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Edición 304 | ||
Escrito por Voces del Periodista | ||
Miércoles, 29 de Mayo de 2013 21:46 | ||
Conocimiento no es sabiduría
EN EL PRIMER PERÍODO de gestión de la ahora desaparecida Secretaría de Programación y Presupuesto (SPP) -data inaugural de la tecnocracia en el poder público- se diseñó el pionero Plan Global de Desarrollo (PGD), de cuyo ensayo derivó al tiempo la ley maestra para la pretendida planeación democrática del desarrollo nacional. EL ÁREA POLÍTICA DE LA S Otro proyecto editorial, presentado en formato de revista con el título de Contextos, se dedicó a traducir trabajos de investigación académica -en especial de inspiración humanista- en los que se condensaba la preocupación filosófica sobre el riesgo de la inserción del especialismo en la selección de cuadros llamados “de excelencia” para la conducción administrativa del Estado. Uno de los contenidos de esa publicación que suscitó el
interés de Esos años, eran aún de inquietud latente entre especialistas en docencia mexicanos, porque, a la par que crecía la irrupción pública de los medios electrónicos -“la televisión destruye en la tarde lo que el maestro enseña en la mañana”, solía decirse-, se estaba marcando una tendencia en la educación básica, en cuyos programas se empezaban a desplazar materias como español, civismo y nociones de Ética. Una mal entendida modernidad, masificadora y mediatizadora en sus resultados, incluía la desaparición de la mística en el ejercicio magisterial. No es un dato meramente anecdótico, el que fuera Poco más de una década después, ya con el Partido Acción
Nacional en el poder presidencial, en la primera Cuenta Pública (2001) del
sexenio de Vicente Fox, Del apartado correspondiente, se recoge el dato de que,
ya para el 27 de noviembre de 2001 (menos de un año del nuevo gobierno), Corrupción del lenguaje, apología de la violencia,
trasmisión de programas de contenido esotérico, de imágenes procaces y narcocanciones, y hasta burlas o mofa
contra los interventores de Existe la convicción generalizada de que, en ese ancho universo de violación a la ley, el infractor sabe que resulta más barato pagar una benigna multa -si es que, al final de cuentas, llega a pagarla- que retirar una programación cuya facturación abulta y oxigena con creces las finanzas de las empresas transgresoras. Dos sexenios después de la auditoria comentada, pueden verse en pantallas televisivas trasmisiones como Cero en conducta o El chavo del 8, en las que, en dos salones de clases -donde grotescos actores adultos protagonizan a personajes infantiles- el quid, el insumo principal de los libretos, es el incesante ultraje, la odiosa vejación del maestro. Referirse a Laura ya parece una concesión al masoquismo. Lo absurdo del tema, es que una constante de estos días, consiste
en que, desde las empresas concesionarias, por iniciativa propia o por bocas de
ganso, se ejerce una desmesurada compulsión para la evaluación del magisterio.
Es la asignatura de la que no se compadecen los impulsores de la llamada
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