¿Habrán pensado los involucrados en los terribles crímenes de Ayotzinapa y Tlatlaya que, con sus declaraciones políticas para tratar de salvar culpas y echárselas al rival lo que hacen es desorientar y ahondar más la división entre los mexicanos?
¿Habrán pensado ya quienes deben ser llevados ante la justicia para que paguen por esos monstruosos crímenes de lesa humanidad —que han herido hondamente la conciencia nacional—, que cuando el pueblo mexicano es dividido por intereses extraños como ahora, le han ocurrido a México las mayores desgracias como la mutilación de su territorio a consecuencias de la invasión norteamericana 1846-1848?
Ahora, ya no estamos en riesgo de una mutilación territorial como en aquel entonces, sino a la desaparición misma de México, pues tal como lo hace saber frecuentemente en su columna “Bajo la Lupa” –diario La Jornada”—, nuestro estimado y reconocido colega Alfredo Jalife Rahme, en los Estados Unidos aumentan las opiniones sobre “la conveniencia de que, desde el puno de vista de la seguridad nacional de los EU, sería conveniente crear tres repúblicas, en vez de nuestro país”.
Independientemente de esos preocupantes deseos en el vecino país del norte, el hecho es que el desmantelamiento del país aunado a la no solución de la violencia, y los crímenes, las desapariciones forzadas y la corrupción e impunidad, tal parece que todo está encaminado a que el país esté inerme ante la “balcanización” previa a la perversa división de nuestro país en “tres repúblicas”.
Nos dividen y luego...
Antes de seguir adelante, es justo y necesario dejar constancia de que el pueblo norteamericano en sí, fue ajeno a la invasión del siglo XIX. La gran mayoría de las tropas que cruzaron en aquél entonces la frontera del Río Bravo para agredirnos, fueron mercenarios.
En EU, de las filas del periodismo, del Congreso, de particulares, etc., se alzaron voces de reprobación que debemos reconocer y agradecer los mexicanos.
El expansionismo se da en el calvinismo la Doctrina Monroe y su Destino Manifiesto que por lo que se ve no se satisfará sino hasta el momento en que “América sea de los americanos”. Y claro, “los americanos” son ellos.
Profunda división, entonces
Debe reconocerse que el expansionismo calvinista del Destino Manifiesto es muy hábil para dividir a los pueblos. México tiene la amarga experiencia de que a lo largo de 24 años, es decir, de 1824 a 1848, tuvimos 39 presidentes de la República, lo que da idea de la furia con que era dividido el país, para que al hablar el lenguaje de las armas, no pudiera ni tener alientos para defenderse. Dicho esto, a sabiendas de la heroicidad de los Niños Héroes de Chapultepec, en contraste con las traiciones de Santa Anna, cuyos polluelos se han multiplicado y, llegan hasta nuestros días.
Mucho cuidado, el mexicano se encuentra en la actualidad sumamente lastimado.
No hay que echarle leña al fuego. Debemos pronunciarnos por la unidad, en base a la justicia, el progreso basado en la productividad, la preservación de la soberanía mexicana y la independencia nacional.
Lo más perverso que puede ocurrir en nuestros días, es que desgracias como la desaparición de los 43 alumnos de Ayotzinapa, sean aprovechados para emitir declaraciones que tienen a liberarse de culpas y a responsabilizar al contrario.
Tratándose de Ayotzinapa y Tlatlaya, la cuestión es justa y sencilla, porque simplemente se trata de que, los culpables sean llevados ante la justicia y que hechos como esos monstruosos asesinatos, no se repitan más.
Dividir al país con la verborrea de los inculpados que tratan de salvarse de los citados hechos que impactan a la opinión pública nacional y mundial, generan desorientación y retraso en la aplicación de la justicia.
Hay que ir a las causas
Todos estamos obligados a contribuir a dar la solución a la crisis por la desaparición y la temida muerte de los 43 alumnos de la Normal de Ayotzinapa. La policía y los soldados no están hechos para resolver una situación como la que se vive en el renglón de la generalizada inseguridad, porque estas fuerzas que son muy necesarias por cierto, tienen como función ocuparse de combatir los efectos. Hay que ir a las causas y para ello, se necesita que en las escuelas se enseñe civismo, en verdad y que, por amor a México, los jóvenes no deben convertirse en sicarios.
Claro se necesita que se les de trabajo y para ello está el sistema de productividad que debe ser restablecido en México, en vez de desmantelarlo en el campo, la industria y los servicios. Amar a México, no destruyendo hogares donde los corazones se llenan de amor y se destierra el odio al semejante.
Las declaraciones políticas de los involucrados en los terribles sucesos de Tlatlaya, Ayotzinapa e Iguala, son síntoma de lo que ocurre desde hace mucho tiempo en México, son altamente dañinas porque dividen al pueblo y lo que necesitamos es unidad productiva y renovación moral, en la justicia y la dignidad.
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