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Edición 321
Escrito por Manuel Magaña Contreras   
Lunes, 11 de Agosto de 2014 16:37

Avasalla la Plutocracia a la Clase Política

                      

      La forma teatral como la clase política en el poder asumió de comienzo a fin el ataque a los monopolios de la televisión y la telefonía para votarlo en el Congreso de la Unión, enterneció las inocencias de la oposición legislativa y entonteció más aún su vacuidad y, según el guión oficial se imponía, terminaron el episodio como un encuentro más entre serviciales lobos y ovejas engullidos por la voracidad de la plutocracia y los intereses personales de las altas burocracias.

Miguel Alemán Valdez.

   

Miguel Alemán Valdez.

  Fue en la última etapa de la tragicomedia de las leyes reglamentarias de las telecomunicaciones cuando los legisladores opositores abrieron los ojos a la realidad y se dieron cuenta de cómo la línea de Los Pinos arropaba con calor de amigo a los monopolios y sus ilegales preponderancias y, lejos de controlarlos, se les insinuaba que diversificaran y entrecruzaran sus poderes fácticos, unos hacia la telefonía y otros a la televisión para engrandecer sus poderíos con  que someten a la fragilidad de las instituciones y la ignorancia de la sociedad.

Carnaval y mascarada

      Un desenlace así de tosco y ofensivo e igual de lesivo para los mexicanos, el estilo inconfundible de las fuerzas neoliberales del modernísimo nuevo PRI, trae a la memoria al filósofo y poeta Ralph Waldo Emerson: a sus pasajes sobre los disfraces cortesanos y la referencia al apogeo del carnaval y la mascarada para encantar las ilusiones y, al final del cuento, poder todos los actores irse campantes a sus aposentos con el tácito acuerdo de que nadie se quitará el disfraz para imaginarse a toda hora en su realidad.

      Entonces el valor del gobierno y los políticos para contener a los monopolios, enarbolado durante meses de discursos enjundiosos, concluyó en palabrería y locuacidad y pasó de ser un drama a una simple comedia de equivocaciones o replanteos, de recules y pequeñeces a favor de Televisa y también del Grupo Carso de Carlos Slim: ambos monopolios crecerán invadiéndose en sus sectores respectivos, con la anuencia gubernamental, para consolidarse como oligopolios con inquietantes poderes fácticos útiles para la manipulación.

Ralph Waldo Emerson.

 Fue un pasaje ilusorio, uno más, para quienes otra vez creyeron que la tendencia de las reformas secundarias a las

Ralph Waldo Emerson.

telecomunicaciones, subirían a la balanza de los equilibrios a los grupos de poder económico que, con el uso y abuso de los medios de comunicación, han puesto al poder de las instituciones a su servicio, a veces con intercambio de favores y otras con chantajes y presiones, o con venta de compromisos y espacios de publicidad y de imágenes que anhelan encumbrarse a las alturas de la política.

      La fórmula de la clase política para congratularse con los poderes fácticos fue la de siempre, aunque ahora más férrea y burda, e incluyó el consabido pataleo de los opositores de izquierda que rindieron sus banderas, como es su estilo reciente, desde su lacayuna posición en el Pacto por México, tumba política de Los Chuchos, esos Ortegas, Zambranos y compañía de arribistas que desfondaron al PRD con su servilismo a Peña Nieto, con quien posaban con sonrisas, apapacho y arrumacos ante los deslumbrantes reflectores de la prensa cuando creían que servían a la patria con sólo rozarse con el poder que emboba y convence. Sabían que eran o serían usados para los fines aviesos del nuevo PRI, a menos que ahora digan, para justificarse y aspirar a seguir viviendo de la política con el botín del perredismo, que pecaron de ingenuos y fueron víctimas del engaño.

Disfraces de siempre

 Bajo el disfraz de la democracia y con el telón de un falso debate tipo surrealista, la dócil mayoría del Senado de la República, un ente hueco y servil al dinero, consolidó el monopolio de Televisa con la aprobación de las leyes secundarias de telecomunicaciones sin quitarle una sola coma al dictamen elaborado en Los Pinos, ni donde se atentaba contra los intereses de la nación.

Edificio Telcel, Grupo Carso.

   

Edificio Telcel, Grupo Carso.

La promesa oficial de combatir los monopolios del ramo con reformas a la Constitución para servir al desarrollo del país y la sociedad, con la idea de ponernos al nivel de la equidad y los avances del mundo, iluminó los rostros de muchos y hasta la inocencia a los legisladores seudo izquierdistas que succionan con avidez la ubre del gobierno con las siglas del PRD y, como les sucedió con el engañador Pacto por México, volvieron a exhibirse como ilusos, a reserva de su fondo mercantilista, como apoyadores del nuevo PRI.

      Las escenas de la Cámara de Senadores obsequian a los simples mortales ejemplos de la farsa con que los representantes populares, ignorantes de los proyectos a discusión, se conducen con inútiles esfuerzos por camuflar la obediencia ciega y acrítica a los designios del poder económico y televisivo a través de un Ejecutivo que, por su cuenta y riesgo, cede espacios y fortalezas del Estado a una  plutocracia insaciable de riquezas y poder político. En franca violación al reglamento senatorial, el mayoriteo priísta prohibió el debate en las comisiones y dejó hablando solas a minorías perredistas y panistas que exponían razones para someter la preponderancia de la televisora de Chapultepec. En respuesta las borraban del mapa con la votación mecánica de espectrales mayorías  que, sujetas a control, no intentaron elevarse por encima de su mediocridad, de lo trivial y de la banalidad que los distingue a la hora de legislar “por el bien de la patria”.

      Televisa ha sido en los últimos tiempos un valioso instrumento de gobierno para sus fines de toda índole, buenos y malos y peores aún. Antes de que estrenáramos la actual democracia, los noticiarios ya daban una utilidad indispensable al presidente en turno con el férreo control de los contenidos de noticias, la autocensura, la desinformación, el culto a la personalidad del huésped de Los Pinos y, en general, de la pobreza de toda la programación televisiva que, en muchos casos, invitaba a la idiotez colectiva.

Jilgueros de toda la vida

      Con sus loros del micrófono y la pantalla y estrategias para convencer a los ignorantes, la empresa del Canal de las Estrellas y sus filiales ha dado a ganar a los políticos en el simulacro de la democracia, a cambio de un alto costo para la nación. En la época de la dictadura perfecta alcanzó dimensiones insospechadas y su dueño, Emilio El Tigre Azcárraga Milmo, tuvo el desliz inconsciente de autocalificarse como soldado del PRI y del presidente de la república. Más tarde la televisora asumió el oficioso y remunerado papel de trazar destinos y aspiraciones políticas  con la manipulación de consciencias frágiles vía márquetin político para ofertar con maquillaje la medianía de personas y circunstancias con el oropel de las imágenes. Ahora sus jerarcas han dado en vanagloriarse, en conversaciones indiscretas, de haber puesto a presidentes de la república con sus campañas de publicidad encubierta.

      Con esta tesis muchos conocedores de los vericuetos de la política y la lealtad al amigo que creó una imagen y escondió tras la censura la violencia y la corrupción mexiquense, creen que los hombres del poder liquidan una deuda con Televisa con la decisión de conservar intocable su bestial monopolio y, aún más, atacar de manera frontal al otro gigante de las comunicaciones, al grupo Telmex-Telcel, engendró también del gobierno priísta. Recordemos que a espaldas de la sociedad, otro desmantelador del Estado, el señor Carlos Salinas de Gortari,  entregó vía privatización Teléfonos de México a Carlos Slim, un  regalo que lo disparó con esta plataforma a la riqueza global hasta volverlo el hombre más rico del mundo. Otro de los próceres del priísmo trasnochado, el señor Miguel Alemán Valdez, había obsequiado con interés el descomunal impulso de Televisa para convertirlo en un gigantesco monopolio (¡valga la expresión!). A su retiro del negocio, la familia Alemán Velasco, heredera de las acciones, recibió la envidiable suma de 800 millones de dólares por su sociedad con los Azcárraga.

Laura, epítome de cultura.

¡Qué pase el desgraciado!

     

Laura, epítome de cultura.

Antes de que dichas leyes secundarias de telecomunicaciones se votaran en el Senado, existía la certeza para algunos y la desconfianza para otros más realistas, de que las bancadas de priístas con el apoyo de panistas y perredistas afines y otros satélites del gobierno, sacarían adelante una ley reglamentaria que ratificaría a Televisa su condición de monopolio al medirlo por sus servicios y desecharía la consigna de tasarlo por sector, pero todo quedó allí como confirmación de que los personeros del gobierno en turno renuncian, a nombre de una nación sin representarla, a mantener controles y equilibrios e impulsan, protegen y otorgan visto bueno para que crezca su monopolio consentido. Por la gracia de las borregadas del Senado y la Cámara de Diputados, al servicio del Ejecutivo y de los poderes fácticos, la empresa de los Azcárraga dejó de ser preponderante y, con dicha anuencia, podrá seguir en crecimiento con la televisión de paga y, para colmo, a nadie rendirá cuentas de sus estilos de desinformar a la población en un país con grandes rezagos educativos que, entre sus problemas más graves, sobresale la ignorancia. Televisa suple como educadora a la Secretaría de Educación Pública con programas educativos conducidos por filósofos de la estatura de Laura Bozzo (“¡Que pase el desgraciado!”) y tiene manga ancha para encumbrar personajes por privilegios y desacreditar y hundir a opositores al proyecto neoliberal de nación.

      Sólo con ver con ojos imparciales la realidad de este mundo político que se oculta tras la simulación, sabrá uno que el interés de la sociedad pasó a ser sólo una pose de demagogia política cuando se ofreció abrirle paso al reclamo nacional de muchas años de acabar con los monopolios: abrazan a uno amistoso y combaten a otro que disiente de las políticas oficiales. Slim evadirá el golpe desprendiéndose de acciones de telefonía y con unos veinte mil millones de dólares poresta venta facilitada por el gobierno, ingresará al mercado de la televisión con más armas que nunca.

Telecomunicaciones

Poderoso caballero…

     

Telecomunicaciones

Es verdad que, en el fondo, la posición del gobierno del nuevo PRI es reforzar y expandir los monopolios incluso el de Slim, porque el intocable Canal de las Estrellas diversificará su presencia dominadora al ingresar con todo en el negocio de la telefonía para hacerle competencia a Telmex y Telcel. Y estas empresas del Grupo Carso se expandirán con un canal de televisión, otra forma de acumular más poder.

       El poder del dinero avanza desde el tiempo neoliberal, al principio a paso de lobo: con toda cautela y, poco después, con el descaro de codearse con los intereses de las cúpulas de la burocracia sumisa al Consenso de Washington. Hace poco que los poderes fácticos intervienen ya en las decisiones de gobierno, una muestra de que la partidocracia hace las veces de sirviente de la plutocracia mexicana.

      ¿Dónde olvidaron su cacareada democracia y el interés de la sociedad? ¿Hacia dónde se encaminan las débiles instituciones del Estado frente a los monopolios y los poderes fácticos?

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