyorativa integrándose a sociológicas nomenclaturas, en cuanto define descendencias que desbaratan el cristal de su propio origen, esto es, al tornarse exactamente lo opuesto de quienes dieron vida. Así, de hijo a jijo… hay un brinquito fenomenal que no quebranta genes, pero sí hace añicos el íntimo historial de los espejos.
Qué jijo se hizo el hijo del gran Morelos
Dos de los más famosos historiadores situados a la diestra, Lucas Alamán y Mariano Cuevas, en su diferente temporal y personalísimos renglones, coincidieron al textualmente adjetivar comunista al gran José María Morelos y Pavón. El señor Cuevas -cura y tecleador- expresa en uno de sus textos que el comunismo morelense se pavoneó mostrándose casi asible, al ser descubierto el Plan de Tlacosautitlán, en el cual el líder independentista ordenaba a sus generales confiscar en el acto latifundios, entregar las tierras a comunidades, confiscar todos los bienes a terratenientes y compinches expoliadores, repartir lo expropiado entre el pueblo y guardar un porcentaje destinado a menesteres de la batalla libertaria. Para biógrafos y analistas de la derecha añosa y la globalizada, resultó una especie de alivianadora cafiaspirina contra el histórico dolor de testa, contra el redundante y detestable dolor detesta… que el vástago del inolvidable José María haya embarnecido en lo anverso del progenitor.
Juan Nepomuceno Almonte, hijo del gran Morelos, no nació jijo, devino. Su niñez junto al padre careció de lúdicos caballitos de madera; estuvo con papá en el ajetreo nada juguetón de los combates, montado en cuacos reales contra enemigos de carne, hueso y arcabuz. Era miembro de una especie de caballería infantil denominada Emulantes, compuesta por niños que no rebasaban la docena de abriles.
Juan Nepomuceno Almonte.
Morelos y Pavón envió a Estados Unidos al pequeño Nepomuceno. Los insurgentes trataron de proteger a los infantes… En jatdoguianos lares creció aquél, aprendió inglés con todo y el cercenador mundanal de contracciones; retornó al terruño una vez la independencia consumada. Era cartógrafo reconocido, dominador de varias lenguas. En México, fue recipiendario de homenajes a granel por su ascendencia tan heroica. El joven Almonte consiguió empleo de subalterno e intérprete de Santa Anna, le tocó traducir lo de Texas, y otras mañosas rendiciones de don Antonio López que costaron una mutilación de más de media anatomía.
El hijo ya era jijo… jijez consolidada, al ser lugarteniente de don Max y bufón predilecto de doña Carlotita, a quien le fascinaba escuchar de Juan Nepomuceno Almonte evocaciones filiales cuando aún era hijo del gran Morelos. La señito Carlota, la suculentísima madame Salm-Salm y otras damitas de imperiales abanicadas… disfrutaban en grande las rememoraciones de Juanito-Polichinela en la época muy anterior a la jija-jijadez.
Del otro Juárez sin danzón
Del político quehacer del presidente Benito Juárez García hay un titipuchal de matices y profundidades de diverso tipo hasta para el análisis de una solitaria geometría. Pero lo que no se le puede quitar al Benemérito de las Américas (título lejano de la oración y la estampita que le otorgó el Congreso de Colombia), es que él simboliza -por la resistencia a la invasión francesa- el inicio de mexicanidad, el nacionalismo sin chauvinadas ni patrioterismos que mojan “patrias” de tanta lloradera. Retobos Emplumados ha abordado varios tópicos juaristas, pero de lo que aquí se empluma es la síntesis de un hijo que se le volvió jijo, pese a mismitos apelativos y porte teatral por parecerse al patricio renombrado.
Benito Juárez Maza provenía de padres enormes, del papá está el testimonio de una inacabable manifestación de estatuas… de la mamá: Margarita Maza Parada, no se dice mucho aunque ella haya hecho mucho, sin la abnegación y el temple de esa gran mujer, Juárez no sería prócer ni Avenida, como Karl Marx sin la también grandiosa, Gran Diosa, Jenny von Westphalen no hubiera hecho El Capital que hizo, ni la derivación de su apellido hubiese culminado en filosofía.
Benito Juárez Maza brinccoteó el tramito de hijo a jijo, al incorporarse al porfiriato, pese a que ejerció antiporfirianos disimulos… al dirigir el Partido “Democrático”, el cual sus propios fundadores desaparecieron, en cuanto el dictador se los ordenó por la jeroglífica vía de un gruñido.
Benito Bis, no cuestionó en análisis ni tertulias, ni siquiera en semántico murmullito, al general Díaz por el Plan de la Noria que encabezó en el frustrado intento por defenestrar al progenitor, lo que sí realizó Benito jijo, desde su posición de diputado, fue aceptar las renuncias del presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez, a sabiendas de que eso aceleraría el doble homicidio, que sí dedujeron otros diputados que sufragaron en contra, por ejemplo, Manuel Pérez Romero, hermano de doña Sara, otra extraordinaria mujer, esposa del mandatario que inmolarían, tan pronto aquella legislatura hizo ex.
Si de Margarita Maza Parada, apenitas hay parrafitos de su existencia, de Rosa Chagoya, pareja extramarital de don Benito, con dificultades se localiza una línea extraviada en una redacción de carretera. Hubo, empero, quien se presentó como hijo del Benemérito: Juan Sánchez que se agregó el Juárez en segundo apellido, molesto quizá por la rubricada ausencia del supuesto pater en los citatorios del Registro Civil. De ser cierta tal paternidad, este otro Juanito ¿sería chilpayate de don Benito y doña Rosita de la que ni en jardines quedó rastro de su aroma?
En el primer tercio del siglo anterior, Juan Sánchez “Juárez”, se presentó en calidad de ¡presidente interno de la república! en una desértica “ceremonia” a la cual no asistieron ni los anfitriones de La Castañeda, como tampoco los carnalitos Atayde. Para el hipotético hijo y Benito Juárez Maza… no hubo cupo ni ladrillo en el danzón.
¡Jesús! con Flores a un Magón que se marchitó jijo
Margarita Magón es, al igual que la otra referida Margarita y la también abordada Jenny, una grandiosa mujer, una laica y mayúscula, Gran Diosa mujer, que pertenece a todos los que no le ponen comillas a la democracia y la revolución. Viuda del juarista Teodoro Flores que combatió a Maximiliano y madre de Jesús, Ricardo y Enrique que en tal orden arribaron a la vida, que en tal orden arrobaron a la vida, aunque el mayor de la descendencia acabaría con el “¡Jesús!”… en boca ajena.
Jesús Flores Magón rapidito abandonó la estoica inmensidad de los parientes: fue uno de los diputados que capulinamente, en premonición a lo Gaspar Henaine, levantó su dedito anuente a la renuncias de Madero y Pino Suárez, lo mismito que, entre otros, el ya señalado Benito jijo, y José Peón del Valle, vástago del poeta y dramaturgo José Peón y Contreras.
A don Jesús, Francisco I. Madero lo hizo ministro de Gobernación por sus antifraternales oficios para que Ricardo y Enrique depusieran las armas en Baja California, latitud que por cierto constituyó la primera victoria real contra la dictadura. Fracasó en sus empeños sin Monte ni Piedad, sin embargo, le entró al carnaval de las difamaciones en perjuicio de los consanguíneos, a los que de plano desconoció, según cartita dirigida por don Chucho al “ex” porfirista Pablo Macedo, el que por mera casualidá tenía bajacalifornianos negocitos en la explotación, más que de mineral, de los mineros.
De hijo a jijo quedó don Jesús instalado en premura de meteorito; llegó incluso, al lado de Juan Sarabia y Antonio Villarreal, de editar un “nuevo” y “auténtico” periódico Regeneración y formar un “nuevo” y “auténtico” Partido Liberal Mexicano, en clarísimo accionar contra sus hermanos. Tanta novedá le sería recompensada con una candidatura a la vicepresidencia del país, en el Partido Popular Evolucionista, cuyo dueño era Jorge Vera Estañol, luciferinamente devoto del huertazo.
Don Jesús no pudo con el cargamento de apellidos. Su vicepresidencial campañita fue más gris que una exhalación de imecas. Jijez y grisura que acentuaría la imperialista persecución contra Ricardo Flores Magón, el mexicano en toda la historia que más ha influido con su talento, abnegación e ideas en la Unión Americana, por eso el miedodio, en un solo término, que siempre le deparó y disparó el imperialismo y oligarcas de ambos litorales y literales Laredos.
Tras aquella nada justa, justa electoral, don Jesús jijo se ahuecó en las vertientes sin retorno de su propia lobreguez.
pinopaez76ARROBAyahoo.com.mx
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