La hora de los masones
“Todos los políticos y burócratas y sus patrones, los megaempresarios, hablan de democracia y de gobernabilidad.Pero no vemos ni a una ni a otra”. Arturo Pérez Real
I En una disertación de éste escribidor en el I Encuentro Masónico Bicentenario 2010, realizado el fin de semana pasado en Veracruz, quedó descrita, con fehaciente nutricia estadística y relatoría documentada, varias vertientes de la realidad circundante: Uno, que el poder político -el gobierno, pues- del Estado mexicano no ejerce control soberano real, aunque sí en lo convencional, de vastas regiones del territorio nacional, elemento constitutivo también éste último de la noción estadual. Otro, que al no ejercer control soberano real sobre el territorio -que comprende a grandes ciudades como Monterrey, Reynosa, entre otras menos populosas aunque con igual trágica marginación económica y social-, no gobierna sobre esas regiones. Una vertiente adicional -la tercera- es la de que, como secuela de esa ausencia de control soberano real sobre esos territorios, el vacío consecuencial ha sido llenado por organizaciones dedicadas al tráfico ilícito de estupefacientes y psicotrópicos, el narco. Un cuarto repecho sería -es, a nuestro ver- el de que las decisiones axiales, las del interés estratégico vero de México, ajeno al de la narcoguerra y que son del hoy y el futuro del país, no son tomadas por el poder político del Estado, sino por una élite. II Señálese que a esa élite -que el escribidor identificó como mafia en el poder- no le va ni le viene la narcoguerra, excepto en lo que concierne a sus negocios, pero han hallado en dicha obsesión del Presidente de facto muy conveniente distracción de éste. Volvamos al tema. El paisaje que nos rodea es uno de ingobernabilidad -secuela, subráyese, de desgobernabilidad- en gradación variopinta, desde la extrema (como en Monterrey, Ciudad Juárez y otras urbes fronterizas) hasta la moderada. Más aun la ingobernabilidad moderada es peligrosísima y, por ese atributo tan negativo u ominoso, pensaríase que intolerable e inaceptable para el mexicano. Pero de ello la amplia gama de las clases medias -hoy proletarizadas al lumpen- no lo saben. O, por mejor decirlo, no tienen conciencia de ello. Menciónese que sólo aquellos estratos vanguardistas de las clases medias y proletarias tienen conciencia de esa realidad y de sus causas y saben qué hacer al respecto, que sería modificar el statu quo. Las causales de la ingobernabilidad no sólo delincuencial -como la descrito-, sino incluso y principalmente la de carácter económico, político y hasta social devienen de la desgobernabilidad en la que ha incurrido el poder político desde hace sexenios. III La desgobernabilidad -que empezó a gestarse desde el primer gobierno civil de la Revolución Mexicana, el de Miguel Alemán Valdés (1946-52)- se alimentó y retroalimentó del desencanto social-popular que, a su vez, erosionó el contrato social. Hoy, 64 años más tarde -11 sexenios-, el contrato social no existe. El poder político del Estado no es resultado ni con mucho ni obedece a un mandato electoral-societal, como se observa con científica nitidez, por ejemplo, en el Estado de Veracruz. El desgobierno -con todas sus características sexenales, propias del campo de la antropología política- ha devenido en ingobernabilidad, anarquía, caos, inestabilidad general y en todos sentidos. El statu quo opresivo desafía a la ciudadanía organizada. En el pretérito -digamos en las gestas de la Independencia, la Reforma, la Intervención Francesa, la Revolución Mexicana-, los masones y las masonas estuvieron allí y modificaron en no pocas instancias el statu quo opresivo. Juárez los emblematiza. En la disertación de éste escribidor aquí referida, el meollo temático fue, precisamente, ese: ha llegado la hora de las masonas y los masones para modificar, para bien, ese statu quo opresivo que tiene a la patria de Juárez bajo yugo indigno. ffponte@gm ail.com
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