Temor de feligreses: El papa
Bergoglio,
¿otro demoledor del catolicismo?
CON LA AMARGA EXPERIENCIA del Concilio Ecuménico
Vaticano II (1962-1965), ocasión en
que El Vaticano quitó a la
Iglesia católica el carácter de Madre y maestra para convertirla en “iglesia charladora -con lo que desde entonces los feligreses quedaron sin
orientación doctrinaria precisa y
expuestos a las corrientes modernistas
contra la moral y natura-, la
noticia de que el papa Francisco prepara
un Sínodo para octubre de 2014,
ha sido recibida con desconcierto y marcado pesimismo
por los creyentres de buena fe.
COMO SI LA IGLESIA no tuviese
definida su línea doctrinaria sobre Moral y Buenas Costumbres, como si los
textos bíblico no fuesen claros a propósito del tema de Sodoma y Gomorra,
ahora el papa Bergoglio abre las puertas del próximo Sínodo de
Obispos a corrientes que amenazan a la
institución de la Familia,
como la sodomía precisamente, las uniones entre personas del mismo sexo, la
adopción de menores por parejas del mismo sexo, el “alquiler de vientres ajenos” para engendrar fuera de matrimonio,
etcétera.
Lo menos que se
dice de la encuesta lanzada recientemente por Bergoglio para que los feligreses
de todo el mundo opinen sobre las
corrientes que en nuestros días se alzan como grave riesgo para la institución
familiar, es que se trata de una “imprudencia” porque, de acuerdo al concepto
tradicional de la
Iglesia Católica -Jesús dijo: “Id y enseñad en todas las naciones”-, ahora, como si se tratase de
un partido político, se pide la
opinión a quienes han estado huérfanos
de enseñanzas de parte de sus guías espirituales, cuya deficiente formación
espiritual se advierte en los frecuentes escándalos que se suscitan en diversos
países por clérigos que incurren en el
delito de la pederastia, al abusar sexualmente de los niños.
Primer signo de alarma
Tal como dice el
viejo tango -Bergoglio es nativo de
Argentina, la tierra del tango- “la
historia vuelve a repetirse” y, en efecto, el Sínodo de Obispos, en
proyecto, por los temas tabú a tratar recuerda, como lo decimos
líneas arriba, al Concilio Ecuménico Vaticano II que fue el “parteaguas” para la
crisis moral que se vive dentro del clero llamado “progresista”, dentro del
cual se dan los frecuentes escándalos en el mundo, por la pederastia o abuso sexual de líderes espirituales en perjuicio de los niños.
El movimiento gay cada vez más fuerte.
El primer signo de
alarma sobre el tema de la sodomía en
las filas del sacerdocio “progresista” del Vaticano II, lo externó el papa
Francisco cuando en el avión de regreso a Roma, después de su jira por
Brasil, afirmó: “No soy quien para juzgar”.
Su afirmación
provocó el asombro de muchos católicos en el mundo, porque precisamente el Papa es la autoridad suprema dentro de la Iglesia Católica,
para juzgar imponer la disciplina correspondiente en las filas de los sacerdotes, cuya conducta personal es
contraria a los cánones de la
Iglesia, para que no se generalice la corrupción en las filas
eclesiásticas.
El papa Francisco,
al decir en el avión que abordó en
Brasil rumbo a Roma, que “no soy quien para juzgar”, tácitamente está
renunciando a su autoridad y si él se
evade así de una de sus responsabilidades, ¿Entonces en manos de quien
quedamos?
Curia romana “progresista”
Otro motivo de
preocupación para la feligresía católica de buena fe, consiste en la
noticia dada a conocer el pasado 5 de
noviembre por las agencias noticiosas internacionales DPA PL, Reuters y Asp
en el sentido de que el papa Francisco , en tan sólo ocho meses de
pontificado, “ha realizado cambios de
personal en la jerarquía eclesiástica, al reformar la Curia romana y
restringir el poder de los ultraconservadores”.
Se añade que Francisco “también ha puesto mayor énfasis en las doctrinas sociales de la Iglesia”.
Por las
experiencias amargas derivadas del Concilio
Ecuménico Vaticano II, quienes somos personas de Fe ya sabemos que dentro
del ala “progresista” de la
Curia romana, la politización de la Fe la disfrazan con la máscara
de “doctrina social de la Iglesia”.
La experiencia dice
que esto no es así y que, de lo que en verdad se trata, es de emprender
acciones de la politización de la
Fe que acaba por arruinar las filas del catolicismo y de toda
acción cívica. La separación de las cuestiones Iglesia-Estado dejan de ser y se
produce por ello una confusión de funciones carentes de causa valedera.
Enemigos de la Iglesia, dentro de ella
El catolicismo está
inmerso en una crisis moral profunda, a partir del Vaticano II, precisamente. A
juicio de los católicos de buena fe, lo que se necesita es retornar a las
fuentes de las enseñanzas cristianas, en
vez de soslayarlas y adoptar proclamas de corte político religioso como la
controvertida Teología de la liberación,
que implica mescolanza de lo político y lo religioso.
Papa Francisco.
El fondo del
problema de la Iglesia
después del Vaticano II -de acuerdo al testimonio de la realidad desde los tiempos de Juan XXIII, Pablo VI,
Juan Pablo I y Juan Pablo II-, es que muchos de los enemigos de la Iglesia han penetrado a
ella, según lo advierte el papa San Pío X
quien, en su Encíclica Pascendi
Dominici Gregis, expedida el año 1907, afirmó: “Al presente, los enemigos
declarados de la Iglesia
se encuentran dentro de ella y son más peligrosos, porque aplican el hacha a las raíces del Catolicismo”.
El papa Bergoglio
muestra un afán por la introducción de novedades al Vaticano. ¿Por qué, en
estos momentos de crisis, sin dar la orientación debida a los feligreses, abre
las puertas al Sínodo de octubre de
2014, a las corrientes que amenazan a la
familia, como las uniones entre personas del mismo sexo con derecho a la
adopción de menores?
Pablo VI, en
momentos de crisis dentro de su mandato, admitió que los “humos de Satanás han penetrado en los muros de la Iglesia; que el Catolicismo atraviesa un proceso de
autodemolición de la Iglesia”. Prudencia, es lo menos que se le debe pedir
al papa Francisco, para que no caiga en la categoría de autodemoledor del
catolicismo. Dicho con firmeza y
respeto.
More articles by this author
|