El tratado de Guadalupe Hidalgo, 
 atemoriza a 166
años de distancia  
MANUEL
MAGAÑA CONTRERAS
                                                                                                                    
Luego de  la
firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo -2 de febrero  de 1848-, 
mediante el cual el expansionismo monroísta
 mutiló el territorio mexicano al
anexarse más de dos millones y medio de kilómetros cuadrados, Nicolas Trist, el
negociador norteamericano de la invasión norteamericana 1847, escribió en sus
memorias:  
“Si aquellos mexicanos
hubieran podido ver dentro de mi corazón en ese momento,  se hubieran dado cuenta de la vergüenza  que yo sentía como norteamericano era mucho
más fuerte que la de ellos como mexicanos. Aunque yo no lo podía declarar ahí,
era algo de lo que cualquier norteamericano debía avergonzarse. Yo estaba
avergonzado de ello... cordial e intensamente avergonzado de ello.”  
Con la firma de dicho tratado  culminó la invasión 1846-1848 que el
vecino  país del norte emprendió
contra  México, para lo cual desató una
guerra considerada entre las más injustas de toda la historia de la humanidad.  
No obstante la gran tajada territorial de que fuimos
despojados, en 1853 Antonio López de Santa Anna cedió a otros requerimientos
del expansionismo monroísta.  El territorio de La Mesilla, con más de 100
mil kilómetros cuadrados, pasó a manos 
de los Estados Unidos.  
 
   López de Santa Anna.
 
  
En México, la firma de ese tratado  que nos redujo territorialmente a menos de
dos millones de kilómetros cuadrados, de más de 4.5 kilómetros de
que constaba nuestro suelo patrio, fue repudiado por los sectores patrióticos.  
Hubo descontento en todo el país y se dio el caso de
que  quienes manifestaron
abiertamente  su repudio a la mutilación
del territorio mexicano que nos despojó de más de dos millones y medio de
kilómetros cuadrados, fuesen pasados por las armas  por los antecesores de los panistas  de nuestros tiempo, por orden fulminante de
Anastasio Bustamente  para  que, sin juicio, fuese pasado por las armas
patriotas como  el sacerdote Doménico
Jarauta.  
Herida
que no cauteriza 
En ocasión  de
los cien años  de la invasión y la firma
del Tratado de Guadalupe Hidalgo por ancestros de los que en nuestros días  sus herederos son miembros del Partido Acción
Nacional, en la misma nación norteamericana 
se comentó que  la invasión a
México y la mutilación de su territorio, es cicatriz que aún no se cierra, ni
aquí en territorio mexicano, y mucho menos en México  
Esto no es de extrañar, porque la invasión 1846-1848
contra México fue impopular  entre el
pueblo norteamericano, lo cual merece reconocimiento  de parte de los mexicanos.  
 
   La Candelaria.
 
  
Existen muchas huellas de esa oposición. Consta de
muchos personajes que recolectaron firmas de reprobación. En  varios 
periódicos  quedó escrita la
oposición a los apetitos territoriales a costa de México.  
Desde la guerra de Texas , en 1845, los senadores  Silas Wright y Benton  votaron en el Congreso  contra 
el  Tratado de Anexión firmado por
el presidente Taylor.  
Las muestras de solidaridad de pueblo norteamericano a
favor de México en ocasión de la invasión 
1846-1848, fueron muchas.  
Los mexicanos no podemos quedarnos a la zaga y así, la
herida por la mutilación del territorio mexicano ha traspasado las barreras del
tiempo.  
Los imperios
pasan, los pueblos y su cultura no  
Desde  1970, estamos
en México en intensa etapa de cambios en el marco de un neoliberalismo
tecnócrata y globalizador que ha empobrecido a más de 53 millones de mexicanos
y ha enriquecido  a una oligarquía  sedienta de poder y riquezas  
Si en el mismo país del norte, el Tratado de Guadalupe
Hidalgo  causó  vergüenza 
hasta en el mismo negociador norteamericano  en la invasión 1846-1848, Nicolás  Trist, por la mutilación injusta  del territorio mexicano, con mayor razón en
nuestro país, dicho suceso  aún no es
digerido.  
Es natural, entonces, que, ante la serie de Tratados en esta
época tecnócrata neoliberal,  la
mayoría  del pueblo mexicano vea con
desconfianza  esos tratados, máxime que  de los últimos 44 años a la fecha de iniciado
el proceso de globalización tecnócrata, la inmensa mayoría de los mexicanos
hemos empobrecido, en contraste con la oligarquía sedienta de poder y riquezas
que ha aumentado desmesuradamente sus caudales, al grado de que, por ejemplo,
el ex presidente nacional del PRI y ex gobernador de Coahuila, Humberto Moreira
figure en la lista de la revista Forbes, entre los 10
políticos más corruptos de México, sin que ningún juez lo llame a juicio.  
 
   La Guadalupana
 
  
La reforma energética ha causado rechazo en amplios sectores
de la opinión pública mexicana, porque 
el Tratado de Guadalupe Hidalgo  fue firmado el 2 de febrero,  día de Nuestra Señora de la Candelaria, en la
sacristía   de la Basílica de Nuestra
Señora de Guadalupe, y la reforma energética fue  conocida públicamente, el 12 de
diciembre  de 2013. Es decir, esas dos
fechas están hermanadas por el propósito de aprovechar  dos fechas religiosas y el nombre de la Virgen de Guadalupe, con el
evidente propósito de que el pueblo mexicano digiera ambos sucesos en fechas conmemorativas de sus tradiciones
religiosas. 
Los imperios pasan y sus cómplices también, mientras los
pueblos y su cultura permanecen. Día llegará en que, tal como lo profetizó
Mahatma Gandhí, se haga realidad  el
futuro que aguarda a la humanidad, con la hermandad de todos los pueblos de la
tierra. Para entonces, el nuevo imperialismo tecnócrata neoliberal y
globalizador, juntos con sus cómplices, habrán desaparecido,  junto con sus oligarquías sedientas de
riquezas y poder.     
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