Las opciones ante el colapso “La vía electoral para cambiar las cosas no es confiable: la vía armada sería posible a menos que les quitáramos las armas al Ejército o al narco”. Ladislao Acosta Juárez. I La interrogante que nos formula a el caro leyente Acosta Juárez quien, informános, nos lee precisamente en Monterrey, N. L., la acosada urbe norteña en la que hay un vacío de poder político y una oquedad aun mayor en lo social. Monterrey, como Ciudad Juárez, Reynosa, Tijuana y muchos otros ejes urbanos en casi todos los Estados del norte de México, emblematiza el colapso del poder político y de la sociedad misma e instituciones que ésta se ha dado, mal o bien, desde 1934 a hoy. Ese colapso del poder político del Estado es el colapso del Estado mismo, con todos los demás de sus elementos constitutivos -pueblo, territorio, soberanía- y del cual nos habla con trágica y espectacular elocuencia la matanza de migrantes en Tamaulipas. Más el colapso aquí descrito, para mal de todos los males, no sólo es el de la urdimbre política y societal finamente tejida durante dos siglos de generaciones de mexicanos, sino también en la economía e incluso la cultura; ésta muéstrase perversa. ¿Verismo? ¡Sin duda! La cultura del poder -fuere cual fuere éste, si formal o informal o fáctico, como el de la delincuencia organizada, la del narco y la de los banqueros y financieros y la mafia en el poder- se nos exhibe inicua. II Un prominente mílite -quien fue incluso goberrnador, diputado, senador y ha estado en la procuración de la justicia- nos decía no ha muchos días que no son contados quienes en el gobierno temen una “alianza táctica” entre el narco y la guerrilla. ¿Es ello posible? Pensaríase que no. La moral de los mexicanos en movimiento reivindicador no es la de los “jefes de jefes” ni la de Los Zetas. Pero, sábese por vivencia, si el PAN y el PRD son hoy aliados, ¿por qué no las guerrillas y los narcos? Ello es posible en el contexto de colapso que prevalece en México. Colapsado el poder político, el Estado mismo, la economía -ésta, tan antisocial como el narco mismo-, la vida social, la cultura cual acervo colectivo histórico, ¿qué opción tenemos?
Ninguna. Pero pronto el pueblo se las irá cobrando uno a uno y poco a poco: primero, a los políticos, y luego a los narcos y Los Zetas y al Ejército y la Armada. ¿Cómo será esa cobranza? La historia nos lo dijo en 1810 y en 1910; continúa diciéndolo. Más para los escépticos -como el leyente don Ladislao, a quien se le suman otros, José Antonio Aspiros Villagómez y León Hernández Franco y éste escribidor mismo- tenemos dudas. Sin armas cívicas -los votos- y de destrucción, estamos condenados. III Condenados a la damnificación sin fin por éste statu quo opresivo que es menos para quienes -millones de compatriotas- no tienen conciencia de esa realidad pues con los medios de control social (educación, religión, televisión, fútbol, etc.) se les aletarga. Y a quienes no se les aletarga, de cualesquier maneras se les insensibiliza ante los estrujantes dramas sociales cotidianos y se les inmoviliza mediante la marginación -la pobreza misma- y la ubícua (e ilegal) presencia militar en calles y caminos. Legalizar la ocupación militar de México ha sido empeño de Felipe Calderón, el Presidente de Facto de México, desde que alguien le dijo que tener a los soldados en las calles y no en sus cuarteles viola la Constitución. Pero no lo ha logrado. Una guerra ilegal, la descomposición del poder político del Estado -que no funciona con arreglo a la teoría de lo estadual que enuncian las ciencias políticas y sociales-, el colapso de su propia estructura y alcance y de la economía son indicios muy claros. Indicios muy claros de que la desintegrador está en marcha, pero en el poder político panista, priísta, perredista, etc., la miopía y el interés personal y de élite impiden ver el erial abrupto. Por verlo así, Andrés Manuel López Obrador es un “peligro”.
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