A TRAVÉS DE MIS CRISTALES HÉCTOR CHAVARRÍA (Exclusivo para Voces del Periodista)
EL ASESINATO DE OBREGÓN
Toral y la mano de Dios, en año de elecciones: Y, con visita papal en puerta
Aquel domingo 1º. de julio de 1928…
Se celebraron elecciones presidenciales en México.
Álvaro Obregón, quien ya había cumplido una presidencia anterior, había sido el candidato único a la presidencia del país en aquellas elecciones; esto que hoy nos parecería un ridículo intento de reelección, era posible porque un año antes se había reformado la Constitución para posibilitar la reelección no consecutiva.
En realidad nada nuevo en el sentido que la pobre constitución de los EUM, es modificada a tiro por viaje de cada administración y eso la hace muy rica en contradicciones.
Amén de que, Obregón había sido candidato único pues se había “anulado” a serios opositores como lo fueron Arnulfo R. Gómez y Francisco R. Serrano, asesinándolos por “insubordinarse” en las cercanías de Huixquilac, casi al lado del pueblo de Tres Marías. El monumento a las víctimas está en la carretera federal a Cuernavaca, muy cerca de la autopista.
La escena del crímen
En aquellos días post revolucionarios, pero en especial de caudillos, la política solía arreglarse de manera simple, directa y por lo general a balazos.
Además, estaba en su apogeo la “guerra cristera” entre el gobierno de los EUM y los representantes del reino de Roma, que deseaban ser también gobernantes de este país, además de serlo de las “almas” de los sufridos mexica.
Sin posibles sorpresas y bastantes amenazas…
Era obvio que el caudillo Álvaro Obregón “El Manco de Celaya” no debía esperar alguna sorpresa en cuanto a aquellas “elecciones”, pues el proceso electoral no había sido más que una mascarada. Obregón, luego de las “elecciones”, se retiró a su hacienda Quinta Chilla, en Sonora, para descansar del fatigoso proceso y esperar los “resultados”… Otra broma.
Regresó a la ciudad de México el domingo 15 de julio, ya como presidente electo. Desde tiempo atrás se habían corrido rumores sobre su posible asesinato, el cual ya había sido intentado por fanáticos religiosos (los hermanos Pro Juárez y Segura Vilchis, como principales) arrojando una fallida bomba contra el automóvil de Obregón en los rumbos de Chapultepec. Los conspiradores de aquel entonces habían sido atrapados poco después de una persecución por la Av. Reforma y fusilados casi de inmediato.
Pero esas amenazas no inquietaban al manco quien se reía y hacía chistes al respecto, como llamar a Pro Juárez “san bomba” en alusión al atentado y la muy castiza interjección ¡zambomba! Algunos seguidores le advertían a don Álvaro que de quien debía cuidarse era del presidente Calles… pero eso tampoco parecía inquietarlo demasiado.
Un aspirante a mártir
Después del atentado fallido con la bomba aquella, un dibujante prácticamente anónimo llamado José de León Toral (como dato curioso, toral en latín significa colcha), tenía la aspiración de convertirse en mártir de la ICAR, asesinando a Obregón, al cual los “acejotaemeros” (por ACJM; Asociación Católica de la Juventud Mexicana), llamaban “el demonio”.
Dibujo de Obregón hecho por Toral
Toral se sentía inspirado por el intento de los hermanos Pro, pero también alentado por las elucubraciones magnicidas de la religiosa Concepción Acevedo de la Llata, llamada por sus seguidoras y seguidores “la madre conchita”, la cual insistía de forma reiterada en la necesidad de matar al presidente Plutarco Elías Calles y de paso al presidente electo, en este caso Obregón con lo cual, según la exaltada monja y muchos católicos, se pondría fin al conflicto religioso que había creado la “guerra cristera”. Toral al parecer anunció que él “mataría al diablo”, sin aclarar si sería a Calles o a Obregón, también dijo a Concepción Acevedo que estaba listo para el martirio por la ICAR, ella lo alentó y le dio consuelo espiritual.
Así pues, entre sus visitas a los servicios religiosos clandestinos ya que los sacerdotes de la ICAR habían cerrado las iglesias, con lo cual el gobierno las había tomado (pero eso sería motivo de otro artículo), Toral se hizo de una pistola automática Star de fabricación española y calibre 7.65 mm o sea .32, cuyo cargador podía alojar 10 balas, colocando manualmente una en la recámara se podía lograr el efecto 10+1, con lo que el arma llevaría en realidad once proyectiles.
Se dice que la mencionada arma fue bendecida como “instrumento del Señor”, pero esto no tiene confirmación completa.
Cacería iniciada…
El domingo del arribo de Obregón Toral asistió a la recepción del sonorense y en tres ocasiones en otros sitios, tuvo oportunidad para asesinarlo… al parecer no se sintió seguro y se abstuvo. Lo mismo ocurrió el lunes, cuando Toral incluso se acercó al domicilio de Obregón, en el número 185 de la Avenida Jalisco (hoy Avenida Álvaro Obregón). El martes 17 de julio amaneció húmedo y desapacible. Toral asistió a los servicios religiosos en la casa que servía de convento clandestino a “la madre conchita”, desayunó, leyó los periódicos y realizó algunos dibujos, para las 13 horas se hallaba cerca de la casa de Obregón, al acecho…
El presidente electo por su parte, realizó labores rutinarias, revisó su agenda y la hizo ajustar para poder asistir a una comida que le ofrecían los legisladores federales de Guanajuato en el restaurante “La Bombilla”, propiedad de Emilio Cazado y, que se hallaba ubicado en San Ángel. Obregón estaba de muy buen humor y comentó a sus allegados que le recordaron los rumores de atentado; “que ya le habían echado una bomba, pero ahora tendría que ser una ‘bombita’ porque iba a ‘La Bombilla’…”
Poco antes de las 1300 horas Obregón salió de su domicilio, vestía un traje gris e iba acompañado por el diputado sonorense Ricardo Topete, junto con el gobernador de Hidalgo, coronel Matías Rodríguez, también iban con él sus “amigos” (guaruras en lengua tarahumara), Ignacio Otero Pablos y Juan Jaimes… El presidente electo abordó un automóvil Cadillac y sus “amigos” otro vehículo para acompañarlo.
José de León Toral desde su punto de acecho, llamó a un taxi y fue tras ellos sobre la Av. Insurgentes, los alcanzó en la Av. Tizapán (hoy Baja California o Eje Cuatro Sur) y prosiguió hacia San Angel.
El escenario
En el jardín del restaurante se habían dispuesto cuatro mesas para los asistentes, la única vigilancia era de tres agentes de policía y los dos guaruras de Obregón, algo así sería inadmisible hoy, además era sabido que todos los invitados iban armados, como era la costumbre en aquellos días; todos excepto el manco.
En la mesa principal se sentó al centro el invitado de honor, a su izquierda Aarón Sáenz, el diputado Enrique Fernández y Ricardo Topete; a su derecha, el licenciado Federico Medrano, jefe de la diputación guanajuatense; el licenciado Arturo H. Orcí y el presidente de la Corte, Jesús Guzmán Vaca.
Otros invitados sobresalían a los costados de la mesa de honor, como José Luis Solórzano, Antonio Díaz Soto y Gama, Aurelio Manrique Jr., Ezequiel Padilla, David Montes de Oca, Tomás A. Robinson, José Aguilar y Maya y Alejandro Sánchez (médico de cabecera de Obregón, por cierto), la orquesta típica del maestro Alfonso Esparza Oteo comenzó a tocar varias melodías, disponiendo también la participación de dos cancioneras.
El arma de Toral
Toral no tuvo problemas para ingresar con esas condiciones mínimas de seguridad. Fue a los baños y se colocó la pistola a manera de poder sacarla rápido, amartillada y sin seguro. Luego se dedicó a hacer bocetos de Obregón y de sus acompañantes, en un momento dado, se acercó al diputado Sáenz para mostrarle los dibujos, luego fue hacia Obregón. El general volteo a ver el dibujo que Toral sostenía con la mano izquierda, mientras lo hacía, el dibujante sacó la pistola y le dio un balazo a Obregón a 15 cm, luego otros cuatro en la espalda y uno más en el muñón… seis impactos en total. En ese momento se tocaba la canción “limoncito” y apenas se estaban sirviendo los postres. El general cayó fulminado. Los asistentes reaccionaron y se lanzaron sobre el homicida, Toral no ofreció resistencia ni trató de disparar los proyectiles restantes; fue desarmado y golpeado con saña por los guaruras y los convidados. Se acordó no matarlo para averiguar quien lo había enviado. En la confusión resultante unos gritaban que obregón estaba muerto, otros que aún vivía… algunos dijeron que no sólo Toral había disparado. Al parecer los orificios de salida de las balas blindadas, dieron cierta credibilidad al mito. También el hecho de que Plutarco Elías Calles comentara ante el cadáver de Obregón: “Querías regresar a la silla tal por cual, pues no llegaste”. De inmediato corrieron rumores sobre la responsabilidad de Calles.
Se certifico la muerte de obregón en su propia casa, se le hizo una máscara mortuoria, no hubo autopsia, sólo consternación y homenajes, en una rápida operación, los archivos del general fueron retirados por el gobierno.
Toral fue torturado (lo que lo convirtió en mártir de la ICAR, por lo menos a nivel popular) y, terminó confesando todo; la “madre conchita” y otros implicados intelectualmente en el asesinato fueron detenidos. A diferencia de los hermanos Pro y cómplices del “bombazo” Toral y los otros fueron juzgados y se les sentenció: Concepción Acevedo de la Llata fue condenada a 20 años de prisión, José de León Toral recibió sentencia de muerte.
Concepción, como era de rigor seguramente fue violada en la detención y, luego ya sentenciada trasladada a las Islas Marías para cumplir su condena, ahí se olvidó de sus votos y se casó con otro de los conjurados, se dice que también se aficionó a “la mota”.
El sábado 9 de febrero de 1929, José de León Toral fue ejecutado por un pelotón, mandado por el capitán Rabiela, en la Penitenciaría de Lecumberri. Fue sepultado en el Panteón Español, pasando a la historia como un fanático, que asesinó por motivos religiosos.
Poco después se erigió un monumento de dudoso gusto en San Ángel, donde estuvo “la Bombilla” y en él se conservó durante años el brazo de Obregón, amputado en Celaya, hasta que fue quemado en una ceremonia militar como una reacción al mal gusto de tenerlo ahí. Se sabe muy bien que fue Toral el único responsable, pero la sombra de sospecha sobre “Pluterco” Elías -como le decían a sus espaldas-, se mantuvo; un chiste popular de entonces ha llegado hasta nuestros días:
¿Quién mató a Obregón? ¡Calles…e usted!
El último plato
El menú seleccionado aquel día fue:
Coctel de frutas.
Entremés a la mexicana.
Crema portuguesa de tomate.
Huevos con champiñón.
Pescado a la veracruzana
… pastel “Bombilla”.
También hubo un general de sobremesa.
Con aderezo de plomo a la ICAR.
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