PUEBLA DE LOS ANGELES
ENRIQUE CASTILLO- PESADO
Puebla de Los Ángeles es uno de los más fantásticos sitios que –gracias a la arquitectura española, francesa y mexicana-- han proyectado un aire colonial de gran valía histórica y artística. Puedo señalar –sin exagerar-- que esta metrópoli ofrece innumerables tesoros arquitectónicos, un precioso legado de un pasado glorioso, donde se fundieron la religiosidad, con las culturas española y prehispánica, el poderío económico, y un profundo respeto por las tradiciones.
Muchas raíces mías vienen de Puebla. Ahí, mis familias Castillo, Campos, Zavala, Palma, Cámara, etcétera, tuvieron muchas haciendas. Y claro, Kai Bonnak Benjamas, Salvador Efrato, Luciana Zogovic, entre otros, formaron un grupo vip que se transportó en una de las mejores camionetas que existen en el mercado: la Mercedes—Sprinter. Y claro: el propósito del intempestivo tour, se debió a que muchos amigos deseaban descubrir las joyas mejor custodiadas, que hoy en día conocemos como Tesoros de México, conformadas por refinados hoteles—boutique, feudos culinarios que ya están clasificados con el distintivo H, que por su estilo único e impecable operación ya son merecedores de reconocimiento como “Club de de Calidad Tesoros de Puebla”.
“Los empresarios poblanos hemos diseñado alojamientos con todas las comodidades imaginables y los hemos decorado con impecable clase, servicio personalizado al máximo, cuidando siempre de exaltar los sabores de la tradición poblana”, apuntó Leobardo Espinosa, quien al frente de la mencionada agrupación, nos hospedó en un hotel—boutique insuperable: Casa Reyna, cuya arquitectura contemporánea combina muy bien con los sabores de las lujosas casonas poblanas del siglo XVI.
Para los invitados, la gastronomía fue el detalle del programa. En el Mural de los Poblanos, disfrutamos de las atenciones de Ale De la Riva. Por supuesto, nos convenció que probáramos un mole muy especial, además de las chalupas, la sopa de quintoniles, y los postres típicos. También probamos los subyugantes desayunos típicos, en el Palacio de San Leonardo y en la Quinta Luna de Cholula (increíble propiedad convertida en hotel-- boutique, con patio y jardín central rodeado por habitaciones e impresionante biblioteca).
Me encontré con mi amigo José Lazcarro, pintor sobresaliente, sumando su talento para atendernos maravillosamente en La Noria, donde probamos otra comida de antología. Y sabemos que en Puebla todo mundo ofrece mole de la casa. La Noria es el lugar preferido de la elite poblana y de los viajeros exigentes. Después, asistí a una velada amena e inolvidable, donde Francisco López Abad y Angela Vilches elogiaron los increíbles martinis de El Sueño y una cocina mexicana contemporánea, donde Héctor Fernández de Lara mostró sus suites consentidas, decoradas en un estilo minimal trendy, que, francamente, me hicieron recordar el concepto colonial del mismo hotel, con un proyecto arquitectónico único.
No podían faltar los recorridos por el Museo Amparo y por el Club de Golf La Vista. El museo guarda una de las colecciones de arte prehispánico y colonial más importantes de México. También, hicimos escala en los talleres de Talavera de la Reina, para conocer el famoso proceso de elaboración de este tipo de cerámica. Para cerrar con las excelencias del viaje, fuimos al Mesón de la Sacristía de la Compañía, una de las propiedades con más acento antiguo entre estos “tesoros”, donde el chef Alonso Hernández nos confió sus secretos para preparar el mole mediante entretenida clase en su cocina rodeados de valiosas antigüedades. Una visita inolvidable y llena de sabores del México histórico que no debemos olvidar. Y hasta la próxima, ¡abur¡
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